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El kirchnerismo le declara la guerra a Macri
El apoyo del jefe de Gobierno al campo desató la furia oficial. “Preparense, se terminó la política de la buena vecindad”, fue la advertencia oficial. El plan para caotizar la Ciudad.
Buenos Aires, lapolíticaonline, 24/06/08, 16:42
Se trata de una serie de mensajes y hechos concurrentes lo que permite afirmar que el kirchnerismo ha decidido en las últimas horas cambiar su política de “buena vecindad”, con el jefe de Gobierno Mauricio Macri.
El detonador obvio –no es necesario que buscar motivaciones políticas alambicadas en el kirchnerismo- fue el creciente apoyo de Mauricio Macri a la protesta del campo que se terminó de explicitar con su presencia junto a los diputados nacionales del PRO, para que empujen la modificación de las retenciones móviles.
“Hasta acá llegó nuestro amor, te aviso que a partir de ahora vamos a empezar a confrontarlos”, le dijo ayer un funcionario nacional a un par macrista con el que suele interactuar por motivos de gestión. “¿Pero porqué?”, pregunto con espanto el funcionario porteño. Para escuchar una catarata de insultos contra el jefe de Gobierno por su apoyo a la protesta del campo.
La estrategia del caos
El anticipo de este giro beligerante, lo sintió en la piel el macrismo la semana pasada cuando el gremio de taxistas que conduce el kirchnerista Omar Viviani, decidió de un segundo a otro paralizar el centro porteño con una protesta que rechazaba una modificación en el uso de los carriles exclusivos, que el macrismo nisiquiera había implementado.
La misma repuesta agresiva –esta vez por la inacción-, percibió ayer la administración porteña cuando pidió colaboración a la Policía Federal que depende del ministro Aníbal Fernández, para desalojar las tiendas que el kirchenrismo instaló frente al Congreso nacional, por carecer las mismas de las autorizaciones que dispone la normativa.
El plan es simple, pero no por eso hay que desmerecer su eficacia. Se trata de “caotizar” el espacio público de la Ciudad, de manera de traumatizar la gestión macrista obligándola a resolver cada día algún conflicto que le impida planificar una gestión medianamente razonable.
El mismo dispositivo de disciplinamiento que en su momento la Casa Rosada le aplicó a Jorge Telerman, cuando este acordó una alianza electoral con Elisa Carrió. Ya se sabe que el kirchnerismo no suele reparar en los intereses de la sociedad cuando se lanza a la confrontación política.
Por ejemplo, para castigar a Telerman se incendió un asentamiento –Villa el Cartón-, hecho que investiga la justicia, que ya comprobó que fue intencional. En esa misma línea desestabilizante otro flanco al que suele apelar el oficialismo es la denuncia judicial, en lo posible radicada en algún juzgado amigo. Basta recordar los casos del título trucho y la publicidad de Sol Group.
Y en tercer término, pero no menos importante, otra herramienta a la que la Casa Rosada parece estar apelando para complicar la gestión de Macri es entorpecerle el financiamiento externo, de manera que no pueda concretar las grandes obras que prometió.
Ahogo financiero
La semana pasada, el bloque kirchnerista le trabó en la Legislatura la aprobación de las condiciones para que pueda emitir deuda por 500 millones de dólares. Es muy posible que a pesar de todo el macrismo consiga este jueves los votos necesarios para aprobar el trámite. Pero fue una primera señal. Los tiempos de la oposición sensata, cuando le votaban todo lo que enviaba quedaron en el pasado, y se cuentan por decenas los proyectos que el gobierno porteño tiene trabados en la Legislatura de la ciudad.
Pero no es el único resorte con el que cuenta la Casa Rosada. Los trámites tendientes a la aprobación de los multimillonarios créditos solicitados a organismos multilaterales como el BID y el Banco Mundial, están absolutamente paralizados en la Jefatura de Gabinete.
Se trata, por ejemplo de los 2.500 millones de dólares necesarios para ampliar la red de subtes; u otros 1.000 millones destinados al soterramiento del Sarmiento; o la construcción del coqueto Tranvía del Este que uniría Puerto Madero con La Boca. O estratégicas para la Ciudad que fueron anunciadas con bombos y platillos en el Salón Blanco de la Casa Rosada, cuando la Presidenta le sonreía al jefe de Gobierno, casi ensayando una civilizada “cohabitación” al estilo francés.
