lunes, 23 de julio de 2007

ATROPELLO A LA PRENSA ( El distrital de Pigüe)

Voracidad Política
La codicia y la voracidad de la imparable búsqueda de poder en política arrasa con todo. No tiene límites ni moral ni escrúpulos. Avanza, muta y se transforma. El ansia de ostentación se filtra en las más disímiles grietas inesperadas de las esferas sociales. Desmantela y desbasta doctrinas, dogmas y credos. Congela y desestabiliza la potestad y el imperio de la palabra, la honradez y el compromiso con el otro: El prójimo.
Más que nunca, en época de espíritus electorales y reeleccionistas, el vicio de poder transfigura y desdibuja, en superficie, una actitud de maniobra y manipulación. El imperio del mando ejerce, en tiempo y forma, una explícita coerción sobre una sociedad carente de educación, trabajo y necesidades insatisfechas.
El poder trasviste buenas intenciones, lealtades y dignidades. Traiciona, incumple y falsea. La política, en su estado puro, ha comenzado a profanar ideología y convicciones. Utiliza, a su azar y destino, el íntegro compromiso de referentes sociales y religiosos, en diferentes espacios democráticos, ya sean entidades benéficas, asociaciones civiles, organismos de bien público o medios de comunicación.
El diálogo, la participación y la tribuna de debate, describen transcursos y épocas electivas de antaño y en desuso. Hoy día, en el extenso mapa político argentino, los procesos de gobernabilidad son presididos por las falsas promesas, el manejado partidario, la demagogia y el oportunismo. La clase dirigente profesa métodos de extorsión, especulación y asistencialismo, a través del manejo de planes sociales y el otorgamiento de puestos de trabajo en dependencias del sector público.

Argentina se encuentra abarrotada de campañas carentes de plataformas políticas, ausencias de propuestas, carencias de gobernabilidad y falta proposiciones para el desarrollo de progresos productivos, tanto, en el campo social, económico, educativo y político.

Los artífices de nuestros destinos ya no trabajan por la prosperidad y el bien común. Sólo prosiguen una meta y una cima: El reparto de poder. Los debates, las internas, los programas y las propuestas de trabajo han cedido su lugar a la hegemonía del encuadramiento, la conducción y el poder de turno.

A menos de siete meses de las elecciones, en todos los estratos dirigenciales, las energías están puestas en la encarnizada lucha de poder por nombramientos, cargos y definición de puestos. Cotidianamente, los medios de comunicación develan pactos, silencios y alianzas impensables. La carrera electoral no tiene límites ni barreras, ni mucho menos respeto por la historia de los símbolos y las banderías políticas. Agrupa, aglomera y apiña por igual a candidatos y afiliados.

La ineptitud, la inoperancia y la incompetencia de cientos de pseudos políticos, empresarios y dirigentes han pisoteado los valores cívicos y democráticos más ennoblecidos de nuestra república. La ambición, la hegemonía y la superioridad de poder ilustran un infortunado y desventurado panorama electivo anclado perversamente en el reparto de cargos, puestos, mandos y territorios.

Fatídico y deplorable escenario en el que casi la totalidad de la sociedad argentina ha quedado sin espacio cívico, ni capacidad de lucha, ni mucho menos facultad para la exigencia del correcto ejercicio democrático. Más aún, cuando en el imaginario colectivo todavía reina la sensación de que los medios de comunicación generan canales paralelos, capaces de acercar demandas para mecanismos alternativos a las formas tradicionales del ejercicio de la ciudadanía que podrían modificar las características mismas del accionar político.

Angustiosamente en la actualidad, el rol de los medios de comunicación se ha convertido en un actor sumamente secundario, ya que las pugnas y las rivalidades políticas han usurpado indistintamente todos los entramados sociales. Así, sin la modificación de este espectáculo, los medios se convirtieron, simplemente, en un espacio más de las tantas esferas que el estado intenta regula, con el sólo objetivo de lograr su monopolio y utilizarlo, no para diferenciarse funcionalmente, sino para extender, ahora, su "poder simbólico".

Y ni el territorio de Pigüé ni ningún lugar de nuestro país escapa de dicha ferocidad: De la canallada que el poder político caduco, precario y mal intencionado ejerce. Como ya hemos mencionado, en este engranaje de corrupción, extorsión y deslealtad los medios somos también presa fácil. FM Master y El distrital.com.ar, de amplia trayectoria y reconocimiento en nuestro región han caído en este juego vertiginoso.

Es de conocimiento público que los medios necesitan de las pautas publicitarias para subsistir, ya sean de organismos públicos como de entidades privados, pero eso no implica que debamos ser “los corderos del rebaño”, “ni vender nuestro silencio” ni mucho menos “callar nuestras verdades”. Hace tiempo que venimos ejerciendo el correcto periodismo bajo presión, amenazas y chantajes, sólo por ser un espacio plural de discusión y debate.

Ayer FM Master y El distrital.com.ar han sufrido las peor de las censuras, aquella ejercida en la época de plomo, tortura y sangre. Hemos recibido el chantaje por parte uno de nuestros auspiciantes.
Banco Provincia, desde su Casa Central, por medio de un empleado, que “no dio la cara”, y que, mediante una comunicación telefónica, alertó la decisión de la entidad de dar de baja las publicidades de nuestro medio soprendió al responsable de estos medios.

Dos días antes, mediante un llamado telefónico, un colaborador del ex senador de la provincia y actual integrante de dicha entidad, el pigüense, Hugo Corvatta, de nombre LEANDRO, se comunicó a un celular móvil-conversación que ha sido registrada por tener la modalidad “manos libres”, aludiendo, “Hugo no paga para que le peguen”

Decisión que implica el levantamiento de las pautas publicitarias, principal sustento de nuestra labor, por que el hombre, que ocupó cargos en periodos democráticos de nuestra reciente historia, no publicita en medios libres, autónomos e independientes que ejercen la pluralidad y profesan los verdaderos valores cívicos como el debate y la expresión en períodos electorales.

Pues bien, esta en nosotros como sociedad frenar y castigar este atropello de valores constitucionales y democráticos tan caros para nuestra pasado reciente.
(De nuestra redacción)-
direccion@consultoraecoarg.com.ar

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