Señor Director:
En mi cabeza ronda continuamente la pregunta de por qué los argentinos tenemos esta dirigencia política representada mayoritariamente por sujetos que han llevado a la Nación a este presente que por más que las cifras retocadas digan lo contrario, es trágico.
Generalmente entre quienes no participamos de la política las frases más pronunciadas son: "Los políticos son todos iguales" "Todos roban" "
Cada presidente es peor que su antecesor" "Yo trabajo todo el día y vivo de mi trabajo la política es para los vagos y los inmorales" Estos conceptos y muchos más son vertidos por gran parte de la población nacional y de esta manera siempre tienen la puerta abierta para criticar a la dirigencia política cuya renovación a esta altura de los acontecimientos es urgente.
Hay un pequeño detalle, que los políticos que dirigen los destinos de la República son miembros de esta sociedad..Por un lado una gran porción de la población se autoexcluye con los argumentos de la inmoralidad que impera en la actividad política, como si en la actividad empresaria o en cualquier otra no la hubiere, y en la necesidad de trabajar.
Mientras tanto la dirigencia política en estos 24 años ha formado una cofradía a la que se han integrado, hermanos, esposas, amigos, parientes, choferes que han pasado a ser grandes empresarios y dueños de propiedades en pocos tiempo y entre estos han pactado tácitamente su participación vitalicia en los cargos políticos. Hemos visto fracasos estrepitosos de presidentes, gobernadores, jefes de gobierno, ministros de economía, de salud, de interior, de relaciones exteriores etc. y al día de hoy los vemos todavía figurando en cargos ya sea ejerciéndolos o postulándose como candidatos para ejercerlos.
Los políticos han logrado,quizá sin quererlo, dos cosas importantes que han marcado la decadencia del país. En primer lugar han producido que los argentinos pierdan la memoria rápidamente y no recuerden las pésimas gestiones de quienes se presentan una y otra vez para seguir viviendo de la política y perjudicando a la Nación. En segundo lugar han convertido a la Argentina en un país de políticos ricos y población pobre.
Siempre me pregunto si es por esto que los parientes de los políticos han querido entrar a la política para llegar a formar lo que en la actualidad se conoce como la gran familia política y que hoy podría llamarse como el "nepotismo político"
Entre la irresponsabilidad cívica de la población que no se interesa por los temas trascendentes que atañen a la República Argentina y esta suerte de familia que se ha enclaustrado en la política hemos llegado a esta actualidad decadente, decepcionante y al parecer de muy difícil solución.
Fui deportista profesional y durante años leía solo la sección deportiva de los diarios, pero hace 15 años comencé a interesarme por los temas relacionados con la cosa pública.
Quizá sea una utopía pero estoy convencido de que si yo pude cambiar y comprender la importancia de no adoptar una postura frívola e irresponsable es posible que la mayoría de la ciudadanía argentina se comprometa a luchar por construir una República y exigir a los políticos que respeten la palabra empeñada, que honren sus cargos, que no olviden que ellos están desempeñando una función para beneficiar a la sociedad y que esto trae aparejado la búsqueda del bien común y no la del beneficio personal que fue lo que primó en estas últimas décadas.
Si la ciudadanía se comprometiera a participar, a luchar, a no mirar para otro lado cuándo los funcionarios públicos incumplen su función y participase nó, cortando rutas, calles, destruyendo edificios públicos y tomando universidades, colegios o comisarías sino dentro del marco de la ley y de lo que la Constitución Nacional prescribe nuestro presente sería otro.
La educación es el primer y más importante peldaño al que debemos llegar y debemos exigir a nuestros representantes y dirigentes la implementación de un sistema educativo serio y no la enunciación de postulados populistas y ordinarios que no hacen más que formar una población que dará politicuchos baratos, incultos e ineficientes.
Urge de una vez por todas poner punto final a la actividad de esta dirigencia política signada por los parientes y amigos reemplanzándola por una de políticos honestos, educados, preparados, eficientes, que comprendan que el bien común tiene que ser el objetivo principal y no el beneficio personal y el de sus familias.
Los argentinos tenemos que jubilar a la mayoría de la dirigencia corrupta, ineficiente, inmoral, adicta a la figuración y a los flashes y suplantarla por otra que tenga como objetivos el bienestar general, la conformación de un poder judicial independiente, la igualdad ante la ley, la independencia de los poderes, en una palabra, un grupo que haga emerger la calidad institucional que no permita la corrupción y que la juzgue sin contemplaciones.
Alejandro Olmedo Zumarán
olmedozumaran@hotmail.com
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