Jubilaciones: La duda no es como sino quien. El problema son los Kirchner
Ante la crisis mundial es admisible que el Estado asegure los ingresos de los desprotegidos, entre estos están los jubilados.
La cuestión de fondo es que quienes administran los fondos del Estado no son confiables.
Fuente PyD
No hay doctrina contradictoria. Ante las grandes crisis, desastres naturales o cualquier situación extrema es el Estado, estructura de todos los ciudadanos de una Nación, la que debe acudir en socorro de los damnificados y sobrellevar los daños aplicando el principio de la solidaridad.
En los extremos de la vida, la niñez y la ancianidad, es donde se hacen presentes las máximas debilidades de la persona. Allí es donde estamos indefensos.
El debate por el envío al Congreso Nacional de la modificación del sistema jubilatorio existente parece orientarse con exclusividad hacia la rentabilidad, las consecuencias financieras o el despropósito político desde la oposición o hacia la valoración del papel del Estado desde el oficialismo, argumentando que hacerse cargo de los problemas sociales es un acto heroico y digno de ponderación magna cuando en realidad no es más que cumplimiento del deber sin el cual el instituto perdería su razón de ser. Ambas cosmovisiones son erróneas desde su raíz.
La primera porque esquiva la solidaridad y defiende intereses de sectores sin atender la globalidad. La segunda porque infatúa lo que le es propio.
En ambos el substrato es ideológico o partidario.
La sensación social pasa por otro lado: La desconfianza.
El matrimonio presidencial ha demostrado a lo largo de su decurso en el poder que miente o disimula la verdad al menos. También que no es confiable cuando se le confían fondos –véase los dineros de Santa Cruz a modo de ejemplo- o en cuanto al destino que le dan a aquellos de que disponen en ejercicio de su función y esto puede ejemplificarse desde los gastos protocolares, de los viajes con comitiva costosas, del abusivo uso de los bienes comunes dados en administración, de la liberalidad con que cuenta para disponer libremente de partidas presupuestarias superpoderes mediante y de la aplicación que de estas hace para incrementar el clientelismo de la pobreza o el debilitamiento de los adversarios.
Tampoco es confiable en lo que a la defensa de la vida se refiere ya que son el matrimonio y sus funcionarios y aliados los principales promotores del aborto y si así actúan con el primer extremo de la vida, simplemente matándolo, cabe la duda sobre la real defensa del extremo final, los ancianos, los jubilados.
Y reiterando lo dicho arriba, por ser la verdad la gran ausente en los dichos y políticas de los Kirchner, la desconfianza es la cualidad dominante.
Ninguno de los dos sistemas, el de capitalización o el de reparto, son malos intrínsecamente. Ambos pueden ser exitosos moralmente administrados. Ambos pueden convivir. Ninguno de los dos servirá para sus fines propios si las gigantescas cajas acumuladas son usadas indiscriminadamente defraudando así a los dueños reales que son los trabajadores sean empleados y patrones.
El Estado, un mal administrador consuetudinario, hoy además demuestra impericia y corrupción en grado superlativo. Este escenario es el que debe ser observado con atención por los legisladores nacionales al momento del tratamiento del proyecto de ley que les es encomendado sabiendo desde el vamos que las comisiones de seguimiento o de control generalmente fallan en su labor o resultan ineficaces y una de las razones de esto es justamente la que hace sospechable la administración de los dineros de los trabajadores por parte del Estado: La corrupción y el clientelismo, ya no de los pobres sino de la clase privilegiada que es la política la que votará según su propia y personal conveniencia.
Es incuestionable que el gobierno nacional procura el manejo de los fondos de los futuros jubilados. Cuando la Presidente de la Nación acusa a los empresarios de las AFJP de preocuparse por su caja no hace más que reconocer por analogía que es su caja la que la preocupa. La caída de los ingresos previstos para el Presupuesto 2009 por variadas razones que no vienen aquí enumerar plantea un preocupante panorama para los próximos tiempos que, y cabe subrayarlo, son electorales y necesitan de todo tipo de refuerzos monetarios para la adquisición de votos dada la baja de aceptación del oficialismo según las mediciones.
Coincidentemente con la circunstancial ola estatista del mundo, la Argentina no ha hecho más que unirse a ella con la singularidad de que arrebata dineros privados y los pone bajo su discrecionalidad, algo que el resto del mundo no ha hecho tal cual.
La respuesta de los actores económicos y financieros es más desconfianza y por ello cae la bolsa y sube el riesgo país.
De mantenerse el horizonte práctico en lo meramente dialéctico e ideológico, la Argentina del futuro no tan lejano se verá inmersa en otra crisis de consecuencias previsibles y ya experimentadas hace seis años.
Y la desconfianza, esa gran duda instalada en el cuerpo social sobre la veracidad y ética de cualquier aserto de la Presidente o de sus funcionarios, será el motor del derrumbe.
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