lunes, 23 de mayo de 2011

FIGURITAS


CFK, Moyano y Filmus

por Alfredo M. Olivera

El kirchnerismo en versión cristinista, que combina la fuerza domesticadora y hegemonizante de su predecesor con toques de fragilidad femenina, puede decirse que es fiel a sí mismo. Y lo es, aún cuando los observadores menos avisados no pocas veces puedan descubrir el más allá de sus sombras chinas, a veces tan atractivas y, en ocasiones, sólo generadoras de espanto.

Para el oficialismo, el relato de cuanto sucede es todo, dando a la simbología, o a la impronta actoral de sus intérpretes principales, mucho más importancia que a los hechos desnudos o en estado puro. Objetivamente importan, sí, los hechos.

Dos recientes obras de suspenso con su sello, como son las sugerencias de un supuesto final anunciado para Hugo Moyano, y también la opción por el senador Filmus para la defensa de sus colores en la Capital Federal, llevan la impronta del estilo patagónico heredado con toques de supuesta sutileza platense a cargo de quien sería la única conductora del justicialismo de hoy.

En cuanto al oponente elegido para dar batalla a la ‘derecha’ macrista era, hasta hace poco, portador del presunto virus de la insubordinación por haber huido del reto K sobre candidaturas testimoniales. Se dice, y seguramente es cierto, que el ex funcionario de Carlos Grosso y de Aníbal Ibarra medía mejor en las encuestas que los restantes integrantes de la terna ‘plebiscitada’ en la contienda sui generis resuelta por una sola persona entre Olivos y la Casa Rosada. ¿Fue un triunfo absoluto para ella, o tal vez sería más correcto hablar de una suerte de jugada obligada para la conducción del proyecto?

El líder cegetista, hasta hoy, asimila los embates –judiciales o no- del sector gubernamental que recela de sus formas (empezando por Cristina, que lo ha explicitado), pero manifestando en público su alineamiento conceptual con el modelo al que desearía ‘completar’ con la atención de las nutridas legiones de excluidos, que precisamente lo siguen siendo tras ocho años de sociedad compartida. Está a la vista que sólo unos pocos días han pasado desde la última remesa de dinero público a la central de que conduce el camionero.

Es evidente que el ahora abanderado de Cristina en la ciudad proclama hoy un verticalismo conmovedor, pero lo hace solo después de emitir mensajes subliminales al estilo de “me tomas o me dejas, tal vez porque me necesitas”.

La encrucijada de Moyano –que es mucho más severa que la descripta para el horizonte electoral capitalino- no obstante, exhibe algunos puntos en común con el caso Filmus. Es una pulseada de poder enormemente más gravosa para Cristina, es cierto, que la resignación de ésta acerca de sus preferencias en torno del ministro de Economía. Pero es igualmente verdadero que el camionero, rebajó un cambio y –a la vez- recibe un trato notoriamente cauteloso, especialmente en todo lo atinente a la instancia de su ratificación o recambio al frente de la CGT en el todavía hipotético nuevo turno de CFK. ¿O no es verdad que hace quince días muchos consideraron inminente el encumbramiento del constructor Gerardo Martínez para el sitial que hoy defiende, con la sombra de la probada contundencia efectivizada en forma conjunta con el poder K, en múltiples situaciones de ayer y de hoy? Si bien es cierto que el poco elegante transportista luce con notorias averías (¿sólo por acciones “clasemedieras”, como denuncian no pocos intelectuales y jóvenes funcionarios oficialistas?), el tiempo de su defenestración por manos cristinistas aparece aún borroso en el horizonte.

Vocación de mando y reclamo de obediencia en todos los órdenes es un axioma no escrito, pero sí fuertemente vivenciado, en la construcción kirchnerista. Si el prolijo (y poco recordado por sus efectos duraderos) ex ministro de Educación, está en aptitud de conciliar sus tímidos aires de independencia con una fantasía de obediencia debida en la ciudad, el arrollador Moyano aún se ve a sí mismo ‘clave’.

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