Política de buena vecindad que luego Macri ajustaba en almuerzos con el jefe de Gabinete Alberto Fernández. Bueno, hace ya mucho tiempo que esas comidas de respetuosos rivales quedaron en el olvido. El pacto sellado entre estos dirigentes –si es que hubo algún pacto- a lo sumo alcanzó para destrabar la licitación de mobiliario urbano, que de todas maneras viene complicada.
¿Con quién cuenta Mauricio?
La situación actual es interesante en dos sentidos. Desde el plano político más general daría la impresión que “las circunstancias” trabajan a favor de Mauricio Macri, como en su momento el hartazgo final con el menemismo ayudaron a Fernando de la Rúa, pese a que su gestión en la Ciudad no fue precisamente descollante. El electorado porteño suele votar en clave nacional y el desgaste del kirchnerismo objetivamente favorece a Macri. En ese sentido el apoyo al campo le suma.
El problema es que esto le desencadena el mencionado conflicto con la Casa Rosada y no parece Macri contar con un equipo sólido para enfrentar una batalla que conociendo al kirchnerismo será implacable.
El desinterés –algunos dicen desprecio- que el jefe de Gobierno tiene hacia la política tradicional, es muy posible que a partir de ahora, cuando hay que gestionar conflictos políticos, le empiece a restar. Lo que quedaba lindo en la campaña, en esta instancia no importa y no hay cosa más peligrosa para un gobernante que revelar impotencia.
La línea entre la victimización y la impericia es muy delgada. También en ese sentido Fernando de la Rúa es un caso a mirar con atención. La increíble pérdida de autoridad que inflingió ayer al gobierno de la Ciudad su incapacidad para desalojar a quienes instalaron la carpa frente al Congreso, se corporizó en el fastidio público que expresó Horacio Rodríguez Larreta. Quedó claro que el kirchnerismo tiene dos varas para medir la legalidad, pero también quedó en evidencia que el gobierno porteño no puede garantizar el control del espacio público en su propio territorio.
Se trata entonces de un tiempo político que para Macri combina escenarios muy favorables con grandes riesgos, y conflictos asegurados. Todo lo que requiere grandes dosis de músculo político que difícilmente pueda compensarse apelando a sonrisas desentendidas y consignas simpáticas.
El kirchnerismo le declara la guerra a Macri
El apoyo del jefe de Gobierno al campo desató la furia oficial. “Preparense, se terminó la política de la buena vecindad”, fue la advertencia oficial. El plan para caotizar la Ciudad.
Por Ignacio Fidanza
| 16:42
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Se trata de una serie de mensajes y hechos concurrentes lo que permite afirmar que el kirchnerismo ha decidido en las últimas horas cambiar su política de “buena vecindad”, con el jefe de Gobierno Mauricio Macri.
El detonador obvio –no es necesario que buscar motivaciones políticas alambicadas en el kirchnerismo- fue el creciente apoyo de Mauricio Macri a la protesta del campo que se terminó de explicitar con su presencia junto a los diputados nacionales del PRO, para que empujen la modificación de las retenciones móviles.
“Hasta acá llegó nuestro amor, te aviso que a partir de ahora vamos a empezar a confrontarlos”, le dijo ayer un funcionario nacional a un par macrista con el que suele interactuar por motivos de gestión. “¿Pero porqué?”, pregunto con espanto el funcionario porteño. Para escuchar una catarata de insultos contra el jefe de Gobierno por su apoyo a la protesta del campo.
La estrategia del caos
El anticipo de este giro beligerante, lo sintió en la piel el macrismo la semana pasada cuando el gremio de taxistas que conduce el kirchnerista Omar Viviani, decidió de un segundo a otro paralizar el centro porteño con una protesta que rechazaba una modificación en el uso de los carriles exclusivos, que el macrismo nisiquiera había implementado.
La misma repuesta agresiva –esta vez por la inacción-, percibió ayer la administración porteña cuando pidió colaboración a la Policía Federal que depende del ministro Aníbal Fernández, para desalojar las tiendas que el kirchenrismo instaló frente al Congreso nacional, por carecer las mismas de las autorizaciones que dispone la normativa.
El plan es simple, pero no por eso hay que desmerecer su eficacia. Se trata de “caotizar” el espacio público de la Ciudad, de manera de traumatizar la gestión macrista obligándola a resolver cada día algún conflicto que le impida planificar una gestión medianamente razonable.
El mismo dispositivo de disciplinamiento que en su momento la Casa Rosada le aplicó a Jorge Telerman, cuando este acordó una alianza electoral con Elisa Carrió. Ya se sabe que el kirchnerismo no suele reparar en los intereses de la sociedad cuando se lanza a la confrontación política.
Por ejemplo, para castigar a Telerman se incendió un asentamiento –Villa el Cartón-, hecho que investiga la justicia, que ya comprobó que fue intencional. En esa misma línea desestabilizante otro flanco al que suele apelar el oficialismo es la denuncia judicial, en lo posible radicada en algún juzgado amigo. Basta recordar los casos del título trucho y la publicidad de Sol Group.
Y en tercer término, pero no menos importante, otra herramienta a la que la Casa Rosada parece estar apelando para complicar la gestión de Macri es entorpecerle el financiamiento externo, de manera que no pueda concretar las grandes obras que prometió.
Ahogo financiero
La semana pasada, el bloque kirchnerista le trabó en la Legislatura la aprobación de las condiciones para que pueda emitir deuda por 500 millones de dólares. Es muy posible que a pesar de todo el macrismo consiga este jueves los votos necesarios para aprobar el trámite. Pero fue una primera señal. Los tiempos de la oposición sensata, cuando le votaban todo lo que enviaba quedaron en el pasado, y se cuentan por decenas los proyectos que el gobierno porteño tiene trabados en la Legislatura de la ciudad.
Pero no es el único resorte con el que cuenta la Casa Rosada. Los trámites tendientes a la aprobación de los multimillonarios créditos solicitados a organismos multilaterales como el BID y el Banco Mundial, están absolutamente paralizados en la Jefatura de Gabinete.
Se trata, por ejemplo de los 2.500 millones de dólares necesarios para ampliar la red de subtes; u otros 1.000 millones destinados al soterramiento del Sarmiento; o la construcción del coqueto Tranvía del Este que uniría Puerto Madero con La Boca. O estratégicas para la Ciudad que fueron anunciadas con bombos y platillos en el Salón Blanco de la Casa Rosada, cuando la Presidenta le sonreía al jefe de Gobierno, casi ensayando una civilizada “cohabitación” al estilo francés.
Política de buena vecindad que luego Macri ajustaba en almuerzos con el jefe de Gabinete Alberto Fernández. Bueno, hace ya mucho tiempo que esas comidas de respetuosos rivales quedaron en el olvido. El pacto sellado entre estos dirigentes –si es que hubo algún pacto- a lo sumo alcanzó para destrabar la licitación de mobiliario urbano, que de todas maneras viene complicada.
¿Con quién cuenta Mauricio?
La situación actual es interesante en dos sentidos. Desde el plano político más general daría la impresión que “las circunstancias” trabajan a favor de Mauricio Macri, como en su momento el hartazgo final con el menemismo ayudaron a Fernando de la Rúa, pese a que su gestión en la Ciudad no fue precisamente descollante. El electorado porteño suele votar en clave nacional y el desgaste del kirchnerismo objetivamente favorece a Macri. En ese sentido el apoyo al campo le suma.
El problema es que esto le desencadena el mencionado conflicto con la Casa Rosada y no parece Macri contar con un equipo sólido para enfrentar una batalla que conociendo al kirchnerismo será implacable.
El desinterés –algunos dicen desprecio- que el jefe de Gobierno tiene hacia la política tradicional, es muy posible que a partir de ahora, cuando hay que gestionar conflictos políticos, le empiece a restar. Lo que quedaba lindo en la campaña, en esta instancia no importa y no hay cosa más peligrosa para un gobernante que revelar impotencia.
La línea entre la victimización y la impericia es muy delgada. También en ese sentido Fernando de la Rúa es un caso a mirar con atención. La increíble pérdida de autoridad que inflingió ayer al gobierno de la Ciudad su incapacidad para desalojar a quienes instalaron la carpa frente al Congreso, se corporizó en el fastidio público que expresó Horacio Rodríguez Larreta. Quedó claro que el kirchnerismo tiene dos varas para medir la legalidad, pero también quedó en evidencia que el gobierno porteño no puede garantizar el control del espacio público en su propio territorio.
Se trata entonces de un tiempo político que para Macri combina escenarios muy favorables con grandes riesgos, y conflictos asegurados. Todo lo que requiere grandes dosis de músculo político que difícilmente pueda compensarse apelando a sonrisas desentendidas y consignas simpáticas.
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