domingo, 14 de octubre de 2007

PUNTEROS Y VOTOS

Entre punteros y voto electrónico
Hugo Martini

Un fantasma recorre la política argentina: el fantasma de la desconfianza. La frase es tan exagerada como la famosa apertura del manifiesto de Marx y Engels, porque si el fantasma del comunismo no recorría Europa entonces, la desconfianza en la Argentina cubre sólo la transparencia del acto electoral del próximo 28 de octubre: su escrutinio y resultado. El otro problema referido a la política es el desprestigio, que las leyes no pueden solucionar.
¿Por qué esta desconfianza?

Porque estamos viviendo en el mundo de Bill Gates y registramos los votos como en la época del General Roca: de a uno y a mano. ¿Cómo hacemos para despersonalizar el proceso que empieza cuando se cierran los comicios? Tenemos que elegir entre que lo sigan realizando las autoridades de mesa y los fiscales de los partidos o utilizamos el instrumento del voto electrónico y se lo damos para que lo determine la programación de un software.

¿Cuáles son los riesgos de uno y otro sistema?

Las personas que cuentan los votos pueden ser compradas o vendidas, transformándose en operadores o punteros, y el software puede ser hackeado para violar la realidad del resultado.

Todo el debate tecnológico sobre un sistema u otro se reduce a la siguiente opción: la argentina política tendrá que elegir en el próximo año entre mejorar la cultura del puntero para hacerlo creíble o invertir para mejorar el software y hacerlo impenetrable.

Un dato económico: la sola impresión de boletas para votar el 28 de octubre tiene un costo de aproximadamente 20 millones de dólares. ¿No se puede buscar un sistema electrónico para aplicar a partir de 2009- que ofrezca certidumbre y confianza por 20 millones de dólares? ¿No vale la transparencia de un resultado electoral el doble o el triple de esa suma?

Las elecciones celebradas este año para elegir gobernadores en las provincias de Córdoba (2 de septiembre) y el Chaco (16 de septiembre) prendieron luces coloradas en la confianza de la gente. Los resultados serán probable y finalmente aceptados, pero nadie cree del todo sobre la transparencia de ambos escrutinios. En las dos provincias, 24 horas después de cerrado el acto electoral, no sabíamos quiénes habían ganado.

En las últimas elecciones en Brasil donde hay voto electrónico- votaron 120 millones de personas. Se eligieron presidente y gobernadores, autoridades de 5562 municipios, 377.000 entre alcaldes y concejales y estuvieron en juego 406.000 cargos. El 80% de los resultados estuvo disponible en 50 minutos. Hubo muy pocas protestas.

¿En medio de tanto talento argentino no valdría la pena empezar a intentar algo parecido?

¿Cuántos candidatos quieren asumir, desde hoy, el compromiso de abandonar el actual sistema cavernario de contar los votos, como si fueran piedritas, que se caen y se pierden?

La primera pregunta que deberían hacerse los que van a votar el domingo 28 sería: ¿qué candidatos llevan entre sus promesas el compromiso del voto electrónico? ¿Quién cree usted que está dispuesto a cumplir con esa promesa? Sería una buena idea, si bien ligeramente utópica, darle la espalda a los que proponen en el mejor de los casos- hacer de los punteros personajes honorables.

Una de las pocas cosas en la que todos los argentinos parecen estar de acuerdo es sobre la importancia de mantener el sistema democrático. Pero es necesario comprender que la confianza en los resultados electorales es el principio y fin del sistema.

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