jueves, 4 de noviembre de 2010
TODOS KIRCHNERISTAS ???
Ahora, ¿todos son kirchneristas?
por Julio C. Borda
Ha muerto el jefe. Ha muerto el fundador de un pseudomovimiento que se encargó de acumular poder a través de la intimidación, de la amenaza, de la mentira, del apriete, del insulto descarado, del escrache contra los circunstanciales adversarios políticos.
Ha muerto el hombre que del odio hizo una política de Estado; de la división entre hermanos, un objetivo a cumplir; de la venganza desmedida, una virtud.
Ha muerto aquel que supo humillar a sus "amigos" (de esto, Scioli sabe algo), aquel que deseó ver puestos de rodillas a todos los que consideraba sus enemigos, aquel que bregó por la rendición incondicional de sus opositores.
Murió el estratega de una política creada sobre la base de la discordia y la desunión, de la prepotencia y la destrucción.
Murió el gobernante a quien no se le movió un pelo por los secuestros y asesinatos de cientos de ciudadanos a manos de delincuentes movidos por un odio visceral; murió quien impulsó la nefasta ley de "matrimonio homosexual", quien dejó desamparados a miles y miles de jubilados al ordenarle a su mujer el veto de la ley del 82% móvil, quien suscitó la brutal crisis con el campo, quien persiguió y humilló a subordinados y adversarios por igual, quien amparó negocios dudosos, quien protegió a funcionarios sospechados de delitos financieros, quien agrandó la brecha entre los más desamparados y los más poderosos.
Nadie desea la muerte de una persona, aun cuando no sea de nuestro agrado; pero de ahí a querer ocultar los desvaríos de Kirchner, su obrar malsano, queriéndolo presentar como un prócer, a quien luchó incansablemente por la disolución y la división de la sociedad, hay mucho trecho.
Ahora, resulta que todos son kirchneristas. Es que quien ha fallecido ha pasado a ser "el gran presidente" (Cobos) o "el hombre fuera de serie" (Solá). Sólo cabe una calificación para todos aquellos que, impúdicamente, simulan sentirse afectados por "tan irreparable pérdida": descarados.
Es que no se puede concebir el grado de desparpajo, de cinismo e hipocresía que impera en esta hora crucial para esta castigada Nación.
Es cierto que su clase dirigente debería dar muestras de recogimiento, pero sin caer en la exaltación oportunista y demagógica de una figura controvertida, que llevó al país al abismo con el único propósito de acumular un poder incontrolable para someter, humillar y destruir; hay que reconocer que la única que no se dejó tentar por esta vorágine fue Elisa Carrió, quien dijo que, ante el fallecimiento del sureño, sólo había que llamarse a silencio.
Hay que decirlo con todas las letras: con Kirchner finaliza un ciclo de crisis interminables, de odios incomprensibles, de divisiones inútiles, de desencuentros estériles. Termina un ciclo de ambición desmedida y codicia extrema.
Es cierto que ahora vendrá una etapa de incertidumbre, donde sindicalistas, políticos y dirigentes de toda laya tratarán, sin escrúpulo alguno, de sacar tajada del poder vacante; la mujer presidente (sólo dedicada a dar discursos vacíos de contenido y a realizar viajes turísticos) no se encuentra capacitada para contener el tsunami próximo a estallar.
Pero también es cierto que el ciclo fatal que padeció el país en estos siete años ya no volverá. El kirchnerismo ha concluido.
Ahora urge que los elementos perniciosos cercanos al gobierno y que impiden el desarrollo social, económico y político de la Nación sean expulsados lo antes posible del poder, para bien de la comunidad.
Eso sí, se va a requerir mucho, muchísimo tiempo y esfuerzo, para que nuestra Patria, con la ayuda de Dios, tenga la oportunidad de un nuevo renacer.
LNP
Julio C. Borda (jcfborda@hotmail.com) es abogado y profesor de Derecho Romano en la Universidad Católica de Salta, subsede Buenos Aires.
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