martes, 21 de octubre de 2008

ABSOLUTISMO...

ABSOLUTISMO Y ESTATIZACIÓN DE LAS CONCIENCIAS
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse

21-Oct-08



Ni siquiera Luis XIV llegó a tener una concepción tan absolutista de las fronteras del poder real. Es más, la frase que se le atribuye respecto de que “el estado soy yo” (L’etat c’est moi) es muy improbable que haya sido pronunciada por él, como se afirma, a los 5 años de edad.



La sorpresiva crisis del mundo le ha servido ahora a nuestra mandataria, en bandeja, una enorme cantidad de argumentos para sacralizar con júbilo su progresismo criollo. Para elevar a la categoría de dogmas a todos los rituales más subterráneos del totalitarismo, empezando por la supuesta panacea del Estado que todo lo puede sanar y corregir.



Y ella… no solo es la Jefa del Estado. Ella es el Estado.



Cuando vieron que les faltaba dinero, quisieron manotearle el bolsillo al agro y después de naufragar en el intento, pasaron la lupa por todo el espectro de los escondrijos del patrimonio privado nacional, tal como un vulgar ladrón que revisa desesperadamente los cajones de una casa.



Se detuvieron con una sonrisa frente al arca munificente de los jubilados.

Están a las puertas de manotear esos fondos.



Y como nuestra dirigencia y nuestro empresariado es un enorme estofado de ignorantes enciclopédicos, la mayoría genuflexos expertos, a todos ellos puede hacerles repetir como loros que la interpretació n personal que ella hace de esta crisis, pertenecía a su vieja doctrina desde la que se animó a aconsejar que tuvieran un Plan B en USA.



Alguien le dijo hace poco, al oído, la lisonja que más le agrada :

Tu fuerte es el discurso, tu voz… y el modo en que decís las cosas.



Pero el que le susurró tal cosa … sabe bien que es eso lo que ella cree.



Entonces ella habla todos los días. Y a veces hasta tres veces.



No importa el lugar. Es una catarata retórica de frases repetidas.



En su mente anida la soberbia como modo de relacionarse con el prójimo.

Tiene por lo tanto, desde la mañana hasta la noche, una posición oblicua y deshonesta frente a las cosas.

Se auto fabricó esa moral como virtud de tránsito por su mundo falso.

Ya inauguró un centenar de obras que insólitamente no estaban terminadas.



De todas ellas, sólo nueve empezaron a funcionar al día siguiente.

El resto no.



Pero no será la primera vez que hay una segunda inauguración de obras.

Estas prácticas políticas empiezan ya a no servirle más y, como odia la originalidad, sigue aferrada a ellas, aunque estén momificadas.



Entre sus prácticas no está la de pedir que la asesoren. No en el sentido formal. Prefiere, por ejemplo invitar gente a una cena y dejar que hablen de un tema. Se ahorra el canon de asesoramiento y tiene así la chance de robarle las ideas.



Entre sus grandes tentaciones sigue prefiriendo la adulación del ignorante al consejo del sabio.



Envanecida como una cacatúa, subyace a todos los dogmas.



Hay una sola práctica política, cuya autoría ya nadie le discute hoy y de cuyo ejercicio se muestra como una muy avezada protagonista :



La enunciación de ambigüedades y de vaguedades a través de la retórica.



Esa práctica, tributaria de la ignorancia y de la incertidumbre general, le permite poner a todo el escenario social en un virtual estado de zozobra.



Como herramienta sustitutiva de la conducción, es una parte imprescindible del populismo ingénito que es el que la ha inspirado ideológicamente desde su pubertad política.



Sale a hablar y nos enumera la casuística de un desastre mundial como una profesora de Harvard. Como si ella le hubiese advertido al mundo esta crisis



Los casos aislados… son el “todo”.



Y trata de obligarnos a una especie de inquisición de la conciencia, ejercida como ocupación, para que, definitivamente, terminemos de acompañar su odio convencidos todos de nuestra guerra contra cualquier vestigio liberal



Sin temor alguno a que el tiempo descubra su moral en pedazos.
Sin temor a seguirles mintiendo a todos, con la plácida connivencia de una gran caterva de filibusteros que usaron con frenética militancia la camiseta de Menem y de Duhalde indistintamente. Sabe bien que todos, en derredor suyo, tienen su precio.

Un precio que, sin dudas, va directo a fulminar la escala del mérito, a hacer callar a los ilustrados, a igualar ignorantes con estudiosos y a reemplazar lo cualitativo por las letrinas .

Seguramente, el container de traidores y acróbatas de la camiseta que planean apoyar y consentir este nuevo absolutismo sobre las ruinas de lo que ha sido su propia doctrina perimida, deberían llevar como blasón de su movimiento frentista, ya decrépito, las viejas frases impuestas al bárbaro converso:



“QUEMA LO QUE HAS ADORADO …

Y ADORA LO QUE HAS QUEMADO”.



Lic. Gustavo A. Bunse

gabunse@yahoo. com.ar

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