sábado, 5 de diciembre de 2009

POCA COSA


¿QUIEN ES ESTA POCA COSA?
Hugo Esteva

Si algo hay difícil de sobrellevar es la vergüenza ajena que provocan constantemente los miembros del matrimonio presidencial. Excluyendo su único buen signo en tanto tiempo –haberse cubierto la cabeza durante la visita al Papa- ella da pena siempre, con ese modo de superficial profesora secundaria que usa “urbi et orbi”, incluso ante el Sumo Pontífice. Pero la sola cara de Kirchner es una bofetada si se piensa que representa a los argentinos. Y, sin embargo, mandan. Porque a ese dúo lamentable se somete toda la clase dirigente argentina que, aunque lo niegue, se mira allí como en un espejo.
Claro está que ante esto Alfonsín parece menos vulgar, Menem gana algunos centímetros y hasta de la Rúa parece emerger un poco de su insondable vacío. Pero es sólo un espejismo: en realidad Kirchner y su mujer son el producto lógico de la evolución de la “democracia” hacia la dilución nacional a la que siempre apuntó. Siempre. También y especialmente durante los gobiernos militares que la precedieron y la prepararon así como es hoy.
No voy a aburrir a los lectores habituales de estas líneas con lo que ya saben. Sólo poner énfasis en que esto es consecuencia de la eterna duda de los sucesivos gobernantes sobre su legitimidad. Lo cual constituye el peor pecado –inhabilitante- para quien gobierna.
Así sucedió con los militares y sus civiles adictos, que vivieron preparándose para una legitimación electoral nunca llegada. Así sucede también en el fuero íntimo de cada gobernante elegido a través de las urnas, porque cada uno sabe que no es fruto de su mérito sino de sus componendas y se hace víctima de sus compromisos. ¿No es de ese modo como está en el seno mismo de la democracia esta inevitable evolución descendente? Bien lo saben todos esos decadentes. Pero, por desgracia, decadente es bien distinto de moribundo: la declinación puede ser larguísima y un país puede transformarse en esclavo sin necesariamente morir.
Kirchner y los suyos – aquí agrego a toda la falsa oposición- nos van acostumbrando a esto. Y sólo un shock difícil de imaginar hoy va a provocar que venzamos la inercia o, peor, que logremos quebrar la aceleración creciente propia de los procesos de caída. Como se ve, tenemos a toda la física en contra.
Porque la situación planteada es tan absurda como lo era la de los enemigos de Robin Hood en la leyenda: hambreaban cruelmente al pueblo de cuyo diezmo vivían. Por eso Robin Hood tenía una justificación ética para robarles, por eso podía tener un fraile amigo y peleador. Por la justicia de rebelarse contra la tiranía; pero, sobre todo, porque detrás de esa rebelión estaba la figura legítima del rey ausente tras la noble causa de la Cruzada. Y así llega finalmente Ricardo Corazón de León a aplastar a los tiranos y a regenerar a los rebeldes.
Ese papel, ese grotesco papel de usurpador sin virtudes le toca a Kirchner en medio de la preparada inercia del pueblo de la patria. Porque, ¿quién es si no un usurpador esa poca cosa, centro mismo del vacío de un país sin dirigentes?
Vamos a “festejar” doscientos años de sujeción al liberalismo, que ha dominado a un pueblo en formación de manera de hacerlo crecer lleno de vicios. Festejo absurdo de un hijo que se independiza de su madre patria debilitada por el mismo enemigo.
Sin embargo, tanta otra nobleza postergada en la sangre argentina indica que ha de haber un “Corazón de León” que –con su modo y en su tiempo- venza a la basura. Mientras, como el Cid, sólo cabe seguir peleando hasta después de muertos.

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