En la supuesta etapa de “despedida” de Néstor Kirchner no hay posibilidad de balances para demostrar la eficacia de una gestión que no dejó demasiado para la ciudadanía. Basta una simple lectura a las portadas de los medios de los últimos cuatro años para corroborar que la Argentina de hoy no es esencialmente diferente a la Argentina del 2003 cuando el Jefe de Estado asumió al poder. Únicamente, el regreso al pasado desde un revisionismo distorsionado se instaló como tema permanente, y sirvió de “caballito de batalla” para una administración que no aportó grandes cambios y que, indudablemente, estuvo signada por la suerte y el llamado “viento de cola” internacional. Puertas adentro, la oposición le regaló 4 años de Gobierno a Néstor Kirchner y está presta a ofrecerle 4 más.
Ciertos asombros de estos últimos días no se entienden. Que el discurso del Presidente en las Naciones Unidas reclamando ayuda a Irán para “esclarecer” el atentado de la AMIA aparezca en la escena nacional como una oratoria merecedora de loas no admite lógica. En su primera alocución en la ONU, Kirchner dijo prácticamente lo mismo amén de criticar las políticas neoliberales y las funciones de los organismos crediticios. Amén de ello, antes de cumplir un año en su cargo, en el 2004, el Primer Mandatario planteó la falta de colaboración de Irán con motivo de producirse la detención del ex embajador iraní. Las alabanzas de hoy solo parecen emanar de una desmemoria no arbitraria. Tampoco hay posibilidad de analizar la gestión en materia de seguridad. Corría el año 2003, empezaba el 2004 y en el país ya se suscitaban secuestros a diario, algunos casos resonantes como el del padre de Leandro Astrada o el de Cristian Traverso y otros ignotos que apenas aparecían un par de días en los diarios. Respecto a los servicios, por ejemplo, en los primeros años de gobierno, los subterráneos ya cortaban sus frecuencias sin previo aviso aduciendo problemas de infraestructura y conflictos con el gremio, y para este mismo mes pero del 2003 los medios daban cuenta de los problemas que se mantendrían en el escenario si no se obraba en consecuencia.
Se leía en ese entonces que “Unos mil quinientos manifestantes bloquearon ayer durante dos horas el puente internacional General San Martín, que une la ciudad entrerriana de Gualeguaychú con la uruguaya de Fray Bentos, para protestar contra la instalación de una planta de celulosa sobre el río Uruguay al considerar que es "altamente contaminante". (Domingo 5 de Octubre de 2003, Clarín) Este último domingo, palabras similares se repitieron: “Puntualmente, los integrantes de la Asamblea de Gualeguaychú cortaron la ruta 14 para protestar contra la instalación de la pastera Botnia en la localidad uruguaya de Fray Bentos” (Domingo 30 de Septiembre de 2007, Clarín) Nada ha variado, sólo que la papelera ya está instalada. Mientras acá se protesta, enfrente se ejecuta. Una sutil diferencia.
Apenas iniciada la Presidencia de Kirchner, éste se dedicó a hacer campaña por las provincias facilitando la reelección de Carlos Rovira en Misiones, de José Alperovich en Tucumán, de José Manuel De La Sota en Córdoba. Hoy continúa con esa tarea sólo que acompañando a la Primera Dama devenida candidata. En síntesis, en 4 años nada se ha alterado significativamente en la Argentina. Posiblemente se demoró en aplicar la estrategia de la mentira sostenida y la manipulación de índices puesto que antes de culminar el 2003 se vaticinaba desde el Gobierno una inflación del 14% para el 2004. La estimada para el 2008 seguramente tendrá delante un signo menos… Aunque, paradójicamente el mismo Estado que proyectó un presupuesto de $ 220 mil millones para este año, para el próximo proyecta $ 360 mil millones. ¿En qué se irá la diferencia? El INDEC probablemente sea el encargado de dar la respuesta.
Pareciera que nada está tan mal como para reclamar. El pueblo no demanda a pesar de los juramentos que se han hecho. A tal punto parece estar todo bien que ni siquiera es menester elegir candidatos para probarlos en las urnas, ellos deciden quiénes y de qué manera se expondrán allí. La gente luego, como rebaño, ira a votarlos: al menos malo, al segundo en intención de voto para frenar la hegemonía kirchnerista, por descarte, porque es más simpático… Esas son las causas para votar a uno u otro de los postulantes. No suena muy razonable, tampoco muy democrático.
