lunes, 1 de octubre de 2007

HERENCIA MALDITA

Un minucioso análisis de Ricardo Romano sobre la política de este período presidencial:

Franco Campeggi, un niño de tan sólo 12 años, fue muerto de un tiro en la nuca por un delincuente, posiblemente también menor de edad, en un cibercafé de la localidad de Moreno, en el conurbano bonaerense.

En Neuquén, un grupo de manifestantes que reclamaba la aparición del testigo desprotegido Jorge Julio López, agredió físicamente a un oficial del Ejército argentino, por el solo hecho de ser éste militar.

El gobierno ruso reclama con diez años de anticipación la devolución de un predio y de una dacha cedidos a la embajada de la República Argentina como gesto de amistad durante el primer gobierno de Perón.


Y Londres anuncia que se propone extender su dominio en el mar circundante a las islas Malvinas.
A primera vista desconectados entre sí, estos tristes hechos son todos parte de la herencia maldita que el kirchnerismo se dispone a dejarle al país.

Una Nación que por su fragmentación y su rumbo errático genera violencia entre los argentinos en lo interno mientras incita a la rapiña en lo externo. Adentro: intemperancia, agresión y muertes gratuitas. Afuera: pérdida total de respeto. Son dos caras de la misma realidad: un Estado que, en manos de un dúo improvisado y guiado sólo por sus intereses particulares, ha abdicado de las funciones que hacen a su razón de ser. Como presidente sobrevenido en la estela de la crisis del 2001, Néstor Kirchner se reveló muy pronto no como el instrumento de nuestra recuperación sino como el síntoma y la medida de nuestra decadencia. Argentina era una Nación arrasada que necesitaba ser reconstruida, reordenada y reconciliada. La pareja presidencial eligió en cambio medrar con la descomposició n convirtiendo los problemas en conflictos, las frustraciones en odios, el anhelo de justicia en revanchismo, los rencores en anatema, el insulto en política.

Y la “memoria” fue el sustituto de la falta de ideas. El resultado: la fragmentación en lo interno y el aislamiento en lo externo. Ahora bien, tan chocante como la pequeñez del equipo gobernante lo fue la resignación ambiente que, así en el plano político como en el empresarial, gremial, social y mediático, apañó los desatinos de estos cuatro años. Se llamó “pragmatismo” al oportunismo liso y llano; “autoridad” al despotismo no ilustrado en el uso y abuso de poderes y “firmeza” a la cobardía de hacer leña de cuanto árbol caído hubiera en el camino.
Fte: Tabano Informa

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