lunes, 20 de octubre de 2008

MALA ENCUADERNACIÓN

Cuando llegué a la pág. 50 encontré la veintipico y desde allí en adelante una meresunda que me retrotrajo al prólogo y de allí al índice y de allí… Un libro mal encuadernado: Nuestra historia según el progresismo.



Por Juan Carlos Sánchez



Cuánta razón tuvo el Gral Cristino Nicolaides al decir que las organizaciones subversivas continuaban su accionar enmascarados tras institutos supuestamente defensores de los derechos humanos. Sabía el entonces Jefe del Ejército cuál habría de ser la metodología utilizada por la delincuencia terrorista para mimetizarse en el pueblo que la había repudiado. Tanto la repudió que votó a Raúl Alfonsín no porque fuese el mejor aunque admitamos que tenía una fuerza discursiva de la que careció Italo Luder, sino porque era la contracara de una presunta violencia escondida en el peronismo que, desde la derecha a la izquierda, representaba a quienes impulsaron el golpe de estado de 1976 instalando el terror.

Luder, de una personalidad de excelencia y altamente capacitado para gobernar, mostró una imagen forzada y débil ante un poeta de la política que fue Alfonsín. Luder no garantizaba la pacificación nacional luego de tanta violencia vivida especialmente porque dentro de sus propias filas –y no podía ser de otro modo- estaban aquellos que pactaron con lo peor políticamente hablando que tuvo la Marina, que fue el Amte. Massera. Firmenich uno de ellos y tantos otros que en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y hasta la mediterránea Córdoba formaron la "pata peronista" de los sueños presidenciales del jefe naval.



Quien podría –quizá, siempre quizá; tanto en política como en el lecho o en el casino, siempre quizá- haber ganado a Alfonsín era Carlos Menem. No pudo llegar, el sindicalismo especialmente Herminio Iglesias y la poderosa UOM que cinco años después lo apoyaría merced a la fina visión de Lorenzo Miguel, le cerró el camino. El precio pagado fue la presidencia de la Nación en las manos de Alfonsín y la social democracia europea. Un hombre de la UOM, José María "el Tati" Vernet se quedó con Santa Fe y aspiró a ser el futuro del peronismo. Era bueno pero no le alcanzó. Ninguna construcción improvisada asegura solidez.

Tati me dijo en confianza en un momento solitario entre ambos que no estaba seguro si seguir siendo un funcionario del Banco Mundial o aceptar la candidatura. Le dije que era mejor que siguiera en el Banco, que la política no acepta dudas. Poco tiempo después, ya Gobernador de Santa Fe y admitamos que fue de los buenos, rechazó compartir una visita a la Provincia con Carlos Menem, Gobernador de La Rioja por entonces. Golpeaba la mesa de su despacho ante el asombro del legendario médico Luis María "Pachún" Barreiro diciendo "yo soy Perón en Santa Fe, yo gané…" La entrevista para mi terminó allí, me levanté y me fui con una frase dura. Pachún quedó para arreglar el entuerto. Fue el día de la muerte de Mons. Zazpe, Arzobispo de Santa Fe. El peronismo oficial no entendía aún que hacer política no era improvisar. El futuro cercano con el triunfo de Menem contra Cafiero primero y Angeloz después confirma este aserto.



Éramos muy pocos, quizá no más de seis, no recuerdo si Víctor Reviglio que fue Gobernador de Santa Fe o Raúl Carignano que presidió el PJ santafesino y fue Embajador ante la ALADI designado por Menem (a quien combatió en la interna con Cafiero), Rodolfo Borzone y alguno más los que estábamos en el Hotel Corrientes de Santa Fe haciendo catarsis con Deolindo Felipe Bittel. Se acercaba el tiempo de definiciones y dos sucedidos en esos momentos quedaron en mi memoria. Uno, cuando un joven militante de Guardia de Hierro vino a contar que habían pintado en las paredes con letras negras "Somos la rabia". "Andá y borralo" le dije.

El peronista entendería el sentido oculto de la frase. Se dijo durante las épocas duras de la Revolución Fusiladora que "muerto el perro se acabó la rabia" y el perro era Perón. Los muchachos, tres décadas después, testimoniaban que el "perro" –perdón General- podía estar muerto pero la rabia estaba vivita y coleando.

Pero le dije "andá y borralo". Es que la sociedad no quería más rabia, quería paz, el mensaje era discordante. Por eso pegó tanto el Preámbulo de la CN recitado por Alfonsín.

El otro hecho fue la frase de Bittel luego de una conversación telefónica privada. Regresó a la mesa del bar del hotel y nos dijo: "Quieren que deje la candidatura a Vicepresidente para otro partido. M… que la voy a dejar…" Le dije por lo bajo a Rodo Borzone: "¿Y eso de que el pueblo unido jamás será vencido…?" Fueron errores y se pagaron, ya está.

