domingo, 1 de junio de 2008

EL DEMAGOGO

“La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado. La demagogia es una forma de degeneración intelectual” (Ortega y Gasset)
Por Carlos Berro Madero

NuevoEncuentro 01/06/08



Como el poder emanado de la demagogia no encuentra maneras razonables que le obliguen a declinar en su crecimiento por ausencia de convicciones morales que se eleven contra ese mal, es la violencia la que toma el lugar de las acciones. Las víctimas de la misma, resultan ser finalmente siempre los ciudadanos.

La deformación esencial del demagogo consiste en su insistencia por confundir las cosas más de lo que naturalmente están en cada asunto. En su prédica irracional, al pasar por el abanico de la derecha, promete revoluciones y cuando invoca cuestiones atinentes a la izquierda, promueve tiranías.

Todo ello, provoca en él el fenómeno de olvidar que quien quiera tener ideas, necesita antes disponerse a querer la verdad y aceptar las reglas de juego que ella impone. Esto está ausente en la mente de quien se abraza a la demagogia como forma de ejercer el poder sin límites.

Los últimos días han demostrado que Néstor Kirchner, y de rebote, y solamente por ello, la Presidente, mueven los alfiles de su juego político con muy poca piedad y ningún cálculo racional.

Encerrados en las insondables profundidades de mentes claramente irracionales, ignoran que civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia y su “acción directa” consiste en invertir el orden y proponer la violencia como único argumento. No resulta necesario aclarar que provocarla para justificar lo injustificable, es el paso previo a la barbarie.

La democracia exige contar con el prójimo, y el poder político debería limitarse a sí mismo para que puedan expresarse y vivir libremente quienes no piensen como él. Es necesario que se comprenda que el perfeccionamiento del ejercicio republicano consiste en gobernar CON la oposición y convivir en plenitud con quienes discrepan con los supuestos “dogmas” emanados del gobierno de turno.

Odiar a muerte todo aquello que se interprete consiste en una eventual repulsa natural respecto de la arbitrariedad de ciertas formas de ejercer el poder, implica cuanto menos un desconocimiento supino de los fundamentos de la democracia bien entendida y cuanto más, una severa alteración mental.

El mal de nuestro gobierno radica en el pavoroso problema que genera que se haya apoderado de la dirección y el rumbo del país un tipo de hombre, como Néstor Kirchner, a quien no le interesan los principios de la civilización. Y no de alguna en particular: de ninguna.

El visible y radical desinterés manifestado por su desprecio a los riesgos que pueda acarrear su obcecación por las armas con que combate las ideas “de los otros”, indica a las claras que estamos en presencia de un demagogo de la peor clase: alguien que mueve el tablero ignorando las ciencias físicas, las consecuencias morales y los riesgos emergentes.

La historia de este hombre dice a las claras que es absolutamente incorregible y que solamente podrá ser combatido y derrotado algún día –dentro de los mecanismos de las instituciones-, si se tiene en cuenta todo esto.

Enfrentarlo con la misma violencia, potencia su irracionalidad y todo lo que su mente pone en marcha para consolidar el poder que cree le pertenece para siempre, más intransigencia y más obcecación.

Estamos ante un fenómeno increíble de alguien que no cejará en sus acciones descabelladas HASTA QUE SEA DERROTADO POR LA REALIDAD, única verdad que, finalmente, habrá de poner fin a sus ansias de dominio y sojuzgamiento sin límites.

Solamente la prudencia de la ciudadanía podrá evitar el colapso doloroso que podría acarrear un caos que no parece preocupar particularmente a un gobernante que ha perdido la brújula y marcha hacia delante como un cebú embravecido, sin advertir que su suerte quizá ya está echada.

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