Sin embargo, hay quienes predicen que, de seguir en este trance, no se sostiene el crecimiento sin inversión, y esta no llega. Pero el cuándo la economía se estanca nadie lo arriesga y posiblemente el período de tiempo sea incierto. O los precios internacionales, o las retenciones, o las cosechas record, etc., etc., siempre hay algo que salva… Pero salvando así al país, extrañamente, se lo mata. Esa es la gran paradoja del crecimiento argentino. Más que emerger de una política concreta, previsible, dialogada, que contemple el largo plazo más allá de la furtiva inmediatez de esa prosperidad que puede sintetizarse en el viejo refrán “pan para hoy y hambre para mañana”, surge de la buena suerte, del factor climático, de los chinos y la soja o de los mercados foráneos.
Desde luego que la imagen del Presidente no se sostuvo en los últimos años, hubo un “darse cuenta” en muchos sectores de la sociedad pero también ha obrado maravillas la estrategia oficialista por mantener distraída la atención pública y manejar pautas publicitarias capaces de “secar” noticias. En el transcurso hasta este “ahora” en que la campaña genera anomia y desidia, los errores cometidos fueron muchos, traspiés que en un país serio no hubieran permitido siquiera que un candidato oficialista tuviera chance de vencer. Sin embargo, es la candidata oficial quién está a punto de inaugurar la continuidad.
Con una campaña detrás de la frontera y con una distancia férrea con la sociedad, Cristina Fernández salió a venderse afuera. Habló ante los empresarios con menos aplausos que los cosechados en el pre coloquio de IDEA. La senadora aseguró que la Argentina "ofrece ventajas muy importantes para los que invierten”. Simultáneamente a sus palabras se daba a conocer el último informe elaborado por el Banco Mundial (BM) y la Corporación Financiera Internacional (CFI), según el cuál: “Argentina no reúne los requisitos básicos para invertir”. En el ranking que analiza, tomando en consideración 178 naciones, dónde hay más facilidades de emprender un negocio y por ende, también muestra cuáles son los países que más trabas ponen a la inversión, la Argentina se encuentra de la mitad de la tabla para abajo. Ocupa el puesto 109, un lugar más atrás que Nigeria y Bangladesh.
No se tuvo en cuenta la cantidad de ventas en los shopping ni el incremento de telefonía celular en los hogares, tampoco la recaudación. Para evaluar la seducción del país se tomaron como indicadores el tiempo requerido para la apertura de una compañía, la solicitud de licencias, las leyes laborales, el registro de derecho de propiedades, el acceso al crédito, la protección para los inversores, los impuestos, las posibilidades de exportación, el cumplimiento de los contratos, y el tiempo requerido para cerrar un negocio. Y la Argentina ha retrocedido en esos aspectos. El estudio agrega además que “entre abril de 2006 y junio de 2007, se produjeron 200 reformas, repartidas entre 98 economías. Argentina sólo produjo una sola transformación pero no a favor, sino en contra puesto que tornó más complejas las condiciones para cerrar una empresa” (puesto 147, uno de los valores más altos del mundo) Para coronar la alocución de la senadora en Estados Unidos, se publicaba el último trabajo de Transparency International, evaluando a los países en una escala ascendente de los menos hasta los más corruptos. El mismo da cuenta que de 180 naciones, Argentina marcha en el puesto 105 compartiendo la posición con Bolivia, Albania, Burkina Faso y Egipto. No sumó. Los inversores deberán debatirse entre la oratoria de Cristina Kirchner y los datos fácticos para tomar su decisión.
Mientras eso ocurre, en el país el escenario no presenta altibajos importantes a simple vista. No hay voz que salga a explicar qué pasa o qué puede pasar. Nunca desde el Ministerio de Economía o desde Balcarce 50 se explicó por qué este modelo no terminará en otra crisis más. Tampoco se sostuvo cómo se mantendrá el crecimiento. ¿Cuáles son sus bondades más allá de que hoy la gente compra más?¿Por qué si no hay inflación, se subsidia la papa y se aprieta a los empresarios? No hay respuestas cuando surgen dudas de la maravilla que es la Argentina kirchnerista. Da que pensar. El silencio otorga. Otorga inseguridad y los argentinos, lamentablemente, se han acostumbrado a vivir en ese marco.
Estos días se especulará con los posibles ministros que se irán si gana la Primera Dama, y se barajarán nombres de candidatos a reemplazos. Nada que aporte un ápice a la gente. Nada que modifique la inseguridad reinante, nada que repare la pobreza y el incremento de villas miseria. Nada que aporte a la educación estatal signada por los paros docentes, nada que haga que los hospitales tengan los insumos necesarios para atender al paciente. Nada. Lo mismo que pasará una vez concluida la elección si sólo se reemplaza por pollera un pantalón.
(*) Lic. GABRIELA R. POUSA -
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario