Publicada 02/06/2008
Política Nacional / Gabriela Pousa
La Argentina simulada
Los sectores de la sociedad que apoyaron a Cristinta Kirchner con su voto en las últimas elecciones comienzan a darse cuenta de la magnitud del simulacro con que fueron engañados.
“El proceso se acaba de iniciar y usted conocerá todo en el momento oportuno.” Franz Kafka, “El Proceso”
Junio de 2008. Ya nadie sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron los problemas para el sector agropecuario, esa franja del electorado que, en gran medida, se inclinó por votar la continuidad del “estilo K” quizás confiando en que las commodities y los precios internacionales seguirían siendo el piloto automático de una gestión, sin contar el afán recaudatorio del matrimonio presidencial. Después, lo obvio, resumido con inigualable frescor por Alfredo De Angeli: “Nos dormimos como cocodrilos y despertamos hechos cartera”.
¿Qué pasó con las innumerables señales que dejó Néstor Kirchner? ¿No se escucharon sus diatribas de atril, sus constantes afrentas y la ausencia de políticas de Estado básicas capaces de sustentar ese “crecimiento” que, al parecer, cautivó a gran parte de los ruralistas entre otros tantos ciudadanos aunque no a la mayoría como se suele escuchar? Hoy, el lamento público de muchos de quienes están a la vera de las rutas genera una sensación dual: entre la bronca y la esperanza. Bronca porque la experiencia no enseña en la Argentina, y esperanza porque llegue el “darse cuenta” antes de votar.
Sin duda, muchos factores colaboraron a crear alguna ilusión en torno a Cristina; no faltaron analistas que “compraran” los cambios que sobrevendrían en materia de política exterior o mismo barajaran nombres que oxigenarían los despachos y cambiaran la metodología oficial. Es cierto también que la batalla entre el Grupo Clarín y Néstor Kirchner no daba señales de vida por aquellos días de modo que se “ofrecía” una Argentina simulada no tan mala y la oposición desarticulada cooperó también a que la continuidad de la desidia fuese decisiva. Así se entronó a Cristina.
Actualmente, la crisis del campo pone en evidencia que las últimas elecciones fueron un simulacro para mantener la creencia de que éste es un país democrático. A pesar de no haber posibilidades nimias ni miras de golpes de Estado, ni siquiera de conspiraciones o complots para desestabilizar aquello que se desestabiliza a sí mismo sin necesidad de ayudarlo, hablar de democracia real es casi surrealista. Nadie duda ya que Néstor Kirchner es quien ejerce el poder. Cristina Fernández se limita a anunciar obras públicas con una alegría prístina como si viviese en otra geografía. Lo cierto es que Kichner digita y oculta su debilidad convocando al aparato justicialista, justo él que bregaba por la transversalidad denostando de algún modo el condimento peronista.
En qué ha de derivar el conflicto originado por las retenciones móviles es un misterio aun cuando tenga su lógica; la lógica de quien gobierna. Si el poder está en manos de una personalidad sin control, movido por el resentimiento y necesitado de adversarios para justificar su soberbia y su carácter bélico, no puede analizarse con coherencia el desarrollo de los acontecimientos. Cada análisis político actual es apenas un intento por “pegarla”, nada más. La negociación puede o no llegar como puede disfrazarse de tregua o de pacto, y lo escrito por la mano borrarse con el codo en décimas de segundo. Es el “estilo K” que ha creado la Argentina de la simulación, donde nada es del todo real. Pueden pasar 6 meses y la soja seguir siendo el tema central o puede que dentro de 6 meses nadie escuche hablar más del “yuyo” endemoniado a pesar de haber llenado la caja oficial. ¿Cómo saberlo?
Seis meses atrás, el caso de Antonini Wilson y su valija parecía el único asunto capaz de conmover a la política argentina. La duda de aquel entonces pasaba por dilucidar si sobreviviría Cristina a semejante escándalo. Desde el atril del Salón Blanco se acusó hasta a los Estados Unidos imputándolo de ser el gran conspirador. Lo increíble de tanto simulacro y descaro es que nada se altera nunca demasiado, aunque todo parezca estar derrapando. Siempre la crisis parece terminal, pero no termina más… Y esa es, quizás, una de las “habilidades” del kirchnerismo. Perpetuándose ellos en el poder, perpetúan los conflictos. No resuelven, apenas si buscan culpables y voceros. Pero la oposición no genera debacle, ni hay golpistas ni conspiradores ni nadie interesado en instalarse en Balcarce 50. En materia de boicot el Gobierno es autodidacta, se autoabastece como lo hace el pueblo si sigue votando la buenaventura de una cosecha en detrimento de las futuras siembras.
En ese trance donde nada parece razonable, que un ministro salga a aclarar que “el Gobierno nada tiene que ver con la detención de los ruralistas” devela directamente la simulación de la república democrática que se es sin ser. Si los poderes fueran independientes dicha aclaración nunca se hubiese hecho. Es que a nadie se le hubiera ocurrido sospechar que el Poder Judicial perpetre el despecho de un Poder Ejecutivo que insiste en retrucar aunque no tenga ni el as de espada ni el de basto ni sume 20 para querer un real envido cantado en una partida a la que se llega sin sumar.
La locura que emana desde arriba se esparce a todos las áreas, la ministra de Defensa puede salir sin que se la cuestione a despotricar gratuitamente contra la campaña del desierto el día que se conmemoraba el nacimiento del Ejército. Todo pasa inadvertido. Todo es un sin sentido. Debe ser por eso que mientras un canal de televisión mostraba la detención de los ruralistas, otro informaba sobre el corte de la Avenida Lugones y General Paz acometido por estudiantes sin que se sepa la causa. Epígrafe en pantalla: “Complicada vuelta a casa. Estudiantes cortan calles”. Ningún fiscal tomó parte. En un ejercicio de sanidad apelé a la magia del zapping: hallé a Luis D’Elía vociferando frente a un periodista que su gente ganaría la toma de plazas públicas. No era la voz de aquel piquetero que bregaba por pan junto a Castells, sino que era la declaración de un funcionario oficial. Todo tan kafkiano que hasta resulta normal ver encaminarse a los dirigentes rurales u opositores hacia el proceso que narró el checoslovaco con tanta genialidad.
Estas líneas parecen ir y venir de un tema a otro sin ilación de continuidad, sin embargo, es el país el que no admite un hilo conductor capaz de darle credibilidad. Si hasta, de repente, me quedé con el control remoto del televisor clavado en una imagen: un rockero sumergido en una burbuja en aguas heladas le cantaba a las ballenas francas y, créanme, eso fue lo más normal que encontré en los últimos días en las noticias de actualidad. © www.economiaparatodos.com.ar
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