miércoles, 21 de enero de 2009

CUBA: MEDIO SIGLO DE TIRANÍA

Cuba: medio siglo de tiranía
De la mano de Fidel Castro y de otros asesinos seriales como el tristemente célebre Ernesto Che Guevara, Cuba se convirtió en una prisión.
Por Prudencio Bustos Argañaraz.

Prudencio Bustos Argañaraz
Historiador. Ex legislador provincial

El 1° de enero de 1959 el mundo libre celebró la caída del dictador Fulgencio Batista, con la ilusión de creer que la bella isla caribeña se libraba por fin de la dictadura. Poco tiempo pasó hasta que comprobó que simplemente había cambiado de dictador y que el nuevo era aun más feroz e inhumano que el anterior.

Cincuenta años pasaron y el tirano continúa atornillado al trono, bajo la farsa de haberle transmitido el mando a su hermano, tan cruel y sanguinario como él. ¡Y tienen la desfachatez de hablar de democracia! El pueblo cubano, mientras tanto, sigue sumergido en la miseria, perseguido, torturado, impedido de vivir en libertad y hasta de abandonar su propio país.

De la mano de Fidel Castro y de otros asesinos seriales como el tristemente célebre Ernesto Che Guevara, Cuba se convirtió en una prisión y sus habitantes en rehenes del régimen. La tan ansiada democracia sucumbió frente al partido único; las libertades fueron sistemáticamente cercenadas y pisoteadas, las opiniones disidentes se convirtieron en grave delito que es purgado con años de cárcel, y el intento por huir del horror se paga con la muerte.

Huber Matos, comandante de la columna 9 del ejército rebelde, jamás cometió un delito ni hizo nada en contra del gobierno, pero se distanció de Castro cuando advirtió sus atrocidades. Ello le costó una condena de 20 años de prisión, durante los cuales sufrió las más horribles torturas y humillaciones, crudamente contadas en su libro Cómo llegó la noche.

El terrorismo de Estado se cobró miles de víctimas sin proceso alguno, asesinados por la sed de sangre del déspota y sus secuaces. Archivo Cuba, una fundación que preside María C. Werlau, documentó hasta 2003 más de 8.200 homicidios llevados a cabo por la revolución, que incluyen fusilamientos, desapariciones y simples asesinatos, y representan apenas una cifra parcial que casi triplica los provocados por el régimen chileno de Pinochet. Pero mientras éste ha sido condenado por el mundo entero, con justicia, Castro recibe los aplausos de muchos autotitulados "progresistas". Tan grotesca es la hipocresía de su doble discurso, que fray Betto y Leonardo Boff, que se dicen defensores de los derechos humanos, llegaron a ver en Cuba "señales del Reino de Dios".

En el año 2008 se han contabilizado 42 muertes en prisiones, que incluyen asesinatos, suicidios, accidentes, y muertes por negligencia y por falta de atención médica. Y las de los que trataron de escapar del infierno y no lo lograron se acercan a las 80 mil, según la investigación realizada por el economista Armando Lago, uno de los directores de Archivo Cuba. Una indagación semejante intentada desde la isla le costó a Francisco Chaviano González 13 años de prisión, bajo el cargo de "revelar secretos de Estado".

De estas muertes, muchas fueron verdaderas atrocidades, provocadas mediante ametrallamientos y hundimientos de embarcaciones a las que los guardafronteras embestían o les arrojaban bolsas de arena desde el aire. Las dos masacres más conocidas, que sirven de testimonio, fueron las del Canímar, en el año 1980, y la del remolcador, 13 de marzo en 1994, con decenas de víctimas cada una, que incluían muchos niños.

Como si no fuese suficiente el dolor de su propio pueblo, el tirano se dedicó a entrenar bandas de terroristas para exportar el horror de su régimen al resto del continente. El precio fue la violencia que en nombre de la revolución asoló a muchos países, incluido el nuestro. Cuando el gobierno militar reprimió esos delitos usando la misma crueldad, Castro bloqueó en las Naciones Unidas, en 1979, una condena al régimen de Videla propiciada por la Comisión de Derechos Humanos.

Con motivo de estos 50 años hubo festejos por parte de aprendices de dictadores y nostálgicos de la violencia, que celebraron la tragedia del pueblo cubano como una proeza. Para ellos, los derechos humanos sólo cuentan a favor de los que comparten su manera de pensar. Los de los demás pueden ser pisoteados sin problemas, mientras ellos cantan alabanzas a los violadores.

Pero la vida del déspota llegará pronto a su fin y cuando ello ocurra terminará también el terrorismo de Estado que impuso a su pueblo, y Cuba recuperará la libertad que le arrebató. Espero que entonces Dios, en su infinita misericordia, le perdone sus crímenes.

© La Voz del Interior

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