Por Gabriela Pousa (*)
“Más de dos millones y medio de personas se movilizaron en Roma para reclamar a Berlusconi por ‘cultivar una idea inaceptable del poder, confundir gobernar con imponer arbitrariamente el poder, y creerse impune para engañar permanentemente a los ciudadanos’ (…)”
Aunque la simetría sea perfecta, la crónica no narra un suceso en Argentina. Aun cuando la descripción que hace del gobierno se adapte con exactitud, debemos lamentar que acá, no hay tamaña reacción ciudadana, al menos preventiva. Hay y habrá marchas exigiendo seguridad -un derecho constitucional-, cuando los cementerios ya están abarrotados, y los saqueos perpetrados. Hay una especie de ‘delay’ en la toma de conciencia para descifrar qué es lo que pasa aunque sea lo mismo que viene pasando hace años.
El tema de las AFJP, en apariencia, no golpea igual a todos los ciudadanos. Muchos creen estar al margen del coletazo. Tampoco faltan quienes se regodean porque no confiaron en los privados. Lo cierto es que era más simple de entender el “corralito” del 2001 que este atropello disfrazado por oratorias basadas en falacias y técnicas de persuasión harto gastadas. Sin embargo, la lectura es simple o es bueno simplificarla para que, el pueblo, privado estratégicamente de educación ciudadana, comprenda que la maniobra oficial apunta, ni más ni menos, que a llenar la caja con la cual hacer frente a la demagogia y al clientelismo cuando van terminando de caer las hojas del calendario. El 2009 llega con vencimientos de deuda y elecciones que, sin fondos, para el kirchnerismo, serían un mal trago.
Es cierto que en la trama, hay tantos intereses cruzados que es complejo para el pueblo ver cómo se lo está estafando. No es directa la mano en el bolsillo del ciudadano, y la madurez adquirida a base de experiencia, no termina de ser una herramienta para mantenerse alerta, y que no se distraiga con carreras de Fórmula 1 en la avenida 9 de Julio o con candidatos redentores para una selección que suma millones en individualidades pero no en goles.
En la dirigencia, encima, el silencio hace mella. Hay archivos presionando por los cuatro costados. Desde el oficialismo hasta cierta ‘oposición’ votaron lo que ahora no aceptan. ¿Cambió demasiado el escenario acaso? No. La crisis financiera internacional fue, posiblemente, el suceso más festejado en Balcarce 50, en nombre de ella justifican ahora lo que sea. Inicialmente, la ignorancia les hizo creer que podíamos quedar afuera, y hasta erigirnos “modelo” de economía sólida por el sólo hecho de que Néstor Kirchner, Julio De Vido o Guillermo Moreno controlan las cuentas…
Posteriormente, advirtieron que la crisis es una oportunidad pero no en la concepción oriental. En este caso, a la debacle de los mercados, se la halló funcional a los intereses K. Todo cuánto no se ha hecho y cuánto se ha deshecho será atribuido al caos internacional. El gobierno ya no necesita acusar a golpistas inexistentes, a la “oligarquía” del campo, o a los neoliberales en abstracto.
En bandeja se le ha servido la excusa perfecta. ‘El mundo colapsa pero acá, la metodología kirchnerista, nos ampara’. Esa es, a grandes rasgos, la premisa. Tan lejos llega la soberbia que hasta esperan, se les dé las gracias por ser artífices de una solución que no soluciona nada.
Los conceptos, el léxico que envuelve a los fondos de retiro, a las administradoras de pensión, a los bonos, al default, es tan intrincado para el ‘burgués gentil hombre’, que es fácil aturdirlo de modo tal que no comprenda demasiado qué pasa, y se sienta, en consecuencia, ajeno a esta batalla. De esa manera se silencian varias quejas. Sin embargo, la esperanza se agita en quienes tienen la gracia de entender, y recuerdan aquella madrugada del 17 de junio cuando un voto y la mirada multitudinaria desvelada logró resucitar a un Congreso en coma 4.
Por supuesto que mientras este nuevo debate comienza a recalentarse, hay ciudadanos que viven otras realidades. No puede juzgárseles si acaso parecen apáticos. Hay que hacer docencia entre ciudadanos.
Imaginemos un caso: hasta hace aproximadamente 10 años, Juan o Pedro (elijan el nombre que quieran) llevó ordenadamente sus cuentas. Cada pago lo dejaba asentado en un cuaderno para que sus familiares estuvieran al tanto si le pasara algo. Después, los cambios fueron tan vertiginosos que los renglones y su paciencia se fueron vaciando en simultáneo. Su presente no atesora ya un Haber que pueda contrarrestar el Debe.
En la semana, podía vérselo en las filas de bancos o ganando tiempo en Rapipagos saldando cuentas: decencia que, incluso, antes se ejercía con orgullo. No tener deudas era la mejor carta de presentación, un pasaporte a la paz de la conciencia. Todo sacrificio era válido si podía afianzarse en la clase media a la cual la dirigencia, ahora, se empeña en perseguir con facturas ilegibles, cifras que no cierran, gravámenes, punitorios y un sinfín de eufemismos que nadie traduce siquiera.
Al poco tiempo, Juan o Pedro, pudo arañarle a la vida cierta experiencia para evitar quedar confiscado “legalmente”: argucias repentinas de administraciones que nunca se sacian definitivamente. Recuerda cuando, de la noche a la mañana, se encontró en una disyuntiva inesperada. Sin experiencia ni asesoría debió decidir dónde depositar su plata para que la jubilación no se esfumara en la nada. El partido se definió entre el ANSES y las AFJP como se define todo en la Argentina: como un Boca-River.
