sábado, 14 de agosto de 2010

NOS MATAN COMO MOSCAS


“NOS MATAN COMO MOSCAS”, ¿SE ACUERDA?



La frase la ensayó una mujer durante las exequias del Capitán Garrido, en San Isidro. Y circuló como pan caliente. Los medios y la gente se hicieron eco de ella. La bronca y el ¡no va más!, presagiaban la llegada de ese punto de inflexión. Pasaron 18 meses desde entonces y todo quedó en agua de borrajas. Los homicidios siguieron y se siguen multiplicando, excarcelaciones incluidas. La frase quedó solo en eso. La sociedad a merced de la mano criminal amparada y alentada por una justicia cómplice, por una legislación obsoleta cuyo tratamiento sigue siendo relegado por los Diputados y Senadores de un Congreso que solo conserva el título de la honorabilidad, y la actividad del descrédito.

¿Qué se puede esperar de éstos y de un Ejecutivo empeñado en conceder a la vida un valor relativo?. ¡Nada a no ser la carroza de la condena sistemática dispuesta a segar la existencia de un ser humano y la destrucción del núcleo familiar, de la sociedad toda!.

¡Sigamos entonces metidos en nuestras casas!. ¡Comportémonos como ratas que huyen por tirante rogando no dar el paso que nos lleve a pisar la trampa que servirá de señuelo a un semejante!. Roguemos porque no nos toque y asistamos a la recreación de la muerte del otro. Ensayemos el gesto que nos reivindique, aún a sabiendas que nuestra cobardía será el mayor aliado que nos precipite a seguir el mismo camino. ¡Seamos los espectadores del aplauso con el que decir adiós al protagonista de turno!. Pidamos a Dios, en el que no dejamos de cagarnos, se apiade de nosotros y nuestros seres más queridos. Al otro lo despediremos en la connivencia por omisión con la más letal de las consignas. Oremos porque la aguja venenosa de la ruleta no se detenga ante nosotros; la matemática del desprecio por la vida nos sigue asignando entre tantos, un supuesto lugar de privilegio. Procuremos sobrevivir en un país donde el vivir se ha convertido en utopía. Continuemos, así la materia que contiene nuestro espíritu se haya convertido en materia fecal. ¡No hay mal que dure cien años!; repitamos la frase a la espera del salvador, así nos conste que no está entre nosotros. ¡Declamemos dar la vida por ese hijo al que exponemos a la muerte!. Destrocemos el espejo en el que poder mirarnos; seguramente no reconozcamos a ese monstruo que nos mira del otro lado…mejor convertirnos en los propios fantasmas de nuestros más miserables temores.

Ricardo Jorge Pareja

parejaricardo@hotmail.com

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