AJENIDAD HACIA LA COSA PÚBLICA
Por Gretel Ledo (*)
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
Levítico 19:18
No preguntes qué puede hacer tu país por ti;
pregúntate qué puedes hacer por tu país.
John F. Kennedy
Muchos jóvenes viven en una franja de comodidad activa. Cuestionan las oportunidades truncadas que les ofrece su patria enfrentando permanentemente el mundo de sus aspiraciones con el mundo de sus realizaciones.
“Este país no reconoce mis habilidades, no me da el lugar que merezco”. El problema radica en la búsqueda de plenitud individual a través del país en vez de ser para el país. La diferencia resulta sustancial al momento de ponderar el grado de compromiso con lo público.
Alarmante es el escenario que presenta la gran masa de la juventud a la hora de medir su interés por la cosa pública. En este sentido mucho han colaborado los partidos políticos en su contundente accionar por desplazar a los más jóvenes hacia el largo recorrido que los más vetustos han transitado.
Afirman que es preciso aguardar y adquirir experiencia para ser parte de un cuadro político. Claro que los años son enriquecedores pero no por ello se puede desechar el brío, la frescura y la inteligencia de los más jóvenes. Sumado a este argumento, la crisis profunda que atravesó nuestro sistema partidario otorgó una dosis considerable de apatía participativa.
Hoy por hoy si bien hay más jóvenes que antes en los distintos colores políticos, aún existe una franja abultada de quienes consideran a la política como el arte del negociado y la tajada fácil. Ahora bien, más allá de esta mirada lastimosa, existe detrás un estadio individual no resuelto. Arrancamos trazando un panorama de rendición de cuentas donde se crea una expectativa hacia lo que me reportaría el país a nivel personal. El punto crucial responde a la pregunta: ¿servir a la Argentina o servirse de la Argentina? ¿Cuánto estoy dispuesto a sacrificar de mi yo para construir con mi alter?
Émile Durkheim (1858-1917) analiza la relación entre el individuo y la sociedad. Es justamente el tipo de solidaridad lo que explica la forma en que los individuos se asocian entre sí. La solidaridad puede ser mecánica u orgánica. La mecánica se vincula con las formas más primitivas que operan en las comunidades donde existe escasa diferenciación entre los individuos ya que se construye a partir de semejanzas. La posibilidad de conflicto es mínima. Por su parte, la solidaridad orgánica -propia del industrialismo- es más compleja. Supone la diferenciación entre los individuos y como consecuencia la recurrencia de conflictos entre ellos que sólo pueden superarse a través de alguna autoridad exterior que fije los límites. Es la conciencia colectiva la autoridad externa de tipo moral, social y normativa que se presenta no como la sumatoria de las conciencias individuales, sino como algo exterior a cada individuo resumiendo el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de una sociedad. Esta conciencia modela al individuo evitando el caos y conllevando al orden. Ahora bien, teniendo en cuenta que la carencia de normas genera un estado de anomia asociado al proceso de individuación creciente, un dilema se hace presente: la conciliación entre la satisfacción de intereses individuales y el mantenimiento del orden social. El secreto para Alan Dawe es la integración a partir de una nueva moral cívica que regule la totalidad de la vida social. Se trata de un marco comunitario, social y moralmente adecuado al nuevo individualismo. Esta “individualidad genuinamente moral” se vincula con el funcionamiento en unidad que trae de por sí aparejado el bien común y con ello el bien de cada uno.
Si tenemos en cuenta que el individuo como tal recién se encuentra realizado en un marco social, entenderemos que servir al país trae como consecuencia el servirse a uno mismo. Aquí es donde debemos insertar la noción de política como el arte del beneficio al prójimo. Es una pena que muchos jóvenes aún no lo entiendan de esta manera. No comprenden que sus proyectos deben enmarcarse en un país distinto y, que para ello, es preciso su participación denodada hacia lo público y no tanto su desasosiego hacia lo privado. Sin mundo público no existe mundo privado. Porque todos y cada uno no vivimos en islotes incomunicados sino en una gran extensión que se llama Argentina.
Resignificar la política es tarea de todos, y mejorar la calidad institucional también. Aristóteles afirmaba que el hombre es un zoon politikon, un animal cívico, social, político por excelencia. Los problemas públicos nos conciernen a todos. Intentar estar marginados de ellos es de por sí una tarea infructuosa porque cada uno de nosotros estamos atravesados por una realidad cotidiana de la que no podemos ser indiferentes.
(*) Abogada con especialización en Derecho Administrativo. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA). Politóloga con especialización en Estado, Administración y Políticas Públicas. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Está finalizando la carrera de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Ha sido Primera candidata mujer a Legisladora (2005). Analista Política. Directora de Relaciones Institucionales del Periódico Interdisciplinario Conexión 13.
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