El arreglo después del temblor: ¿y si no arreglan?
El envío de un proyecto de ley al Congreso de la Nación por parte del matrimonio Kirchner con respecto a la aprobación por sí o por no del aumento de las retenciones móviles, extiende aún más el nudo central del problema que derivó en más de cien días de una guerra política, económica y propagandística sin igual y pocas veces conocida en Argentina entre el Gobierno y los agricultores. Con esta medida y como por arte de magia, la Casa Rosada pretende que sus súbditos del Congreso se hagan responsables de la complicación que no fue capaz de solucionar y que, lamentablemente, acrecentó con su soberbia y los permanentes agravios que profirió al otro bando.
Salvo excepciones que corresponden a la oposición, sus integrantes se destacan por la falta de interés por el trabajo legislativo, las reiteradas ausencias de sus a las sesiones, la aprobación de leyes que no guardan relación con el interés de la sociedad, el permanente cambio de lealtades que descolocan en forma permanente a sus electores y la evidente sumisión a los deseos de cualquier Ejecutivo. Estas características han sido señaladas desde 1983 a la fecha por los medios de prensa y numerosos legisladores nacionales de manera que, permítasenos dudar del repentino fervor de muchos defensores de la democracia ante esta nueva instancia del Ejecutivo que pretende elevar a las dos cámaras legislativas nacionales a íconos de la vida republicana. Ni poco ni demasiado.
Al levantarse el paro de los ruralistas y en consecuencia el taponamiento de rutas en el que colaboraron en las últimas semanas los transportistas de granos, el Gobierno respiró aliviado. Es que ocho días antes, luego de la detención de uno de los líderes de la protesta agraria que produjo a las pocas horas cacerolazos en los principales pueblos y ciudades del país, el kirchnerismo en pleno, con los dos Presidentes en ejercicio a la cabeza, salió a manifestarse a través de agresivas declaraciones, conferencias de prensa y actos públicos pagados por los contribuyentes transmitidos por la cadena nacional de la manipulación pública. En apariencia el remedio resultó peor que la enfermedad y ocasionó nuevos cacerolazos de la opositora clase media.
Por más que se lo niegue, en esa semana los Kirchner sintieron bajo sus pies cierto temblor desestabilizador provocado por sus propios e innumerables yerros más que por oscuras intenciones golpistas atribuibles a los agropecuarios y a los golpes en "las cacerolas de la abundancia". Sin embargo logró el objetivo político y propagandístico de aliviar la repercusión que generó el arresto de la principal figura contestaria del campo. Similar caso es la instalación de carpas por parte de “organizaciones sociales” subsidiadas afines al oficialismo en la Plaza de los Dos Congresos desde donde se intenta explicar la posición del Gobierno en su entredicho con el campo. El hecho es que hasta el día de hoy dichos sectores, que crecen, se multiplican y financia el amparo oficial, no cuentan con permiso de las autoridades de la Ciudad para su colocación. No obstante, por su cantidad y dimensiones han evitado que otra carpa, la de los ruralistas, que sí contaba con autorización, pueda instalarse en el lugar. Visto lo sucedido y como medida de prevención ante las continuas agresiones de todo tipo que llevan a cabo las bandas gubernamentales, esta última no será colocada.
Hoy a la 18 habrá una nueva reunión entre uno de los Kirchner y los dirigentes de las principales asociaciones agropecuarias. Será una más y muy extraña porque los ruralistas fueron acusados en forma pública de propiciar un golpe de Estado, causar inflación, desabastecer la mesa de los argentinos y un sinfín de cuestiones. Demasiado. Por mucho menos se arresta a una persona. Pero, la historia universal enseña que las rebeliones por impuestos acaban con el impuesto o con el soberano. Mejor un mal arreglo que un buen juicio y todos contentos, habrán pensado ambas partes. ¿Y si el diablo revolea el poncho y no arreglan? A veces es mejor pensar que al cavar una fosa para otro se corre el riesgo de caer en ella.
SALINAS BOHIL
CORREO DE BUENOS AIRES
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