Juan o Pedro debió tomar parte en alguna hinchada para que no lo fagociten los barras bravas. Se sintió como la bola que gira en la tómbola. No supo siquiera si era mejor apelar al azar o a la razón. Finalmente, hizo un ta-te-ti entre Máxima, Consolidar y Arauca.
La recesión del 2000 lo afectó a tal punto que la unidad coronaria lo hospedó en un par de ocasiones. Sorteó sin perjuicio, aunque con taquicardias y arritmias, la dolarización y pesificación asimétrica declamada, paradójicamente, por quienes hoy opinan qué debe hacerse con la cotización del verde y la economía.
No podía quejarse. Juan o Pedro tuvo suerte. Tiene departamento, cochera propia, y hasta un local en el que alquila ilusiones en forma de películas. Entre tanto, salda el impuesto inmobiliario (6 cuotas por inmueble, o sea 18 al año) Por los cien mil km que marca su compañero de ruta, abona impuesto automotor (otras cuatro cuotas). Las expensas mensuales le regalan 36 boletas anuales. Aguas Argentinas (AySA luego de ser el primer paso de la embestida kirchnerista) le agrega 6 facturas más (18 si lo tomamos en forma anual). ¡Y, desde ya, el IVA!
A estas cifras, tan lógicas y concisas, agrega la cuota de la prepaga, el seguro contra terceros que le exigen por el auto, el impuesto de sellos, el impuesto al cheque, luz, gas, teléfono; y 6 veces en 365 días, la tasa de Seguridad e Higiene, dos servicios que no tuvo ni tiene.
Hasta aquí, Juan o Pedro hace unos 274 pagos por año. No entremos en detalles superfluos. Si uno desea grandes lujos hay que costearlos, por lo tanto, también contempla los abonos de Internet, del cable, la alarma del local, y las cuotas de los colegios para asegurarse que los chicos tengan clases. Digamos unos 60 pagos más; y cerramos la “oferta” final en unas 334 aperturas de billetera anuales. Una ganga, sobre todo si observamos cuánto regresa al ciudadano…
Así vive Juan o Pedro en un país serio donde la plata vuelve al pueblo en servicios, obras, educación, salud y seguridad…o eso dicen, al menos, en la Rosada. Cada mañana, el desayuno se le hace úlcera porque si no lo frenan piqueteros con palos y capuchas, lo traba un control de alcoholemia. Y es que sale a trabajar cuando los adolescentes vuelven de bailar… ¡coherencias de la época moderna! En subte no viaja porque no consigue monedas, y la nafta le sube aunque el petróleo baja.
La semana pasada lo despertó un “detalle” como para matizar la rutina: aquella puja por dilucidar dónde resguardar su jubilación había sido vana y absurda. Sintió las risas en la cara. El gobierno decidió que ellos velarían por sus futuras arrugas y canas. Buscó los resúmenes de cuenta de su AFJP pero no hubo forma de entender en qué idioma estaban redactadas las cartas. Sospechó – quizás por ser un agorero del mal – que los Kirchner requerían sus ahorros para organizar punteros, aguantar a D’Elía & CIA., silenciar dos o tres medios o regalar un par de zapatillas o un electrodoméstico pre-comicios. Pero el reloj lo obligó a dejar el intelecto y salir a trabajar para que la olla, un mes más, se llenara. Total, en Balcarce 50 le ofrecen el “razonamiento” prefabricado para consumo inmediato. Un plan de ahorro de energía neuronal, digamos…
En la esquina, compulsivamente, le sacan las dos únicas monedas los limpiavidrios. Esquiva un delivery que se cruza contramano. Cuando logra llega al local, encuentra un vendedor ambulante desplegando sobre un trapo copias truchas de películas en DVD, a mitad de precio porque no emite factura, ni paga impuestos claro. Para colmo le tapa media vidriera, y osa discutirle se suman poco amistosamente otros puesteros de la cuadra. ¿Contemplará algo de esto, el código de convivencia, o sólo reglamenta la zona roja urbana?
A media mañana cae la AFIP. El inspector, extrañamente no ve con qué velocidad se escabulle con sus cosas el vendedor ambulante. Juan o Pedro (o como quieran llamarle) observa a Dustin Hoffman en un afiche del film “Un día de Furia” que cuelga junto a la puerta. Pero tranquilo. No todo es malo. Veamos, como pide Randazzo, el vaso medio lleno porque, si Juan o Pedro, pueden hacer frente a tanto gasto es porque tiene con qué: ¡Un bienaventurado en época de crisis como la que pasamos!
Al final del día, enciende la TV y, desde el atril de algún acto, la Presidente, sonriente, dice que “este es un país para todos”. Juan o Pedro se queda en silencio. Opta por apagar el aparato y encender la PC. Recibe un mail que lo invita a movilizarse en reclamo de sus derechos y en contra del saqueo institucionalizado…
No he de aclarar en este análisis poco ortodoxo qué hizo Juan o Pedro. No es arbitraria la omisión. Ni es casual la coincidencia si, acaso, todos los ciudadanos, están en idéntica circunstancia que Juan o Pedro (o como quieran llamarlo) hoy…
(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade) y con postgrado en Sociología del Poder en Oxford University, es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de "Economía para Todos", Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.
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