martes, 25 de mayo de 2010

MEMORIAS


Memorias de la Revolución de Mayo

Por: Laura Patricia Sagarra

El sonido de campanas que provenía desde el río era el aviso de que algún barco mercantil había arribado a nuestro puerto. Muchos de nosotros corrimos a su encuentro con las manos llenas de artesanías o alimentos, abrazando la ilusión de que fueran cambiados por objetos de valor y asombrosa belleza.

Grande fue la sorpresa cuando al llegar al embarcadero vimos que no se trataba de un barco español ni holandés. Estupefactos recorrimos con la mirada esa colosal nave y como fríos nos quedamos al encontrar su flamante bandera... La misma bandera que en los años 1.806 y 1.807 se manchara con sangre rioplatense, hoy 1.809 hacía dudar a nuestros corazones.

Muchos retrocedieron, otros corrieron a ocultarse. Solo unos pocos nos quedamos observando pese al íntimo temor.

La expectativa era tal que hasta el viento se detuvo... y fue así que pude oír claramente cuando un señor de la burguesía española decía por lo bajo y dirigiéndose a nosotros:

- ¡¡Corran ignorantes!!... ¡¡jamás seréis dueños de vuestra propia mercancía...!! -

Lo miré con odio... lo suficiente como para hacerle saber que lo había escuchado. Luego di la vuelta y me fui caminando despacio con mi bolsa llena de muchos días de trabajo.

Supe que ese barco inglés aún permanecía allí.. También supe que no se trataba de una tercera invasión. Y fue a los tres días cuando todos nos enteramos que el Virrey Cisneros se encontraba consultando a las autoridades, en su mayoría españolas, si concedería o no el permiso solicitado por la tripulación inglesa para comerciar con nosotros.

Ante la esperada oposición de los comerciantes españoles, nosotros los criollos, profundamente lastimados en nuestro amor propio y orgullo, comenzamos a organizarnos silenciosamente como lo estaría haciendo desde hace ya un tiempo en el interior, mi admirado amigo Tupac Amarú.

Un vecino, Lucero, trajo noticias del Consulado:

- ¡¡Oídme todos!!... ¡¡Nuestros votos ganaron en el Consulado por siete contra cinco...!!, ¡¡Belgrano y Castelli definieron a favor...!! -

Al oír esto el corazón me dio un vuelco. Podía imaginar ahora la futura grandeza de mi pueblo comerciando libremente con el mundo. La emoción me hizo correr sin detenerme hacia la casa del abogado Mariano Moreno y una vez frente a él, lo tomé de los hombros con ambas manos y le dije:

- ¡¡DEBEIS PONER TU CULTURA A DISPOSICIÓN DE VUESTRO PUEBLO..., DEBEIS REFORZAR LA OPINIÓN CRIOLLA PARA COMERCIAR LIBREMENTE...!!

Él me interrumpió. Con una suave sonrisa y la calma propia de un hombre sabio brillando en sus ojos, me dijo:

- ...No os preocupéis. Presentaré un escrito al Virrey en nombre de todos los hacendados y labradores a fin de que podáis exportar vuestros productos a cambio de manufactura inglesa..., pero, debéis prometer ante este cielo que te cobija, que haréis el esfuerzo posible para estar al tanto de lo que en el mundo ocurra, para aprender de esos hechos y tomar los ejemplos que dignifiquen la sangre que corre por tus venas y la sangre derramada de vuestros hermanos.-

Y así fue que el Virrey concedió el permiso al barco inglés.

Y así fue que el diario La Estrella del Sur publicara cotidianamente las ideas y los pensamientos propios de una nación que comenzaba a ser patria...

Pantaleón Rivarola 

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