domingo, 15 de agosto de 2010

PRISMA



Prisma

El hecho de que nueve de cada diez ciudadanos argentinos serían, casi con seguridad, incapaces de explicar qué demonios tiene que hacer en el país el juez Baltasar Garzón durante el juicio a los represores Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez, no significa que lo que esté haciendo el magistrado español entre nosotros carezca de valor simbólico. Ni siquiera tratándose, como es el caso, de un acusado y condenado por prevaricato y malversación en su España originaria.
De todas formas, cualquiera sean los motivos que le han forzado a estar presente durante el juicio, acaban de obsequiarle también una oportunidad para enterarse de ciertas cosas que no figuran en sus libros de cabecera sobre Derechos Humanos ni tampoco en los considerandos de esos grupos de activistas internacionales que le aclaman como un paladín de las justas causas.
Su mala suerte quiso que tuviese que enterarse a través de agresiones e insultos que hay otro punto de vista, y haría bien en meditarlo.
LNP

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