martes, 3 de agosto de 2010

VERDADES QUE DUELEN


Río Negro - 03-Ago-10 - Opinión


Verdades que duelen

Todos coinciden en que la Argentina es un país vapuleado por la corrupción, la imprevisión, la exclusión y la pobreza. De decirlo Cristina Fernández de Kirchner en una de sus arengas rutinarias pocos la acusarían de exagerar la gravedad de nuestros problemas. Por cierto, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, no calificaría de "espantoso" un discurso presidencial en tal sentido. Antes bien, elogiaría a Cristina por su realismo descarnado, para entonces afirmarse resuelto a acompañarla en su lucha contra las lacras denunciadas, pero parecería que está tan acostumbrado a achacar las desgracias del país a "la oligarquía" representada, a su entender, por la Sociedad Rural Argentina, que le cuesta creer que sus miembros puedan sentirse tan angustiados como el que más por la situación lamentable en que se encuentra el país, razón ésta por la que reaccionó con indignación ante las palabras pronunciadas por el presidente de la entidad, Hugo Luis Biolcati.

Aunque no cabe duda de que Biolcati apuntaba contra el gobierno kirchnerista cuando habló de "la corrupción, la imprevisión, la exclusión y la pobreza", es de suponer que entiende muy bien que los males a los que aludía tienen raíces profundas y que por lo tanto sería ingenuo atribuirlos sólo a la malevolencia de los santacruceños y sus colaboradores. Es que ellos, además de algunos opositores, son productos típicos de un orden socioeconómico que demasiados encuentran "normal". Puede que antes de llegar al poder Cristina, como muchos de los presidentes que la precedieron, se haya creído capaz de eliminar la corrupción y hacer de la Argentina un país más equitativo, pero pronto habrá descubierto que las medidas concretas que hubiera tenido que tomar le costarían tanto que no tardó en convertirse en una defensora intransigente del statu quo, aliándose con los ultraconservadores del sindicalismo, los intendentes clientelistas del conurbano bonaerense y una cohorte de empresarios cortesanos, entre ellos Franco Macri, que, por motivos comprensibles, sienten entusiasmo por "el modelo" resultante.

En nuestro país es fácil denunciar la corrupción, la exclusión y la pobreza en que vive por lo menos la mitad de la población. Lo hacen con regularidad políticos de todos los pelajes, intelectuales, piqueteros, obispos y otros líderes religiosos. Todos concuerdan en que es escandaloso e inmoral que la Argentina, para citar nuevamente a Biolcati, sea un país "inmensamente rico que está lleno de pobres". Pero puesto que con escasas excepciones quienes se manifiestan horrorizados por la condición del país del Bicentenario comparten las actitudes que, con el correr de los años, posibilitaron su depauperación, lo único que saben hacer es protestar, lo que a lo sumo les permite felicitarse por su propia sensibilidad social pero no contribuirá a solucionar nada a menos que dé pie a reformas auténticas.

Si bien los Kirchner se resisten a darse por vencidos, muchos que aplaudieron el discurso "duro" de Biolcati parecen creer que el país está en vísperas de cambios políticos importantes. Puede que lo esté, que el año que viene la etapa kirchnerista llegue a su fin y comience otra. En tal caso, quienes dicen estar decididos a combatir en serio la corrupción y a hacer frente a la tragedia colectiva supuesta por la pobreza tendrían una oportunidad para intentar remediar los males que atribuyen a los errores cometidos por el gobierno actual. ¿Sabrán aprovecharla? ¿O, como ha sucedido con tanta frecuencia en las últimas décadas, acusarán al gobierno anterior de ser el máximo responsable del estado del país, de tal manera insinuando que en verdad los problemas se deben a las deficiencias personales de un puñado de dirigentes, de suerte que para solucionarlos no les será necesario cambiar mucho? En 1983, el gobierno radical del presidente Raúl Alfonsín pareció creer que antes del golpe militar la economía nacional disfrutaba de muy buena salud, lo que ayuda a explicar el fracaso en dicho ámbito de su gestión, mientras que los Kirchner se las ingeniaron para convencerse de que los problemas del país empezaron con el desembarco de "los neoliberales" en los años noventa. Si el próximo gobierno resulta ser igualmente amnésico, después de algunos años Biolcati, o su sucesor, tendría derecho a repetir las palabras que el sábado pasado tanto molestaron a los oficialistas actuales

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