lunes, 9 de agosto de 2010

AGENDA


PROBLEMAS DE AGENDA

Los temas que se debaten continúan siendo impuestos por la dirigencia política de acuerdo a estrategias puramente electorales y oportunistas: las verdaderas preocupaciones de la gente sólo son tenidas en cuenta como parte de la coyuntura, nunca con una visión de largo plazo.

Por Gabriela Pousa

Para la concepción política argentina en general, y en particular para el kirchnerismo, los hechos a destacar dentro de un análisis político se centran en el Congreso Nacional, y un tema harto repetido: la compraventa de voluntades ya sea mediante el vil metal o el apriete extorsivo. Ahora bien, en el 2010 asombrarse frente a la ignominia que genera este tipo de soborno es una hipocresía.

Muchos pueden ser los males atribuíbles a los Kirchner. De hecho la perversidad con la cual tejen y destejen estrategias para salir airosos de situaciones maniqueas y hasta grotezcas es posible que sea inédita y ello justifique, a su vez, la devoción repentina que provoca una figura esencialmente desconocida en la faz política como la de Ricardo Alfonsín. Obsérvese que no se destacan sus planes o proyectos para administrar un país como la Argentina sino apenas su bonomía y don de gente para el trato con el resto de la dirigencia.

A esta altura, las aspiraciones de la ciudadanía puede que estén justificadas pero son nimias. Todavía se sigue escuchando la patética resignación del “roban pero hacen”, y lo que no parece sorprender en demasía: cierta esperanza depositada en quien precisamente fue el artífice de hallarnos hoy bajo el yugo kirchnerista.

En no pocos ambientes -donde aún la política es tema y no sólo queja-, se manifiesta la convicción de que Eduardo Duhalde es quien puede hacerle frente al matrimonio presidencial, quizás porque sus modos y maneras no difieren en lo esencial pero sí se alejan en lo palpable, quizás gracias a las sutilezas del maquillaje. Mas nadie sabe tampoco con certeza si el llamado “piloto de tormenta” está jugando al estratega o se ha de postular en verdad. Todo son puntadas con hilo…

Desde luego que la sociedad no es ajena a este proceso de decadencia donde la calidad de vida se mide en las cuotas que ofrecen algunos comercios para adquirir electrodomésticos, o en la posibilidad de llegar al verano y escaparse a la costa diez o quince días. Hay un relativismo que asusta, y una memoria porosa en exceso que tamiza los hechos con una velocidad inaudita.

¿Cuánto tiempo se recordará la conducta de Roxana Latorre en el Senado Nacional? ¿Quiénes fueron acaso aquellos que vejaron la mentada ley de flexibilización laboral? ¿Quiénes fue aquel enigmático Juan Abraham Kenan, más conocido como el dipu-trucho que permitió dar quorum para tratar el marco regulatorio de la privatización del gas? ¿Y qué pasó con otros cinco que en esa misma sesión huyeron del recinto? Los ejemplos son tan innumerables como los olvidos que se han hecho de ellos.

Es pasado: pasado que no parece juzgarse en ningún tribunal, ni es demandado por pueblo, Patria o Estado. Más de uno puede volver a ser candidato sin que nadie se horrorice demasiado. Se oirá decir que frente a lo que hay actualmente, aquello era la panacea universal. Y en esa liviandad de la sentencia muere el progreso humano que implica superarse y aspirar a más.

Ahora, seguir enumerando los temas que impone la dirigencia por apremio del tiempo electoral, por codicia y estrategia más que por demanda social; exponer las contradicciones de muchos miembros de la UIA que tantas veces aplaudieron las diatribas oficialistas, o dilucidar si la comida organizada por el CEO de Clarín fue una batalla ganada de la cual Néstor Kirchner también sacará ventaja, puede que sea aquello que debe abarcar un análisis de coyuntura, pero seguramente no aporta un ápice a lo esencial que debe restaurarse en la sociedad si hay intención, al menos, de salir algun día de este atolladero.

Porque Isidro ya no está y nadie garantiza ni hace nada para que mañana no haya otro Isidro más. Si la vida no vale nada, qué sentido tiene debatir la encuesta que le da 10 puntos más ó 10 puntos menos a un político con más aspiraciones a representar a Narciso que a gestionar?

El debate encima se acalla frente a lo “políticamente correcto”: los “derechos humanos” adaptados al oportunismo de un gobierno que se valió de ellos para sumar adeptos y construir poder. Aquello que surgió como manipulación para un fin ‘superior’, frente a un magro 22% de votos que ponian en duda la legitimidad, adoptó en los últimos 7 años la magnitud de un gigante a quién nadie se atrave a cuestionar. Es así como la delincuencia no tiene ni tendrá final.

El “garantismo” malentendido prioriza los derechos del criminal mientras cierto tipo de abogado busca la tajada que puede sacar. En consecuencia, durante la discusión bizantina sobre los orígenes de marginalidad, los culpables de la misma y la atrocidad que es vivir en una celda del servicio penitenciario nacional, sin que nadie declare la atrocidad que es ‘no vivir’ en una tumba del cementerio local, se pierde no sólo el tiempo sino más vidas cuyos derechos no cuentan porque no se corresponden ya con un voto más.

Analizar un titular que polemiza sobre la “política de seguridad” del gobernador bonaerense es una afrenta a la racionalidad porque dicha política directamente no está. En este trance de eufemismos y confusión acerca de aquello que debe ser prioridad en la agenda política de toda la dirigencia sin excepcionalidad, la seguridad y la inflación no aparecen.

Y la mayor gravedad radica en que del ninguneo se ha pasado ya a la negación del problema: garantía intrínseca de marchar hacia un grado de conflictividad del que no se vuelve sin secuelas.

Lo cierto es que mientras el matrimonio discute si él o ella serán la “continuidad”, Julio Cobos define qué hacer con el rol al que accedió por voluntad popular, Carlos Reuteman se broncea en el caribe, Mauricio Macri escucha las estrategias de marketing que le dan, Ricardo Alfonsin analiza las conveniencias de asemejarse o no al papá, Felipe Solá trata de despegarse del tiempo en que fuera felpudo de los K, y Daniel Scioli pregona que está “trabajando con optimismo y lealtad”, los argentinos viven o mueren en otra realidad

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