"El puntero"
Por JUAN SALINAS BOHIL
El pretendido amordazamiento de Vargas Llosa por parte del director de la Biblioteca Nacional y las críticas de, y hacia la SIP, han quedado atrás. Políticamente fueron, a pesar de toda la publicidad recibida, disparos de salva, tiroteos orales, fuegos artificiales con pólvora húmeda entre liberales de centro y liberales de izquierda, estos últimos con carné profesional de "periodista militante" gubernamental, tal como lo pidió el presidente de la agencia kirchnerista TELAM. Aunque en verdad, estos portadores del realismo mágico bolivariano, superan con creces el epíteto de cagatintas que Alfonsín bien podría haberles endilgado en su momento. Más aún, deberían ser señalados como orgullosos lameculos del "modelo nacional y popular", con el debido respeto de esa parte de la anatomía femenina tan trabajada, depilada y mostrada a toda hora en la televisión argentina sin que a las "feministas" se les mueva un pelo.
En política, mezclar realidades con fantasías y alterar situaciones para que parezca exactamente lo contrario es un juego sólo para elegidos. Con leer dos diarios por día, escuchar la radio y manipular a la perfección el control remoto del televisor no alcanza para su comprensión, porque como hemos dicho con anterioridad, la realidad supera con creces la ficción.
Y es casualmente en este último escenario donde la presentación de El puntero (Canal 13) se limita a mostrar la realidad como un espejo porque no se puede, ni por asomo, llegar a superarla. La serie cuenta la historia de un personaje de la política anclado en la tercera línea de sus aspiraciones que se mueve a sus anchas en una de las tantas villas de ese arrabal llamado Gran Buenos Aires. Allí no hay Vargas Llosas, "6,7,8" ni discusiones acerca de Papel Prensa, y como a miles y miles como él en todo el país, nada escapa en el lugar a su ojo avizor por lo que hace favores a cambio de votos y dinero, favores a los de arriba y a los de abajo. Y es que en cualquier intendencia del conurbano bonaerense todos se conocen y prestan -o alquilan- favores, y el Gitano (apodo del personaje de Chávez) no es la excepción porque allí una mano lava con el mismo jabón la del intendente, el juez, el comisario y hasta la de un legislador nacional.
Para quienes suelen extraviarse si se alejan quince cuadras del Obelisco, sentado frente a la pantalla de su televisor debe pensar que está presenciando una excelente ficción cuando es, a simple vista, una descarnada presentación de la generalizada corruptela argentina a través de un excelente Chávez aquejado, por momentos, quizás por indicación del director, con el mal crónico de la sobreactuación, y un Rodrigo de la Serna que encarna bien su papel de "pibe-chorro-drogadicto", pero de allí a presentarlo como distribuidor de drogas en la villa de la historia es falsear la realidad porque el que vende no consume, como el que espía no tira ni lleva los cargadores. Y es de la realidad que nos ocupamos en CORREO DE BUENOS AIRES.
Por esa causa es de destacar que al principio de la obra aparece en la pantalla el siguiente texto: "Los hechos y/o personajes del siguiente programa son ficticios. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia". No compartimos. Es pura realidad.
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martes, 24 de mayo de 2011
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