domingo, 8 de agosto de 2010
LA INDIFERENCIA DE LOS BASTARDOS KIRCHNER
-La inseguridad y la pasmosa indiferencia de los Kirchner
Por Eugenio Paillet
www.notiar.com.ar
Un viejo intríngulis del matrimonio Kirchner, desde que se instaló en el gobierno, ha sido convencerse a ellos mismos, y bajar línea hacia sus subordinados o espadas mediáticas, de que la seguridad no da votos.
No los dio, se regodean, cuando Juan Carlos Blumberg apenas arañó el 3 por ciento de los sufragios en las elecciones de la provincia de Buenos Aires de 2007, en plena efervescencia por el clima de inseguridad de entonces.
En las catacumbas del poder, se ha llegado a escuchar argumentos tales como que "la seguridad es de derecha", o la más conocida públicamente de que todo se trata apenas de una sensación falsa que transmiten a diario los medios que buscan crear un clima de inestabilidad en el país.
A fin de cuentas, si alcanza un botón de muestra, Cristina Fernández no dudó ni un minuto en embarrarse los zapatos o desangelarse el peinado cuando, hace dos años, fue a Tartagal, estragada por un trágico alud, llena de colchones y frazadas y promesas de ayuda que después nunca se cumplieron. Ahí sí había votos que cuidar y ventajas políticas que sacar.
Para los Kirchner, la inseguridad no existe, y fomentar leyes a favor de mayor seguridad para los ciudadanos es una pérdida de tiempo, porque no habrá rédito electoral detrás de esa gestión.
Por eso, ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández han mencionado nunca el tema de la escandalosa inseguridad que afecta a todos los estratos sociales, y que se hace pavorosa en la provincia de Buenos Aires. Nunca avalaron un solo proyecto sobre el tema en el Congreso y, en todo caso, si algún curso de acción han alentado por vía indirecta, ha sido la existencia de un Estado garantista que vela primero por los derechos del delincuente antes que por proteger a las miles de víctimas que ya se ha cargado el flagelo.
Esos argumentos y esa forma de proceder explicarían por sí solos un interrogante que se abre por estas horas y que no se sostiene salvo por el lado del espanto y la incredulidad: por qué el matrimonio gobernante ignora olímpicamente el tema que, desde hace años, pero, muy especialmente, con el auge de los últimos meses, figura al tope de las preocupaciones de los ciudadanos comunes, como es el de la inseguridad, según todas las encuestas.
Como si de antemano no temieran que la ola de inseguridad vaya a restarle votos. Algunas luces rojas pueden encenderse: el clima actual permite, por lo menos, advertirles que, en esta ocasión, con la mira puesta en las elecciones de 2011, por primera vez la gente común podría decidirse a castigarlos en las urnas por tamaño desparpajo.
Por esa indiferencia pavorosa del matrimonio y su gobierno se explica que no haya habido una sola voz oficial de la Casa Rosada o una simple llamada telefónica a los familiares de la mujer baleada en una salidera bancaria en La Plata, cuyo hijo de apenas una semana de vida no pudo sobrevivir a tremendo caso de violencia. O que ese mismo silencio haya acompañado al cementerio al joven oficial de la Policía Federal asesinado en la puerta de su casa de Tortuguitas, delante de su hermana y sus pequeñas sobrinas.
A la misma hora en la que los médicos platenses comunicaban la triste nueva de la muerte de Isidro, la presidenta se vanagloriaba en un acto en Chacabuco con cifras y más cifras sobre el falso país de las maravillas en el que vivimos los argentinos. De haberlo querido, un simple llamado al celular de sus asistentes hubiese bastado para enviar algún pésame.
En medio de estas horas dramáticas, los Kirchner han aparecido más dedicados a evitar una imaginaria guerra entre Venezuela y Colombia, que sólo existe en la afiebrada cabeza de Hugo Chávez, para tapar los monumentales problemas que lo acechan en su país, sumido en altísima inflación, al borde de la cesación de pagos y con su popularidad fuertemente cuestionada. Una formidable cortina de humo que sus dos amigos argentinos han ayudado a construir.
