Por Martín Simonetta
Director Ejecutivo de la Fundación Atlas 1853
Contacto de prensa: msimonetta@atlas.org.ar / 15-5119-6640
Hace falta usar excesivamente la ironía para afirmar que -contra la tendencia mundial- el dólar sube en Argentina. Un necesario y simple acto de sinceramiento nos obligaría a “blanquear” lo obvio: no es el dólar el que sube sino es el peso el que baja.
En términos de otras monedas, en el mundo el dólar alcanza uno de sus valores más bajos. Por ejemplo, con relación al euro se encuentra en un piso histórico de 1,38 dólares por euro (versus 0,86 en el 2002).
Paradójicamente, y a pesar de este contexto de “dólar barato” en el mercado global, la moneda americana continúa “en alza” en Argentina alcanzando un par de días atrás el precio de 3,20 pesos por unidad.
Con una visión inocente -en el mejor de los casos- o cínica de la cuestión, desde la Casa Rosada se han escuchado voces que culpan, una vez más, a bancos y “fondos especulativos” como causantes de la caída del peso. Los acusan de buscar mayor rentabilidad a partir de la tenencia de bonos de deuda argentina cuyos rendimientos se basan en el comportamiento de los precios. Afirmó el presidente Kirchner: "Quieren que la gente crea que la inflación es más alta para poder ganar más", acusando a Dresdner Bank, Alliance, Citibank, Deutsche Bank, JP Morgan-Chase, Santander y HSBC, entre otros.
Pero más allá de las aparentemente despreocupadas declaraciones oficiales con relación al alza del dólar, el Banco Central intervino en el mercado con 150 millones de dólares a efectos de intentar calmar a la moneda americana o, mejor dicho, despertar al golpeado peso. En este contexto, el riesgo país de Argentina trepó entre 14,3 y 16,7%, alcanzando los 480 puntos básicos y los bonos soberanos de desplomaron un 10%.
Gobierno rico, pueblo pobre
La baja del peso respecto del dólar aumenta aún más las presiones de incremento sobre los precios y la caída del poder de compra de los sectores de ingresos fijados en pesos. Se ha intentado disimular, sin éxito, este fenómeno a través de distintas herramientas:
Los “precios máximos”, denominados por este gobierno como “acuerdos de precios” para simular una situación ganar-ganar para todas las partes involucradas. Las góndolas vacías en los supermercados son síntomas de esta política.
La falta de actualización de las tarifas de servicios públicos, fijadas en una relación peso-dólar pre-devaluación. Cortes de luz, gas, saturación de subtes y otro tipo de problemas son las principales consecuencias visibles de este manejo.
La manipulación de las mediciones de precios, a través del llamado “IndeK”, que golpeó la misma honra de los empleados del instituto lo que motivó la publicación de un índice de precios al consumidor paralelo.
El gobierno trata de disimular la falta de derrame de un modelo económico de dólar artificialmente alto, economía cerrada que protege a sectores tradicionalmente no competitivos internacionalmente y “mordida” del ingreso de los sectores más competitivos a través de los impuestos a las exportaciones, que representan cerca del 15% del ingreso fiscal. Mientras tanto los precios no regulados suben y los regulados están fijados pero muestran crecientes problemas de abastecimiento.
Se acercan las elecciones presidenciales y no parece haber una respuesta oficial a los crecientes problemas que van interactuando y reforzando su ritmo. Simplemente, se ignoran y se traslada la responsabilidad por los mismos a través de discursos públicos.
Una vez más, la economía va tomando un rol protagónico en la política de nuestro país
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