Una reflexión apenas...
Por: Gabriela Pousa
Hay quienes dicen que las casualidades en política no existen. Quizás esa premisa explique de alguna manera una seguidilla de acontecimientos y anuncios, que tuvieron lugar en menos de 24 ó 48 horas y que, en apariencia, no guardan conexión alguna.
Ni falta hace esperar al diario de mañana para saber que Diego Armando Maradona será portada. Sin duda, debe serlo puesto que es el protagonista de uno de las decisiones tomadas en el día de la fecha. Pero de ahí a que se el tema por antonomasia, hay o debería haber alguna distancia.
Desde luego, su llegada a la dirección técnica de la Selección Nacional abrirá paso a una nueva polémica. Ahora bien, que ello se transforme en el eje de atención de un país que se halla en medio de un saqueo inescrupuloso de fondos privados, y consecuentemente, de una violación a la institucionalidad misma resulta complicado para a la hora de ser analizado.
'Paradójicamente', el anunció del nuevo DT, se dio en forma simultánea al debate en el Congreso del proyecto oficial por expropiar a las AFJP como si detrás de estas no hubiese una legítima elección de, aproximadamente, 9 millones de ciudadanos que; en su momento, optaron por confiarle a dichas administradoras sus ahorros previsonales.
Lo indignante es que entre captar las imágenes de empleados preocupados reclamando el legítimo derecho a conservar sus fuentes de trabajo y otros tantos manifestándose en contra del saqueo oficial, los medios eligieran – sin casualidad – mandar sus móviles a la AFA donde encima no estaba ninguno de los protagonistas de la noticia deportiva esperando, en vez de atender la demanda ciudadana.
¿Es un tema de raiting o es un tema de distracción mediática? Y no pensemos desde el microclima donde nos hallamos sino desde donde se hallan los conglomerados más pobres del interior y el conurbano.
En un malsano ejercicio de ‘zapping’, uno se podía encontrar con canales transmitiendo oratorias presidenciales prometiendo obras públicas, desde atriles barriales, en una actitud sonriente y eufórica como si el país estuviera sumido en la etapa más cristalina y benéfica de su historia.
Avanzando los canales, los micrófonos atosigaban a Gregorio Ríos, recién liberado tras 12 años de cárcel, por habérselo hallado autor intelectual del crimen de José Luis Cabezas, aquel reportero gráfico del que nunca habríamos de olvidarnos. Para evitar la desolación, volví a ejercer la única autoridad de mando, el derecho de propiedad sobre el televisor.
Abusando del control remoto, cobraba fuerza la polémica entre Valeria Mazza y el modisto Jorge Piazza. Parece ser que la modelo, en alguna ocasión se manifestó contraria a la posibilidad, de que los homosexuales, puedan acceder a la adopción. En rigor, ambas posturas no son sino puntos de vista que no debieran más que respetarse en un país que dice vivir en el marco de la libertad de expresión. Pero no…
Cómo la farándula, definitivamente, no logra captar mi atención, elegí otro pase, una chance más: fue cuando la cara de Juan Castro copaba la pantalla y la causa de su muerte, años atrás, volvía a discutirse como si esa morbosidad lo reviviera en el acto. Tal vez sea bueno que, algún día, los argentinos, dejemos a los muertos descansar en paz.
Finalmente, un accidente faltal de 5 adolescentes en plena madrugada se iniciaba como otro motivo para la discusión ciudadana: ¿quién controla a los jóvenes cuando salen de las fiestas? ¿Hay que darles el auto o no? ¿Cuál es el grado de alcohol que consumen en la noche? Preguntas todas que se repiten, tristemente, cada vez más ante la apabullante cantidad de muertes jóvenes al frente de un volante.
Qué los padres entierren a sus hijos parece haberse convertido ya en una costumbre o una ley de la vida, tan común como lo fuera antes el despedir a los ancestros previo a los herederos...
Un canal se distinguía, lo admito, por dedicarse a las bondades del Che Guevara narradas en una conferencia de prensa por el actor Benicio del Toro, de visita en estos pagos para interpretar a dicho personaje cuya idolatría no resulta comprensible en demasía.
El aumento del dólar cubrías las actualizaciones de los diarios en Internet, y encuestas para manifestarse a favor o en contra del “10” copaban el resto de los portales en la web.
No muchas horas antes de todas estas novedades, llovían las convocatorias a la ciudadanía para que se movilizara ya sea a la plaza de los Dos Congresos o hicieran escuchar sus reclamos en las esquinas emblemáticas de la ciudad y los barrios.
Se supone que, ante un robo sin eufemismos válidos, el llamado encontraría a una sociedad ofuscada por demás. Pero no era para tanto. Algo falla no solamente en la dirigencia que se propone maniobras fuera de toda razón y ajenas a la institucionalidad.
La sociedad misma avala la estafa si se calla. Y si no lo hace pero no solicita la atención de la prensa algo no está haciéndose del todo como debiera. No se puede negar cierto atisbo de complicidad entre ciertos medios y el Gobierno.
Pero también es cierto que una parte del pueblo no termina de comprender ni se preocupa por averiguar qué es lo que está pasando con su dinero. Si el mismísimo propietario no se alarma ni emite queja urbana mancomunada, menos lo hará el confiscador que creerá estar avalado en su desfachatez por el silencio mediático aunque sea forzado. Y algo de eso parece estar pasando.
La elección de Diego Maradona no debiera siquiera despertar asombro: es coherente con el tipo de dirigencia que hay en todos los ámbitos: empresario, gremial, deportivo, político, con excepciones claro. Los modelos se han vaciado.
Nadie se atreve a decir que porque alguien es bueno cicatrizando puede dedicarse al quirófano, ni el alumno que sacó un diez en matemática puede abocarse a la enseñanza de los números sin obstáculos.
Seguirán pues, los debates y las polémicas de sobremesa... Seguirán las “casualidades” nada casuales que se enmarañan el tiempo de la política práctica con los anuncios de temas populares que distraigan.
Seguirán quedando de lado temas como Skanska, Antonini Wilson y la valija, Felisa Micelli y la bolsa, la inseguridad y sus víctimas porque la sangre seca rápido; o la ruta de la efedrina o el costo de vida…
Todo pasa en la Argentina sin dejar más que apenas unas horas de indignación hasta que vuelve a vencer el hastío y la apatía. Lo que se rifa con el silencio es, únicamente, la dignidad del pueblo que sigue siendo burlado día tras día. Quizás la solución sea despertarnos un poquito más temprano todavía...
viernes, 31 de octubre de 2008
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