viernes, 31 de octubre de 2008

APOCALIPSIS

APOCALIPSIS

“Más dañina que la malicia de los malos
es la cobardía de los buenos...”.

Lejos está de la intención de este trabajo referirnos al último libro del Nuevo Testamento, atribuido a San Juan, en el que se revelan profecías nada halagüeñas para el futuro de la humanidad. Como fue escrito en plena persecución de los cristianos, el panorama era temible en sí pero se quedó corto a la luz de lo que la humanidad vivió desde entonces.
Como a cada cual le toca su porción de desgracias, nosotros (y hablo de los argentinos) hemos tenido -en nuestra relativamente corta historia- períodos de inigualable bonanza, sistemáticamente descalificados por el llamado “progresismo” seguidos de períodos de retroceso y oprobio, estos últimos siempre disfrazados de lo que un distinguidísimo pensador cristiano llamó “la perversión democrática”.
Antes de que alguno de los que nunca faltan -implacables defensores de lo indefendible- caiga en una crisis histérica y me califique de apóstata y sacrílego de las bondades del gobierno de las masas, afirmaré -como he hecho tantas veces- que la democracia no es una forma de gobierno sino una manera de elegir a los funcionarios de la República, magnífica institución hoy olvidada, fenecida a manos de cuanto santón inmoral e iletrado ganó la “confianza” de las mayorías e ignorada por las nuevas generaciones, embrutecidas de propósito por una clase política corrupta que lo que más teme es la educación del soberano, milagro que -de producirse- sería el principio del fin de su hegemonía.
El último período del oprobio al que me refería al principio de este artículo inicia, a no dudarlo, en 1983. Fue entonces que un gobierno pedido por todos al principio, triunfador sobre la guerrilla apátrida, de mala gestión económica, jaqueado después por las presiones sociales e internacionales y finalmente desmoralizado por la derrota de las Malvinas (alguna vez analizaremos juntos las mentiras, verdades y oportunidad de este conflicto) se entregó sin reservas (es decir sin pactar lo que vendría luego, como después hicieron todos los virtuosos que salieron por la ventana, corridos por su propia ineptitud), dejando la cosa pública en las peores manos.
Si alguno duda de mi aserto, me permito recordarle que ya en 1985 fue necesario cambiar la moneda, que en 1987 ese mismo gobierno sufrió un terrible descalabro electoral y que -finalmente- debió huir (pero pactando en Olivos).
Aquí se cumplió el viejo adagio de “saltar de la sartén para caer en el fuego” y entramos de lleno en nuestra “etapa de reinserción en el primer mundo” (ahora suena ridículo pero por aquel entonces todo el mundo lo creía a pie juntillas y tanto que tuvimos el dudoso privilegio de gozar dos períodos del desastre), espejismo que nos costó prácticamente la venta y entrega del País...
A partir de ese momento se sucedieron las desgracias de variado pelaje, empezando por el desvaído De la Rúa, pasando por el efímero y pintoresco Rodríguez Sáa, por algunas horas de Puerta y terminando en Duhalde, cuya obra cumbre fue endilgarnos al pingüino y a su corte de los milagros, sobre los que volveremos más adelante.
Y así, finalmente, llegamos al fondo de la barrica, a la suprema degradación, en la figura de un dúo siniestro, lo peor que hemos visto nunca quienes ya peinamos canas y creíamos haberlo sufrido todo... los Kirchner, llegados de la mano de un pacto espurio que nunca se cumplió, como que el matrimonio se apresuró a traicionar y morder la mano de quien los alimentaba.
Nadie jamás destruyó tanto, envileció y sometió así a nuestra Patria. Nunca jamás se llegó a los abismos de corrupción que hoy son moneda corriente y de la que es cómplice toda la clase política, aún la eufemísticamente llamada oposición y –si cree que exagero, amable lector- repare en el hecho de que aquellos que vociferan y denuncian (la “oposición”) nunca tocan dos espinosos temas: juicio político y renuncia. Sospechoso, verdad ? ... peligra el comedero democrático y... ya se sabe, las convicciones de la mayoría terminan donde empieza el estómago.
Pero volvamos a Néstor y Cristina (póngalos en el orden que prefiera) y a un País aislado del mundo que nos ignora totalmente, sin gobierno real, con la economía quebrada por mérito propio, sus tres poderes en crisis, indefenso en lo interior y exterior, con educación a nivel burla, salud en colapso y... sume y siga...
Hasta ahora todo esto fue disimulado por el llamado “viento de cola”, en el que no tuvieron mérito alguno las inexistentes políticas del gobierno... ahora, diría el paisano, el viento está del lado de la puerta y amenaza con llenarnos la cocina de humo... y la llenará, a no dudarlo.
La tremenda crisis financiera mundial, que colapsó las principales economías del mundo, no es para nada ajena a nuestro devenir. Si los fuertes caen, caen sobre los débiles, aplastándolos y nosotros estamos -desde 1946- entre estos últimos.
Pese a las enfáticas y ridículas citas presidenciales: “las principales economías se sumergen como globos pero nosotros seguimos adelante en pos de...”, “nosotros no compramos bancos, ayudamos al que trabaja...” (sic), asomamos ya a nuestro propio e inevitable Apocalipsis, cuyos cuatro jinetes son: las consecuencias de la prolongada sequía, la inflación con recesión, la falta total de políticas a todo plazo y la caída de los precios internacionales. Faltaría agregar a la versión original del Apocalipsis un quinto jinete, el peor de todos, los Kirchner.
Tenemos el gobierno con el índice de popularidad más bajo de la historia (aproximadamente el 8%), mantenido únicamente por la llamada “inercia política” y por la complicidad de quienes deberían exigir su reemplazo legal; un gobierno que nos lleva irremisiblemente al desastre y que no duda en hacerlo con tal de permanecer y lucrar, que solamente usa las cortinas de humo de la venganza estúpida y del odio irracional que nos arrastra al desastre y -finalmente, si esto continúa- al enfrentamiento civil.
La cobardía de los buenos... terminará algún día?.

Justo Pastor AYARZA

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