La impresentable ministra de Defensa, Nilda Garré, ha estado más preocupada por hacer bajar una placa frente a un jardín de infantes porque al lado del suyo figuraba el apellido de Mauricio Macri. Seguramente también porque no quiere quedar registrada en la historia como la funcionaria kirchnerista que inauguró un establecimiento al que asistirán hijos de militares, como es el caso en cuestión.
Con espeluznante hipocresía, Aníbal Fernández se aprovechó de la muerte de Isidro para salir a culpar a la oposición de reclamar medidas contra la inseguridad. ¿A quién, sino al gobierno de turno, deberían reclamar los dirigentes políticos, que no hacen sino recoger el fuerte clamor ciudadano, por medidas para terminar con muertes y más muertes a manos de delincuentes que entran por una puerta y salen por otra de cárceles y juzgados?
El jefe de gabinete completó el exabrupto con el envío de condolencias a la familia de Carolina Píparo, no en una comunicación oficial, sino a través de su blog personal en Internet.
A los Kirchner, decididamente, no les interesa el tema de la inseguridad, pero hay constancias de que están muy al tanto de las recorridas que organismos de derechos humanos aliados de la Casa Rosada, firmes en cada acto en el que haya que aplaudir a Cristina Fernández, realizan por cárceles y comisarías del Gran Buenos Aires, para velar por el buen cuidado de los delincuentes.
No en vano un niño de 9 años que la semana última asaltó un comercio en la provincia de Buenos Aires amenazó a los policías con "avisarles a los de los derechos humanos" (sic), si se atrevían a detenerlo.
Ese abrumador silencio del matrimonio gobernante y del gobierno en general se agiganta frente a un escenario que se patentiza por estas horas: la soledad en la que Daniel Scioli parece moverse en medio de tanto drama, sin el más mínimo gesto de apoyo de la pareja a la que, no obstante, en un gesto de sumisión que más de un psicólogo dice no entender, a estas alturas, le entrega su "incondicionalidad inquebrantable", para usar sus mismas palabras de la semana última.
"Es cierto, Daniel está solo en esta lucha, pero la va a dar hasta el final, no hay un gramo de especulación en su cruzada", dicen en La Plata, con aires en los que se mezclan desazón y resignación por partes iguales.
No es aventurado asegurar que, respecto del futuro de Scioli, pero, antes que nada, de su atribulado presente y del mayor o menor grado de las heridas que el flagelo de la inseguridad pueda dejar en su humanidad y en sus chances electorales, todo es cálculo político, en Olivos y en la Casa Rosada.
La impresión de que si hay costos que pagar por el peor azote que soportan los habitantes del territorio bonaerense, de esa factura deberá hacerse cargo únicamente Scioli, campea en no pocos análisis que se realizan en los aledaños del poder.
El lanzamiento de su candidatura a gobernador provincial en 2011 por parte de Aníbal Fernández, justo en medio de los tremendos esfuerzos de Scioli por empinarse sobre la ola de inseguridad que desangra a los bonaerenses, es toda una definición de esa estrategia asombrosa, pero palpable, de Kirchner y sus aliados.
Un hombre de La Plata se preguntaba, horas atrás, cuál era la urgencia del jefe de gabinete, en medio del tembladeral de la inseguridad y de la congoja social por el caso de la mujer baleada en un salidera bancaria, para anunciar su postulación. Se dice que la procesión del gobernador va por dentro, frente a tantas trapisondas. Lo que nadie aventura a predecir es si, en algún momento, esa procesión saldrá a caminar por la luz del día.
Algún pelotazo de esos que apuntan a la cabeza del gobernador puede salirle en contra a Kirchner. La soledad en la que han dejado al gobernador ya mereció algunos reproches internos, dentro del kirchnerismo puro. Y varios cálculos que demuestran, con números en la mano, que la estrategia puede terminar siendo equivocada han sido echados sobre la mesa.
Una primera comprobación en ese sentido, una vez más, es que todo lo que toca Kirchner parece quedar contaminado. Su plan para esmerilar al gobernador, llenándole la cancha de candidatos bendecidos por la Casa Rosada, o como forma de mostrarle que jamás podrá soñar con ningún juego propio, muestra algunas grietas.
Datos provenientes de los equipos del mandatario señalan que la imagen de Scioli es la que más ha crecido en la Provincia, desde que anunció su decisión de jugarse la carrera en la lucha contra la inseguridad.
