lunes, 9 de agosto de 2010

EL PROGRESO....


EL PROGRESO Y ALGUNOS SOCIALISTAS

Por el Lic. Claudio Valdez

Recuerdo socialistas que merecen ser reconocidos como hombres de utópicas pasiones políticas, pero de concretas realizaciones a favor del progreso. Entre ellos, varios profesores durante mi formación educativa secundaria: Contadores Públicos Nacionales que desempeñaban su profesión con vocación y voluntad de transferir su formación e ideas a la juventud. El tiempo demostraría que la juventud de entonces no lograría asimilar las experiencias y “sueños” de aquellos mayores.

Hombres de bien, buscadores del progreso y comprometidos con el bienestar de los ciudadanos y la población en general. Hombres que aportando a la educación, a su ámbito profesional, al país y a las actividades productivas, brindaban sus talentos a las pujantes cooperativas y empresas de entonces: El Hogar Obrero, el Banco Cooperativo de Las Flores, e incluso algún canal de televisión capitalino durante los años de la década de 1960.

Hombres que, por ser socialistas, valoraban la potencialidad del Estado Nación y bregaban para que sus reglamentaciones favorecieran al pueblo. Hombres que, además, estimulaban las realizaciones a favor del progreso social mediante el esfuerzo de organizaciones privadas: empresas locales, cooperativas, mutualidades, sindicatos y asociaciones educacionistas.

Ninguno de estos viejos socialistas promovían anarquismo, ninguno “la rebelión armada socialista”, ninguno el “Castro comunismo” en boga en aquel entonces. Su pensamiento era socialista y lo exponían como superación cultural para una humanidad que valoraba el beneficio egoísta como motivación para el desarrollo. Ni siquiera estaban enrolados en la estrategia internacional del eurocomunismo, que pretendía establecer un “socialismo reformista”.

Superación cultural que señalaban como revolucionaria, pero jamás realizable mediante sublevación política ni demolición cultural. Aquellos hombres siempre supieron que en política, economía, educación e incluso evolución “la realidad es la única verdad”. En nuestro país, las generaciones que les sucedieron intentaron forzar “la naturaleza de las cosas” produciendo terrorismo, muerte, duelo, destrucción, conflictividad sindical, desprestigio institucional y como contrapartida inseguridad y caos creciente.

Desde hace tiempo algunos políticos profesionales de Argentina decidieron, como estrategia electoralista, “acelerar cambios” pervirtiendo interpretaciones constitucionales, fundamentos legales, procedimientos judiciales, relatos históricos (adjudicándoles el calificativo de “revisionismo”) obligando a la educación institucionalizada a evocar hechos y causantes de la delincuencia terrorista subversiva. Ni siquiera quienes proponen estos despropósitos ideológicos, políticos y profesionales se animan a manifestarse encuadrados como “socialistas”. Son mistificadores que prefieren ser conocidos como “progresistas” y “militantes”: sin duda son “contraculturales” y estafadores de la voluntad ciudadana de una sociedad que ha sabido tolerar con demasía.

Los socialistas evocados, ni siquiera ajustaban al tilde de “militantes”; eran ciudadanos argentinos responsables, hijos y nietos de inmigrantes italianos, españoles, polacos. Su progresismo consistía en desarrollar el país con trabajo, inversión, capacitación y digna educación. Sus experiencias familiares y personales los ubicaban en las antípodas de la venganza justiciera; preferían la justicia de la historia para los hechos consumados en el pasado por las intolerancias y violencias ideológicas. Bien sabían que “la venganza continúa engendrando violencia” y esta acaba con la paz necesaria para la producción y el bienestar.

Un socialista español, con quien mantengo correspondencia, publicó recientemente en un medio madrileño que ser socialista es “abogar por la sociedad en que se está inserto y no destruirla”. Consigna elemental, para todo buen dirigente, que pareciera desconocida por las generaciones de políticos hispanoamericanos del siglo XXI.

Decisiones y hechos políticos, económicos y culturales, como los que cotidianamente informan los medios de comunicación, muestran a las dirigencias obsesionadas por la propaganda de “democracia” y “progresismo”; en general con escaso apoyo popular y habitualmente con mezquinos resultados de progreso.

Progreso es producción y distribución voluntaria de las crecientes realizaciones del pueblo. Cualquier otra alternativa violenta la voluntad individual y desintegra la disposición social: curiosamente no es posible considerarla “socialista”. En esto reside el valor de aquellos profesores y de mi amigo epistolar español, maestros de sensatez política.

Los tiempos venideros reclaman hombres, varones y mujeres, de esa talla moral para lograr el venturoso porvenir que continuamos añorando.

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