jueves, 29 de abril de 2010

TIMONELES DE PASIONES




Por Carlos Berro Madero


“El hombre de Estado despierta pasiones públicas PARA BENEFICIARSE DE LA PASIÓN CONTRARIA QUE ÉSTAS SUSCITAN. De esta manera, promueve la obnubilación de millones de cerebros para sacar ventaja de ello”

-Friedrich Nietszche



Observando atentamente lo que ocurre en estos días turbulentos, donde nadie sabe bien qué es lo que quiere, ni parece que existieran miradas de largo plazo sobre ningún aspecto de la realidad, nos encontramos con un gobierno que sueña con una transformación de la sociedad, pretendiendo conseguir solamente algo para sí mismo.

Es el “ruido ensordecedor” que parece aquejar los oídos de la Presidente (según sus propios dichos), mientras desatasca los “palos” que dice le ponen en sus ruedas; lo que sólo podemos concebir como una nueva escalada retórica de su parte.

El gobierno confronta cada vez con mayor virulencia, para ver si puede quedarse con el mejor pedazo de una torta que aún no parecería estar lista para salir del horno. O si se prefiere, está tan quemada que convendría desecharla y volver a comenzar la argamasa para cocer una nueva.

“El culto al genio es la supervivencia de la veneración de los dioses y de los príncipes” sigue diciendo Nietzsche al respecto. Y en eso estamos.

Es una batalla vulgar y desvergonzada por imponer sentimientos egolátricos que resultan absolutamente incomprensibles para el profano, que no ve en ellos nada que pueda resguardar sus derechos para vivir mejor y recibir una atención directa para “sus” problemas personales.

Nada tiene que ver todo esto con el mundo imperativo con el que sueñan aquellos que coincidimos en denominar, como el filósofo, “timoneles de pasiones”.

Alguna que otra noticia de una Argentina “real” -que ya no se sabe bien cuál es o con qué se la confunde-, nos recuerda con toda crudeza a cada paso que la economía no anda bien, que algunos nos mienten descaradamente sobre todo lo que ocurre y que alguien parece haberse decidido a tratar de convencernos, en este estado de cosas, que es mejor vivir en la ignorancia de la realidad.

Como si fuera la ficción la que finalmente debiera hacerse cargo de nuestros problemas.

Hace falta por el contrario UNA RESURRECCIÓN DEL ESPÍRITU. Revitalizarlo a través de la espontaneidad de la verdad y la conquista de una nueva moral republicana: el recupero de un orden institucional que reconstruya nuevamente una mansión devastada cual es hoy la República Argentina.

¿Cómo es posible pretender que una cosa así pueda nacer de su contraria?

Lo racional, de lo irracional. La contemplación desinteresada, del deseo ávido. La verdad, del error.

El gobierno lucha para encaramarse a la tarima de un escenario donde pretende presentarse como adalid de una democracia que ha probado ser totalmente renga y visiblemente autoritaria.

¿Será posible que se detenga por un instante y comience a hablar de lo que “nos” sucede, sin proyectar los sueños de un protagonismo enfermo y excluyente?

Mientras tanto, ¿Estamos prestándole debida atención a lo que “percibimos” claramente?

Uno de los mejores discípulos de Ayn Rand, el filósofo norteamericano Leonard Peicoff, dice al respecto que la realidad es siempre producto de nuestra “percepción consciente” sin posibilidad de refutación alguna, por la que podemos apreciar que A es A. Y que existen fenómenos naturales que no admiten discusión por las características de su propia identidad.

La interpretación escenográfica, pasional y violenta de algunos actores políticos nos debería recordar QUE NO HAY NINGÚN SISTEMA DE IDEAS QUE PUEDA REEMPLAZAR LA REALIDAD NI TORCER LAS EVIDENCIAS DE LA MISMA.

Los Kirchner han demostrado largamente su vocación por desatar verdaderos orgasmos de emotividad como “interpretaciones” de la misma. Como si fuera posible convertir un conjunto de peñascos en una torta de bodas.

Así nos ha ido.

Deberíamos preguntarnos pues qué significa que continúen pretendiendo embaucarnos para hacernos creer que nuestra industria crece al 7, al 9 ó al 10%, y que esto es la prueba irrefutable que refleja nuestra felicidad y bienestar, mientras los alimentos de primera necesidad suben de precio obscenamente todas las semanas.

¿Cuál es el principio por el cual deberíamos aceptar un plan político y económico que nos está llevando a un atolladero? ¿El darle cabida a los timoneles de las pasiones?

La “existencia”, como hemos dicho, ES UNA IDENTIDAD y esto es axiomático: es decir que no necesita pruebas de ser lo que es.

¿Seguiremos enredándonos en el dilema de los “ruidos ensordecedores” que atruenan los oídos de algunos protagonistas, sin pedirles que vayan con urgencia a consultar a un psicólogo que pueda corregir su insistencia en contagiarnos de su culto por la estupidez?

Hoy más que nunca nos parece necesario recordar una frase que nos dedicara el filósofo español Ortega y Gasset en su visita de 1935 a nuestro país: “argentinos, a las cosas”.

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