viernes, 12 de noviembre de 2010
LA REVOLUCIÓN DEL CAMPO
Por Susana Merlo
Recientemente, varios de los estudios más serios hechos en el país coincidieron en que, al ritmo que se va, el campo va a aportar este año sólo en materia de retenciones, la friolera de U$S 9.000 millones, de la mano de las cada vez más sorprendentes cotizaciones internacionales.
La cifra, que incluso supera en más de U$S 1.600 millones a la de la campaña anterior, se da, sin embargo, en un contexto de muy bajo entusiasmo, muchísimas dudas, disminución al máximo en la aplicación del paquete tecnológico, y gran cautela a la hora de invertir.
Lo increíble es que este aporte extra que se le impone al interior es equivalente, prácticamente a lo mismo que cuesta la totalidad de una nueva campaña agrícola de algo más de 90 millones de toneladas.
¡Si!, aunque parezca increíble, el costo total –puro- de producción de un ciclo de los principales cultivos de cosecha anual (trigo, maíz, soja, sorgo, girasol, etc.), es de alrededor de $ 35.000/37.000, según el informe que realizó AACREA para la Mesa de Enlace. Es decir, unos U$S 9.000 millones al tipo de cambio actual cifra que es, justamente, la que el poder central le impone como impuestos extraordinarios (es decir, además de los otros), al principal sector productivo del país.
Pero, ¿Qué pasaría si semejante monto, en lugar de ir a las arcas oficiales quedara en manos de los productores?.
Dado que, a diferencia de otros sectores como servicios, industria pesada, turismo o el área financiera, el “campo” lejos de sacar las divisas del país, en general las reinvierte en producción o “las gasta” en la zona, se podría asegurar que se produciría una descomunal conmoción.
Es que si bien sería absurdo asegurar que se “duplicaría” inmediatamente la cosecha, el aumento esperable, ya en el primer ciclo (con las cotizaciones internacionales actuales) podría superar con mucha facilidad el 50%-60%. Y esto significaría pasar de una recolección anual de, por ejemplo, 90 millones de toneladas de granos, a 140 o 150 millones.
No es difícil imaginar la revolución económica que esto generaría, especialmente en las provincias que no sólo multiplicarían su actividad económica, sino también sus ingresos por impuestos coparticipables (Ganancias, cheques, etc.), pero además, por el aumento en la percepción también de los gravámenes provinciales (sellos, ingresos brutos, inmobiliario, etc.), y hasta las intendencias verían “derramar” sobre las tasas por el aumento de actividad.
Una radiografía más meticulosa daría cuenta de mayores inversiones productivas que empezarían a corregir ciertos desfases, como los “costos ocultos” que implican la ‘exportación” anual de miles de toneladas de nutrientes que no se reponen en los potreros por falta de rentabilidad adecuada o incentivos; o el crecimiento de la mano de obra, ya no sólo por la mayor producción agrícola directa, sino también por el crecimiento del comercio, de los servicios (camiones, mecánicos, combustibles, insumos, bancos, profesionales); por la mayor demanda de herramientas y equipos; y hasta por los mayores gastos en entretenimiento. No sólo de trabajo vive el hombre, especialmente cuando tiene algún peso en el bolsillo.
Sin duda, un círculo virtuoso.
Sin embargo, no todas serían rosas. Seguramente, también habría un gran colapso por el estado de las rutas, por la falta de acceso a los puertos, por la antigüedad del parque de camiones, sin hablar del de sembradoras y cosechadoras. El país tendría que rever su política de importaciones para poder ingresar las piezas y autopartes necesarias para abastecer la mayor demanda de equipos.
La falta de almacenamiento obligaría a armar “montañas” de granos en cualquier parte.
También terminaría de hacer crisis el abastecimiento energético, en especial en el área de combustibles.
¿Y qué se debería hacer para que entren los capitales necesarios para procesar toda esa materia prima, para construir las fábricas, los caminos, recuperar los ferrocarriles de carga, hacer puentes como el de Reconquista-Goya que ahorra 400 km en el transporte este-oeste, terminar de balizar la Hidrovía y completarla, etc., etc.?
Ni siquiera hace falta polemizar para que queden en evidencia los déficits y los atrasos en que se sumió al país.
Y lo más irónico es que hasta las respuestas terminan resultando fáciles cuando se plantea “esta otra” revolución del campo…
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