También creció, apuntan, desde que una catarata de apellidos ligados estrechamente a Kirchner (su hermana Alicia, Aníbal F, Florencio Randazzo, Julián Domínguez) y con la venia del santacruceño, se lanzaron a torearlo con sus propias candidaturas y con la amenaza de llevarlo a una interna como a cualquier hijo de vecino.
Una versión light de esos escarceos, como si se quisiera no empujar al gobernador a amagos de ruptura que hoy nadie imagina, sostiene que Kirchner va a necesitar a Scioli para que se presente como candidato en la Capital Federal.
En cuyo supuesto, la candidatura a gobernador en la Provincia en 2011 la asumiría el propio ex presidente, en el caso de que se reafirme la tendencia de cualquier encuesta que le asigna chances casi nulas de ganar en un balotaje si, en cambio, decide competir en la elección nacional del año que viene.
Además, claro está, de la consabida cantinela cuya letra dice que Kirchner, en verdad, necesita inundar de candidatos propios la elección provincial para evitar que más y más dirigentes de su espacio se vean tentados a pasarse a las filas del enemigo. Nada de eso termina de justificar, a ojos de sciolistas puros, el cerco que parecen querer tenderle y el aislamiento al que lo han sometido en el tema de la inseguridad.
En el gobierno, han vuelto a lo suyo: muestran encuestas, una tras otra, que advierten de un crecimiento en imagen y en intención de voto tanto de Cristina como de su esposo, a caballo de la bonanza económica y del boom de consumo que se registra en amplias franjas de la clase media, esa que todavía genera los mayores desvelos del santacruceño.
Han hecho hincapié en una en especial, de una consultora que no trabaja para ellos: es la que señala que, por primera vez en los últimos seis meses, Kirchner parece tener casi asegurado un lugar en el balotaje del año venidero, algo que se tornaba utópico cuando arrancó este año. La misma expectativa se registra en el caso de que la candidatura fuere asumida por la presidenta.
Esas euforias no impidieron que Kirchner tuviese arranques de pésimo humor, cuando se enteró de la reunión de los principales candidatos del peronismo federal, junto a Mauricio Macri, con el CEO del matutino "Clarín" , Héctor Magnetto, enemigo público número uno de la Casa Rosada y de los aposentos de Olivos.
Por eso ordenó a sus espadas mediáticas salir a tirarles con munición pesada al grupo y al empresario. Más allá de algunas chicanas propias de Aníbal Fernández o del neokirchnerista Héctor Timerman, Carlos Kunkel ha dicho, con todas las letras, que en esa reunión se urdieron los primeros pasos de un plan mayor para desestabilizar a Cristina. Y que de esa trama participan Hugo Biolcati y la Sociedad Rural.
Nada que no se haya dicho antes: apenas han desempolvado viejos eslóganes para encarar la guerra con uno de los frentes que preocupan al santacruceño, aunque nunca lo dirá en público, como es una alianza entre los peronistas disidentes y el jefe de gobierno porteño.
Aquellas mismas encuestas que se leen en la cima del gobierno han traído la reafirmación de otra mala novedad, como es el encumbramiento de Ricardo Alfonsín al sitial de dirigente con mejor imagen del país, seguido por Julio Cobos, aunque el mendocino conserva algunos puntos de ventaja sobre el diputado de Chascomús en materia de intención de votos.
Kirchner ya había advertido a sus seguidores que la desunión de su espacio, o las fugas hacia el peronismo disidente, sólo servirían para hacerle el juego al hombre que, encima, apuesta a los beneficios casi históricos de la figura de su padre, con resultados, hasta ahora, que lo favorecen ampliamente.
Un fuerte operativo mediático para atar la figura de Ricardo Alfonsín a lo peor de la Alianza encabezada por los radicales que llevó al país al borde del abismo en 2001, ha sido bendecido en Olivos y será puesto en escena más temprano que tarde.
La resistencia de Cristina Fernández a entrar en ese juego sucio contra "Ricardito", como lo llama, duró lo que un suspiro, delante de las urgencias políticas de su esposo.
Fuente: La Nueva Provincia (Bahía Blanca
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