Regresábamos de un acto al final de la campaña con Luder en un vuelo, pocas personas. Me preguntó Luder como al pasar: "¿Qué le parece, cómo vamos?"

"Habrá que intentarlo de nuevo" le dije. Entendió. Y sucedió. Me acordé en ese momento de un breve diálogo con Perón. "¿Qué le parece Menem?" me preguntó. De chanza respondí "es mujeriego, le gusta la farra y desafina cuando canta". Jorge Cafrune lanzó una carcajada, Perón, ligero y pícaro, respondió: "¡Ah…, será Presidente…!"



¿A dónde venía yo? Me dejé llevar por los recuerdos. ¡Cuidado! Quien empieza a escribir sus memorias es que se prepara a partir…

Todavía no. Calma, hay daño por hacer.



Cristino Nicolaides, General de la Nación (con él arranqué), fue mi jefe en el Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 de Santo Tomé, Santa Fe. Yo, personal civil contratado para estudios técnicos sobre los trabajos que realizaba el Ejército en la cuña boscosa santafesina y en el camino Rosario del Tala - Gualeguay. Un señor, mesurado, reflexivo, pensante. Dialogamos muy poco fuera de los asuntos administrativos. La frase que recuerdo de él y que encabeza estos recuerdos es fruto de su percepción de la realidad por su formación militar. Sucedió tal cual, hoy nos encontramos en la culminación del concepto.

Los derechos humanos parecen ser el privilegio de los encapuchados entrenados en el extranjero y financiados por los beneficios del delito y los carteles internacionales del dinero.



Cuando empezamos a hacer PyD hace seis años nos dibujamos un escenario posible y nos encomendamos a la casualidad, que es el nombre que suele usar Dios cuando quiere pasar desapercibido.

Entendimos que había que aportar a la unidad nacional por encima de la ideologías sin abandonar los principios y los valores fundantes; que el peronismo era una realidad inevitable; que lo nacional debía ser sostenido a cualquier precio porque allí se encontraba la identidad en construcción del ser argentino y que si había algo que faltaba en el espacio común era un lugar donde reconocernos como hermanos. Y nos lanzamos a la aventura un poco sin saber si duraríamos. Ahora podemos decir que somos un "sello de fábrica", que tenemos identidad. Nos tienen en cuenta desde Página/12 -que se ocupa de nosotros para decir que somos "un grupo de tareas cibernéticos" de la derecha ultra católica nacionalista- pasando por el nunca del todo bien ponderado Rafael Bielsa -que pidió a la Cámara de Diputados de la Nación nos investigue por desestabilizadores como nos lo recuerda el Prof. Rípodas Márquez en todas sus reflexiones- hasta cientos de medios que nos citan y publican nuestras notas. Andando aprendimos.



Había dos Argentina, una peronista otra antiperonista y también pequeños grupos "ni". Ciertamente era sencillo interpretarla. De pronto todo viró como chinchorro en tormenta.

Un hombre, Eduardo Duhalde, dueño un poder inexorable -merced la reforma constitucional de 1994 que eliminó el Colegio Electoral y convirtió la República en distrito único para la elección del Presidente y del Vice- al ser el caudillo de la provincia más poblada, terminó acortando su mandato por la muerte de dos piqueteros ignotos reservándose el derecho de contradecir a su propio partido al que dividió en tres y de imponer su candidato a sucederlo. Este, Néstor Carlos Kirchner, que pudo ser un gobernante de transición o que durase un año o poco más se dio el lujo de cambiar la Argentina y sucederse a sí mismo en el absurdo de su esposa.

Kirchner gobierna desde el absurdo, desde el desatino. Los pueblos son modificados por los santos, los estadistas o los papanatas. Esa es la conclusión de esta historia reciente. Los dos primeros generan cambios positivos, los segundos lo que vivimos hoy.

Así en poco tiempo pasamos de un país comprensible que transitaba con éxito el camino de la pacificación que es en síntesis la capacidad de reconocerse como hermanos a un galimatías tenso que desmoronaba su propia estructura de sustentación, su historia, valores, institutos.



Y como era de esperar comenzaron las mutaciones y los giros. Lavagna se juntó con los radicales, Cobos con los pingüinos, Binner con Carrió, Buzzi con Reutemann, viejo militares y civiles procesistas se reconocieron peronistas, peronistas "de Perón" tararearon "La Dama de las Camelias" mientras se afeitaban y todo porque Néstor Carlos Kirchner abrazó la memoria de Guevara (el "Che") y consolidó a Hebe y sus Madres y a Carlotto y sus Abuelas. Tal meresunda se profundizó confundiéndolo todo. Es que se perdió de vista ese punto de apoyo necesario para mover el mundo, Arquímedes dixit.



