martes, 27 de abril de 2010

CLEPTOCRACIA.......



CLEPTOCRACIA DIESTRA Y BIENESTAR SINIESTRO
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). 26/4/2010


Los políticos oficialistas, sin excepción, empezando por el matrimonio, tienen un concepto personalísimo acerca de lo que debe entenderse por bienestar. Es un enfoque extravagante e innoble que usan para aplicar a sus propias vidas, pero tienen otro muy distinto para inculcar a toda la ciudadanía y lograr que esta se los crea o lo entienda como válido.

Como queda dicho, para todos ellos “estar bien” consiste, según su raro manual de ética del carterismo, en enriquecerse en la función pública a una velocidad que debe ser función inversa de su duración en el cargo.

Es decir, a menor duración en el cargo mayor velocidad… y viceversa

Debe aclararse, antes bien, que la enorme mayoría de ellos transita una sensación política casi íntima de inestabilidad, que hace depender su cargo de los celos, las envidias, las fobias de la pareja, las apetencias de otros arribistas y por supuesto, de su propio carácter rastrero.

Por lo tanto…. al vivir, por tales razones, transidos de miedo y pensar cada mañana que ese ha de ser su último día.. usan pues el parámetro hipotético de “duración del cargo” como si fuera 24 horas.

En línea con eso proceden a robar todo lo que encuentran a su alcance desde el primer día. Y lo hacen a gran velocidad, casi sin precauciones.

Curiosamente, para Aristóteles, “estar bien” era la llamada “eudemonia” una especie de sensación duradera que nacía del alma y se nutría con bienes externos, bienes corporales y psíquicos.

Pero veamos lo que quieren los gobernantes que nosotros aceptemos:

Estar bien”, para la ciudadanía argentina, deberá ser obligatoriamente una conjetura puramente comparativa y referencial (pero con dos condiciones : a) autocomparativa b) restrospectiva).

Jamás deberá ser un valor absoluto, ni algo que tenga, para nada, un peso y una definición propia.



Habrá de surgir en forma exclusiva… de comparaciones.
Pero todas deben ser históricas y propias.

Estar bien es, entonces, según ellos, el mero resultado de comparar nuestro estado actual con los escenarios de la peor calamidad que puedan existir en nuestra memoria.

Además, la comparación tiene que estar hecha contra épocas realmente trágicas propias y, en lo posible, muy recientes.

Estamos bien, según ellos, solamente por una razón :
Porque estamos hoy mejor que cuando yacíamos en el “fondo del pozo”.

Pero no porque exista un escenario ideal de bienestar al cual aspirar honestamente y en cuyo camino ascendente podamos reconocernos transitando. Y logrando, de tal manera, estimar el esfuerzo que nos falta para abordarlo.

Esta engañifa, hecha a la medida para los ingenuos, consiste pues, en decirnos a todos, sin ningún pudor, que “se mira hacia adelante” pero poniéndonos las narices y los ojos en el espejo retrovisor para enfocar cualquier parámetro que uno quiera tomar como referencia, en hechos de un pasado de desastres impresionantes.

De tal suerte… estaremos siempre arrastrando la roca como Sísifo y tratando de “salir del infierno”

Estamos bien, porque naturalmente todos debemos convencernos de una recuperación refleja a la que obligatoriamente debemos llamar “crecimiento” pero que nunca debe dejarnos contemplar modelos de calidad de vida objetivamente excelentes.

Les conviene siempre, hablarnos del mejor “tiro” y ponerlo en una especie de contraste violento con la gestión del descerebrado Fernando De La Rúa ó con la catástrofe de Alfonsín.

El concepto en este sentido… bien les sirve tanto para un barrido como para un fregado. Para la campaña electoral que se viene y también para cualquier confrontación a la que se vean sometidos.

Su objetivo es, entonces, en estas épocas preelectorales, primero crear la sensación ficticia de que “estamos bien” en base a esas comparaciones … y luego, por cualquier medio que se pueda, convertir esa sensación en una convicción que dure un tiempo razonable.

El mecanismo, consiste, como se ha dicho, en hacer una continua referencia a los escenarios del infierno y jamás salir de ese juego.

Nunca se les ocurriría nombrar un ejemplo brillante de algún país vecino al que le va muy bien. Algo así como un “investment grade”o algún paradigma de dirigencia política y de respeto permanente por las instituciones republicanas.

Por cuanto mirarse en ese espejo sería arriesgarse a quedar pegado con el costo político del marco global en el que transita tal país, tanto por sus amigos y aliados, cuanto por sus políticas sociales de “excesiva racionalidad” ó de “excesiva prudencia”.

Mirarse en esos espejos sería, sin duda, arriesgarse a que se sospeche la intención de copiar tales virtudes como la vocación de ahorro, la independencia de poderes, la ausencia de políticas pupulistas y acaso incluso… el marco impositivo racional.

Sería quedar en la trampa de tener que hacer reformas que están fuera por completo del límite ideológico estrecho que les permite su cota de compromiso en el discurso farsante de sus proclamas cotidianas y en las palabras del atril, que ya fueron dichas.

No les gusta que miremos a Chile y ahora mucho menos a Brasil.
Ni hablemos de alguna potencia.

Quieren que miremos nuestras peores épocas de vergüenza y, en última instancia, que enfoquemos todo nuestro esfuerzo… eso sí… en los ejemplos de Venezuela, de Bolivia y de Cuba.

Estamos bien. Todo va muy bien.

Debemos estar muy conformes con todo lo hermoso, promisorio y útil que estamos “logrando”.



El camino que transitamos es el correcto y nos espera un escenario de buenaventura “espectacular”.

El empujón para renovar su mandato que necesitan tiene esta inaudita liturgia como esencia :

El conformismo, la catalepsia total de metas o el carecer lisa y llanamente de ellas. Una conmovedora obsesión por el igualitarismo.

El infierno, del que saldremos únicamente cuando sea decretado por el Supremo, quien nos avisa cada día que estamos cada vez más cerca, es un incentivo para adherir al escape y pero nunca para mirar al mérito.

Como que, ni ebrios ni dormidos, se nos vaya a ocurrir pensar alguna vez en la eudemonia de Aristóteles

Todo eso pues, resulta ser lo único que abona y lo único que sostiene nuestra increíble, plácida, infame y mediocre “sensación de estar bien”, un sofisma que puebla la fantasía de los ilusos… y en donde se hallan igualmente proscriptos la dignidad y los ideales.

Es el sofisma del bienestar.
Diseñado a medida para los inválidos morales o para los mercenarios.

Una alfombra de falsa virtud, bajo cuya superficie se han barrido una y mil cosas que alcanzarían para estremecernos .

Sobre ella, una sorda impavidez social espera las urnas del 2011 sin atreverse siquiera al más tibio y precavido escepticismo.

Preferimos esperar pues, recostados sobre las dos virtudes que nos han obligado a aceptar : la cleptocracia diestra y el bienestar siniestro.

Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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