jueves, 4 de octubre de 2007

OFICIALISMO Y OPOSICIÓN

Oficialismo y oposición

Contradicciones, jactancias y subestimación.

La “gloria” de Carrió y Rodríguez Saá y la displicencia de Cristina Fernández.

Ante el desgaste y desgano de la sociedad argentina y a pocos días de las elecciones, algunos candidatos se encuentran en una demencial vorágine de gloria que los muestra como sujetos poseídos por las ansias de poder.

Se trata, fundamentalmente, de la señora Carrió y del señor Rodríguez Saá.

La primera, en su fuero interior considera que no llegará a segunda vuelta porque ganará en primera, manteniendo un discurso sostenido en los medios que versa entre denuncias, apocalipsis, desprecio y misticismo. Y siempre encuentra un culpable, como ser ahora Lavagna el único responsable de la inflación.

Mientras que el segundo, el artista puntano, considera explícitamente que será presidente de los argentinos.

Que le ganará, en segunda vuelta, a Cristina Fernández, dado que el FREJULI es el verdadero peronismo y su gestión en San Luis puede trasladarle, según declara, perfectamente a la Nación. Por ende, viviríamos en un país tal vez estable pero con pocas posibilidades de progreso.

El gobernador, en algunas de sus declaraciones en el programa que conduce el señor Mauro Viale por canal 26 dijo que el ninguneo no tenía sentido y minutos después, en un tono jactancioso y socarrón, se refirió a Carrió, Lavagna, Cristina y por supuesto a él, como los únicos candidatos en carrera, puesto que para el nostálgico y reiterativo peronista, el resto de los candidatos están amesetados.

Contradictorio y utópico, estableció que como presidente sacará adelante a nuestro país en tal solo seis meses. Eso lo lleva a convertirse en un vendedor más de utopías.

Sucede, que la antesala de estas elecciones es más particular que otras, dado que el oficialismo a vencer es estratega, acomodaticio y funcional a ciertos sectores sociales que viven del pasado.

Enarbolados en la selectividad de los derechos humanos y bajo una retórica de izquierda que nada tiene que ver con el socialismo y el progresismo, el gobierno copta adeptos. Los cuales, creerán que la inacción en materia de control social es la vía correcta para garantizar la convivencia armónica.

La confusión entre el derecho a la protesta social y el libertinaje social es lo que afecta el criterio y deshabilita, en algunos casos, el sentido común de quienes nos gobiernan. Aquellos que con sus actitudes de concesión y abulia no hacen más que contribuir al colapso de las distintas esferas. Fomentando, aún más, el estado de barbarie que se refleja en la cotidiano.

Un estado que agobia y desespera. Tanto es así, que en la carrera para la gobernación del centro neurálgico más revelador de la inseguridad, todos se vanaglorian de saber y conocer. Sin embargo, al momento de dar respuestas concretas a las preguntas más urgentes que desde los distintos medios se les hacen a los candidatos, lo que primeramente se produce, es una crítica al otro.

Y por supuesto que la inconsistencia e ineficacia de la gestión de Arslanian es visible y merecedora de críticas.

No obstante, en este camino a la gobernación, nadie ha mostrado una idoneidad superior. Con lo cual, reproducir la inseguridad puede ser el destino anunciado, ya que la mirada reduccionista entorno a la misma es generalizada. Desde Scioli hasta De Narváez, pasando por otros candidatos que parecen fantasmas.

La incomprensión acerca de que la inseguridad no puede limitarse solo al delito y que tampoco puede banalizarse culpando a los pobres como lo hace el actual ministro, son dos factores que alteran las construcciones de sentido de los individuos.

De los ciudadanos sujetados y atrapados por la inacción o la acción retardataria.

Otro tema a considerar es el debate.

Los candidatos presidenciales quieren debatir con la candidata oficial de manera inexorable.

Cuando ella se presenta ante el mundo con una actitud displicente para con los medios nacionales y también, para con sus oponentes. Actitud que genera la ira de todos y la coloca, otra vez, en el epicentro. Es decir, en su desesperación por debatir con la senadora, la oposición contribuye a que la misma se sienta superior.

Cuando en realidad, la indiferencia y la concentración en el trabajo propio es lo peor que se le puede hacer a una mujer de sus características.

Que no intervenga en el debate no la conduce a estar por encima de nadie. Al contrario.

Sobre su decisión pueden hacerse tres lecturas.

Por un lado, desconocer el juego político. En segundo lugar, desestabilizar con su negativa al resto que centraliza su atención en ella sin enunciar sus programas de gobierno. Y por último, no someterse al debate por temor a tener que enfrentarse con los espectros que padece.

Ahora bien, lo cierto es que el oficialismo perverso y negador está muy cómodo en su posición observando cómo varios de los candidatos adversarios se sobreestiman y se subestiman entre ellos.

Porque si bien es cierto que la oposición no logró unirse para formar un frente más fuerte, también es cierto que en estas instancias, los reproches y las confrontaciones no tienen sentido alguno.

Formas inexactas de proceder, ya que sobre el oficialismo todos piensan lo mismo. Solo cambian las formas de combatirlo. Los modos de expresión y la coherencia en el discurso. Además, claro está, de la falta de ética que demuestran aquellos que se postulan para varios cargos con tal de no quedar afuera.

Laura Etcharren

No hay comentarios: