jueves, 11 de septiembre de 2008

KARTA A KRETINA

Carta abierta a la Presidente

Creame señora, que no trepidare en manifestarle mis discrepancias sobre lo que considero los grandes intereses nacionales.

Por Enrique A. Escobar Cello


Señora Presidente:

No encontrará en mi carta agravios ni descalificaciones personales. Estoy persuadido que los asuntos de nuestra nación son demasiado serios y apremiantes para perder tiempo cayendo en lo ofensivo. Pero, créame señora, que no trepidaré en manifestarle mis discrepancias sobre lo que considero los grandes intereses nacionales.

El domingo último leí en La Nación sus manifestaciones en Suape, Brasil referidas al empresariado nacional, a su baja auto estima y a una supuesta falencia de patriotismo por parte de este importante sector de la producción.

La cito: “Envidio muchas cosas de Brasil, pero esencialmente, la clase empresarial que tiene”. (…)”Esta auto estima (a su juicio perdida por nuestra clase empresaria) y la energía positiva ayuda a construir una país”. (…) “Se pueden tener infinitos recursos naturales, una gran extensión geográfica, pero si no se siente ese amor por la patria y ese espíritu de grandeza y de superación es muy difícil llegar a ser un gran país”.

Creo que los problemas económicos de nuestra nación no pasan por subconscientes colectivos de autoestima de un sector, ni por el desapego o la falta de amor a la Patria.

El empresariado argentino (al igual que todos los empresariados del mundo libre, cuando menos) está compuesto por gentes de negocios y los negocios se hacen para obtener beneficios, esto es ganancias. Cuando las empresas no ganan lo suficiente para autoabastecerse y obtener dividendos, cierran o enervan su ritmo productivo, generando así desocupación en la población, adonde sí cae la autoestima y crece la dependencia.

Es preciso entonces, establecer las bases concretas para incentivar (como lo hace Brasil) la radicación de capitales con fines productivos.

Como Usted (ni ninguno de nosotros) no ignora señora, la fábrica que fue a inaugurar en Brasil es de un empresario argentino, favorecido por un crédito de fomento del Estado brasilero del orden de los 40 millones de dólares. Si ese crédito, con más las ventajas que Brasil ofrece para incentivar las inversiones en determinadas áreas productivas, le hubiera sido otorgado por el gobierno que preside, señora, créame que el señor Pescarmona (empresario argentino a que aludimos) no hubiera viajado tan lejos para establecer su planta.

¿Fomenta de alguna manera el Estado nacional que Usted preside una política de inversiones para la radicación de capitales en áreas productivas que crearían nuevos y numerosos puestos de trabajo?

¿Da el Estado señales claras -mediante índices genuinos- que generen confianza al empresariado ya establecido para reinvertir en sus empresas, modernizarlas y aumentar así sus producciones y el requerimiento de mano de obra?

¿Se han dado los pasos necesarios para establecer en nuestro país plantas que fabriquen los insumos básicos que importamos, para economizar de esa forma el drenaje de divisas que sólo favorece mano de obra y fletes extranjeros?

¿Se construyen caminos y modernizan ferrocarriles de carga que favorezcan la integración de nuestras economías regionales?

A estos interrogantes, sólo podemos responder negativamente.

Eso es lo que hace el Brasil señora presidente, y con esa política -que iniciáramos juntos 1958, pero que nosotros interrumpimos en 1962 para nunca más retomar- han logrado la confianza del empresariado. Y esa es la palabra clave: Confianza, no autoestima, confianza, fe, credibilidad.

La extensión de nuestro territorio y las riquezas que encierra deben ser intensivamente explotadas, y no lo son, ni siquiera superficialmente.

Brasil, en cambio, no se adormece con retóricas y expresiones de deseos. Hace. Establece las bases y profundiza su desarrollo por encima de cualquier ideología.

Mire a su colega brasileño, señora presidente. Con lúcida honestidad intelectual, supo comprender que aquel discurso que proclamaba antes de llegar a la presidencia no era aplicable en la realidad de los hechos y, sin perder de vista sus ideales de un Brasil mejor, cambió el rumbo prefiriendo ser primero brasileño, por encima de su ideología, y se puso a trabajar.

Otra cosa de los brasileños y continuada por su colega Lula: No grava con retenciones las exportaciones agrícolas ganaderas.

Creo entonces señora presidente, que mejor que envidiar a Brasil, será imitar a Brasil.

“El hombre es el artífice de su propio destino”, sostenía su líder histórico, el general Perón. Los pueblos también lo somos.

El pueblo de la Nación que Usted tiene el honor de presidir clama por el progreso (no por el progresismo, me permito aclarar) y la liberación que sólo le traerá una política de desarrollo intensivo de nuestras potencialidades, naturales y humanas. Algún gobierno vendrá a la Argentina que retome el sendero del desarrollo económico, con orden, seguridad y democracia real. ¿Por qué no ser el suyo?

La fórmula no es, en realidad, tan complicada, radica fundamentalmente en trabajar con inteligencia, creatividad, honestidad y patriotismo. Superando un discurso ya raído por lo viejo –y probadamente ineficiente- y aceptando las realidades abrumadoras de los ejemplos que otras naciones hermanas nos dan cotidianamente.

Nada más que eso… Ni nada menos.

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