A partir de una enseñanza personal de Perón que alguna vez me dijo "pónganse de acuerdo en una sola cosa, si acuerdan diez se pelean por la once…" insistí dentro y fuera del equipo de PyD en que la política del futuro se haría desde los grandes temas instalados en la sociedad y que el más importante era la defensa de la vida humana de la que surge la dignidad con que debe ser vivida como corolario. Kirchner lo sabe y por eso se dedicó compulsivamente a los derechos humanos desde su singular y tramposa perspectiva y logró gobernar impunemente y sucederse a sí mismo. Luego advirtió a tiempo que nada sería factible sin el peronismo y es el presidente del partido. Su incapacidad de una visión de conjunto, amplia y plural jugó en su favor al coincidir con el imperativo de los tiempos arriba descripto.

No es la primera vez en la historia que la discapacidad beneficia.

Imprevisiblemente el "papanatas" le impuso ritmo y temas a la Argentina.





Pero además la Argentina es el país de la dispersión por excelencia. Es el resultado del caos institucionalizado. La oposición va cada cual por su lado haciendo "la suya" y el resultado es la esperable derrota. El gobierno también sufre ahora este fenómeno inédito pese a haberse abroquelado en un partido, el PJ, capaz de contener a tirios y troyanos con un toque mesiánico. Claro que juega con la gran ventaja que le da el manejo indiscriminado del presupuesto y como la lucha por la subsistencia se ha radicado con exclusividad en los medios de prensa y en los negocios (en los primeros para sobrevivir todo lo posible y en los segundos para consolarse de la derrota segura), los mensajes que se bajan a la comunidad nacional son cada día más duros y extremos. Hay que convulsionar, mantener ocupadas a "las gentes", distraer. Se calla D'Elía, un soldado útil incompetente nato y obediente, y habla Hebe o los jueces o algún legislador de larga fama. El descalabro se tapa con palabras. Son magos los Kirchner, ilusionistas.

Tan disperso es todo que los que podrían haber aprovechado para fortalecerse las mil y una oportunidades brindadas por el matrimonio presidencial, les otorgaron una y otra inexplicable tregua regalándoles el tiempo necesario para el cambio de aire luego de lo que parecía el golpe del nock aut. La oposición, sin conducción estratégica ni unidad de concepción para la unidad de acción, pega golpes al aire. Nacen nuevos cacicazgos a diario y se fraccionan las tropas. Es que aún no localizaron el único objetivo que podría unirlos pese a que está a la vista: Derrotar a los Kirchner. Y este no se logrará con guerra de guerrillas, a lo montonero.

"Fue la gran obra del kirchnerismo: la división de los argentinos sin causa ni motivo" nos dice Gabriela Pousa desde la nota publicada hoy en esta edición de PyD. ¿Alguien sabe donde para el tren para que nos subamos todos?

Hay un "Vacío de poder con final presagiado" avizora Rípodas Márquez en su último artículo. Sí, es inevitable, claro que no se sabe a ciencia cierta cuándo llegará este final porque los Kirchner son maestros en supervivencia y mientras tanto siguen dañando y mucho.

Hoy los gurús de la oposición según el plan mediático de los Kirchner son Cleto Cobos y el padre Grassi; Menem y las armas. Antes fueron el P. von Wernich, el "Cachorro" Menéndez o Bussi. Aturdiendo a la audiencia con ellos y con algunas muchachas desnudas a lo Tinelli pasan a segundo plano la indefensión de la Argentina ante el mundo, la inflación y el desmoronamiento social. Quienes se alzan como alternativa, ¿no aprenden de los mensajes de los medios?





Y así arribamos al poskirchnerismo, con las hojas del libro mezcladas, mal encuadernadas, mirando al futuro desde el pasado y leyendo fraccionado todo, la historia sesgada y los paradigmas cambiados.

Cada vez nos resulta más fácil encontrar quienes quieren ver presos a los Kirchner, cada vez más difícil encontrar un punto de unión. Encuadernar prolijamente la historia que viene. Posponer lo personal por lo colectivo, el interés individual por el bien común.

Por razones parecidas Luder no fue Presidente, Bittel Vice, Vernet pese a su excelencia está dormido (¿Ahora entienden por qué hice memoria al principio de esta nota?). También por eso Bonasso es diputado. Como dice Gabriela Pousa desde su nota citada "hay una certeza: Si Kirchner pudo ser presidente, cualquiera puede serlo".



Como no me postulo, estoy a salvo de ser un cualquiera.





E-mail del autor zschez@yahoo.com.ar

20 Oct 08

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