domingo, 7 de noviembre de 2010

NUEVAS REALIDADES




Por el Dr. Jorge R. Enríquez

Desde el miércoles pasado, cuando falleció el ex presidente Néstor Kirchner, se puede afirmar que existe un nuevo gobierno en la Argentina.

Este aserto podría sorprender a quien, sin estar al tanto de las realidades de nuestro país, observara que el difunto líder político no tenía ningún cargo en el Poder Ejecutivo y que, hasta hoy, el gabinete es el mismo y la presidenta sigue ejerciendo su mandato.

Pero para cualquier observador minimamente informado, esa descripción meramente formal es, si no falsa, por lo menos de una notoria insuficiencia. Porque Néstor Kirchner seguía siendo el presidente real. Esto no debe tomarse como un comentario desdoroso hacia su viuda, ya que ella misma aceptó, en la sociedad política que conformaban, el rol de la representación del poder y de la comunicación, mientras que su marido adoptaba las grandes decisiones, en particular en la esfera económica y en la relación con los gobernadores, intendentes, legisladores y, muy especialmente, con Hugo Moyano y los empresarios.

Esa gimnasia del toma y daca, y del uso de la chequera y del látigo (en sentido metafórico), de una forma tan personal, murió con Kirchner. Su viuda no se ocupó nunca de esos menesteres, que, según puede colegirse, no le resultan atractivos. Todo indica que es más rígida que su marido, quien no dejaba de ser un peronista clásico siempre atento a las necesidades del poder más que al mundo conceptual.

La señora de Kirchner, por el contrario, si bien dista de ser una intelectual, tiene una mayor afición por la retórica.

¿Quién reemplazará a Kirchner en todas esas tareas? La presidenta intentará asumir un mayor protagonismo en ellas, pero no podrá sola.

En un escenario ideal, debería promover un amplio diálogo con la oposición para favorecer un clima de concordia.

Sus primeros pasos luego del miércoles pasado, en especial la simbología del funeral, parecen señalar que no será ese el rumbo elegido, sino más bien el de continuar y profundizar el confuso "modelo" al que el kirchnerismo apela como si se tratara de una precisa concepción política.

Esto significaría un mayor aislamiento social, que en estas primeras semanas, cuando la conmoción por la repentina muerte del ex presidente aún logre atemperar los ánimos de los opositores y los independientes, y galvanice a los oficialistas, puede generar la ilusión de que es la vía correcta, pero que con el paso del tiempo y el florecimiento de los problemas concretos, como la inflación y la inseguridad, demostrará su falta de sustento.

Pero estas no son más que conjeturas. Hemos sido siempres adversarios de Néstor Kirchner y nunca ocultamos nuestra discrepancia con sus políticas. No recurriremos ahora a palabras de hipocresía. Sí, en cambio, debemos respetar el duelo de su familia y de los muchos argentinos que vieron en él a un líder valioso.

Elecciones en los Estados Unidos

El pasado martes se realizaron las elecciones legislativas de medio término en los Estados Unidos, renovándose la totalidad de la Cámara de Representantes (no existen las renovaciones parciales, como en nuestra Cámara de Diputados), 37 de las 100 bancas del Senado y 37 gobernaciones.

El oficialista Partido Demócrata fue ampliamente derrotado. Los republicanos tienen ahora el control de la Cámara de Representantes.

La existencia en los Estados Unidos de un presidente de un partido junto a un Congreso mayoritariamente adversario, es algo relativamente frecuente.

En los sistemas parlamentaristas, esa nueva mayoría significaría la caída del gobierno y su reemplazo por otro que refleje la actual composición del Poder Legislativo. Eso no ocurre en el presidencialismo, en el que los mandatos son fijos. En Latinoamérica, esa "cohabitación" ha sido muchas veces fuente de conflictos serios y, en el pasado, de golpes de estado.

Los Estados Unidos procesan mejor esa situación, pero sin dudas los presidentes preferirían contar con un Congreso afín.

Pero en estas elecciones es imprescindible mencionar a un tercer actor, de reciente aparición, que será la estrella de la jornada: el “Tea Party”.

Se trata de un movimiento conservador, como lo es hoy el Partido Republicano, pero no orgánico, sin una cabeza central, y con posiciones muy agresivas en cuanto a su oposición a Obama y su reclamo de menores impuestos y menor peso del Estado.

La expresión "Tea Party" remite a un célebre episodio histórico, cuando los colonos tiraron cajas de té al puerto de Boston en protesta por el gravoso impuesto al té fijado por el gobierno inglés. Es uno de los principales antecedentes de la independencia norteamericana.

"Party" es, en inglés, tanto "fiesta" como "partido", si bien en aquel episodio tuvo sólo el sentido de fiesta o reunión.

El Tea Party organizó hace un par de meses una manifestación en Washington a la que acudió un millón de personas, que es una cifra enorme en un país poco afecto a este tipo de grandes demostraciones en la vía pública.

Obama, por su parte, registra una considerable merma en su popularidad. ¿Qué pasó con ese joven político que generó un entusiasmo tan nítido hace dos años?

Tal vez esa enorme expectativa provocó una igual desilusión en muchos votantes, que esperaban que la economía se reactivara más rápidamente. Lo cierto es que el desempleo sigue siendo alto para los estándares norteamericanos y que, en su intento por salir de la recesión, los demócratas aumentaron considerablemente el gasto público, lo que, inevitablemente, supone una mayor presión tributaria.

Esas políticas, a su vez, motivaron la reacción de vastos sectores de una sociedad que desde sus orígenes mira con desconfianza al Estado.

Se da así en el mundo un fenómeno notable: mientras en Europa se producen grandes manifestaciones contra los ajustes y por un aumento del gasto, los norteamericanos se movilizan por menos gasto, menos impuestos y menos Estado.

Esto último nos resulta algo extraño visto desde nuestro país, pero los Estados Unidos tienen una idiosincrasia propia en la que el individualismo es un valor esencial. Nos puede gustar o no, pero no podemos ignorarlo y analizar la situación con las categorías que nos son más familiares.

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