miércoles, 11 de mayo de 2011

CLEPTOCRACIA


El régimen cleptocratico y la hipocresía social



Por Jorge Omar Alonso







La cleptocracia es el modelo de gobierno kirchnerista, donde con nombre de movimiento político psuedo “progre”, pero “nacional y popular” como ellos gustan definirse, esta banda de ladrones administra el poder publico aprovechándose de todas las oportunidades de la gestión, para el enriquecimiento personal, familiar y de los grupos vinculados.



Los cleptócratas, por su naturaleza delincuencial, buscan constituir gobiernos absolutistas y cerrados a la fiscalización, discrecionales en el manejo de los recursos y sin transparencia en su gestión y hacia los ciudadanos.



Una constante es el abuso del poder para manipular los procesos políticos, sociales, económicos y administrativos; se organizan en distintos sectores y niveles del poder estatal y de la sociedad civil.



Los Kirchner llegaron al gobierno por la vía de elecciones desesperadas con porcentaje efímero y modesto, pero gracias a que la sociedad en aquellos momentos estaba en emergencia, esta banda de ladrones con habilidad y cinismo, haciendo suyas las consignas de la subversión de los años setenta y apoderándose del mito de los “derechos humanos”, se hizo del poder.



Se abrazaron con las ancianas de los pañuelos blancos, glorificando a los delincuentes subversivos desaparecidos, indemnizando a los deudos y residuos de aquella delincuencia facciosa, como lo políticamente correcto.



Supieron sumar a medios de comunicación a cargo de un periodismo mercenario (militante), para atacar a colegas independientes y manipular a una opinión pública confundida.



Tampoco le faltaron esos empresarios nacidos a la sombra de su poder con recursos de origen dudoso, que alcanzaron la mayor rentabilidad en sus negocios al amparo del kirchnerato: escuela delictiva de recursos.



Han sabido también mediante la coacción, estructurar lealtades en el poder judicial prevaricador por excelencia; de este modo obtienen impunidad amparados por jueces federales complacientes ante su poder.



Sintiéndose validados por una presunta democracia, dejan de lado a la majestad de la ley en la que se defecan.



Este régimen cleptocratico de los Kirchner con los millones que acumuló, sigue buscando la legitimación, renovación y perpetuación en el poder a través de la viuda y con la inefable ayuda que le sirve en bandeja, una mezquina e impotente oposición política solo atenta a sus intereses.



La secuela que dejan estos depredadores tiene como inventario a obras publicas con sobre precios, otras fantasmas y algunas innecesarias, licitaciones manipuladas, privatizaciones de favor, grandes delitos tributarios, desvío y saqueo de los fondos sociales, malversación de los dinero públicos. El caso Jaime es una muestra cabal de esto último y del compromiso que exhibe la justicia ante el poder.



Sin mencionar los casos de lavado de dinero y el tráfico de drogas.



La existencia de este drama sin embargo es tolerado por la hipocresía social.



Como aquello de otros tiempos: “roban pero hacen”; ahora también roban pero estamos ante el “boom” del consumo y eso disculpa.



Es la aceptación de lo anormal, pero todo sea por “las facilidades en cuotas”.



Esa sociedad no ve que en uno tiempo más se agravarán sus condiciones de vida y que de tanto ocultar la verdad, va a llegar un momento en que todo esto hará explosión porque tanto no se puede llegar a disfrazar la realidad con voluntarismo progresista.



Y esto no ha de superarse porque tampoco existe el líder con una estrategia política y programática para edificar un nuevo país.



Falta algo que es fundamental para elevarnos del sumidero en que estamos.



Es una educación de excelencia formal y familiar basada en los valores tradicionales, dejados de lado por este modelo dado en llamar “nacional y popular” de incubación de mediocridades.



Se hace imperioso restaurar esa forma de constitucionalidad que al decir de Raymond Aron era: “la subordinación de las decisiones gubernamentales a reglas”; contrariamente a lo que representa el régimen: la negación de la legalidad.



El problema es cómo lo resolvemos en esta hora nefasta de nuestra actualidad política.



No creemos que de las urnas salga la solución bajo ningún aspecto: ni con la consolidación del régimen como parece que al fin va a ser, ni con ninguno de los que conforman a esa oposición deslucida y desorientada, incapaz de una representación con postulados claros.



Como tampoco creemos que se ha de dar la restauración patriótica, desde el punto de vista del acto eleccionario por parte de quienes han de elegir, ya que de esa masa electora no podremos hacer coincidir el postulado claramente formulado en el

Discurso Preliminar de Marqués de Condorcet, de su ensayo: ”Sobre la aplicación de la probabilidad de la decisión adoptada en la pluralidad de voces” en donde decía: “Nosotros suponemos que todos los que dan su voto tienen igual sagacidad, igual justeza de espíritu de la cual hace igual uso, que están todos animados por un igual espíritu de justicia. En fin, que cada uno votó según él mismo como sucedería si cada uno diese por separado su punto de vista”



Esto definiría la presunción lógica de una democracia representativa.



Debemos advertir que en dicho postulado hay connotaciones morales y sociológicas y es fundamentalmente una visión liberal.



Claro que también existe el otro presupuesto negativo ya que no todo gobierno elegido por las mayorías es democrático.



Como lo señalara Bertrand de Jouvenel: “Un tirano puede ser elegido por sufragio universal y no por eso ser menos tirano. Lo que importa no es el origen de los poderes; es el control continuo y eficaz que los gobernados ejercen sobre los gobernantes”.



Y en esto último hemos fallado siempre porque para nosotros, todo se circunscribe a depositar un papel en una urna sin mucho compromiso y con ello ya nos darnos por cumplido con la ley.



Así hemos elegido y soportado los zafarranchos de gobiernos impresentables que supimos padecer y que seguiremos padeciendo como se vislumbra.

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