miércoles, 28 de abril de 2010

VIDA PROPIA


Río Negro - 28-Abr-10 - Opinión

Editorial

Cuando del respeto por el medio ambiente se trata, Finlandia es considerado uno de los países que más se esfuerzan por reducir al mínimo la contaminación. Según un estudio reciente, encabeza el ranking mundial, mientras que la Argentina se ubica por debajo incluso de Rusia. Es, pues, paradójico que en nuestro país haya surgido un movimiento cuyos militantes acusan a los finlandeses de ser "criminales ecológicos", cuando no culpables de "genocidio", por haber instalado en Fray Bentos una gran planta papelera y que, a pesar del fallo de la corte internacional de La Haya conforme al cual no hubo evidencia de polución ambiental, estén resueltos a continuar su "lucha". A esta altura, la posibilidad de que la corporación finlandesa UPM, la que el año pasado compró las acciones de Botnia, acepte desmantelar el complejo industrial que se ha construido es nula, pero parecería que desde el punto de vista de los activistas tales detalles carecen de importancia. Es que el movimiento que ha crecido en torno a lo que hace algunos años pudo tomarse por una protesta legítima contra el avance inexorable de la industrialización en una zona relativamente bucólica ha cobrado vida propia. Puesto que la causa ya ha generado su propia cultura y su propia jerarquía, transformándose en una fuente de prestigio para algunos, es sin duda comprensible que muchos militantes se hayan negado a abandonarla sólo porque se ha convertido en un anacronismo.

Si los únicos afectados por las marchas, los discursos fogosos, las declaraciones desafiantes y las consignas agraviantes fueran ciertos vecinos de Gualeguaychú y sus simpatizantes, el movimiento no tardaría en formar parte del folclore regional, pero por desgracia sus repercusiones siguen haciéndose sentir en el resto de la Argentina, en Uruguay y otras partes del mundo donde los interesados en invertir en las economías de la región saben que, de intentarlo, correrían el riesgo de ser blancos de una campaña furibunda destinada a descalificarlos por completo. A menos que el flamante presidente uruguayo, José Mujica, logre convencer a "la dueña del circo", como llama a nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de que hay que hacer todo cuanto resulte necesario para poner fin al bloqueo de puentes por personas decididas a perjudicar a su país, seguirán produciéndose roces a intervalos regulares, lo que, como es natural, hará muy difícil la relación entre dos vecinos que en buena lógica deberían ser amigos y aliados. Puede que al ex presidente Néstor Kirchner le haya parecido razonable permitir que los asambleístas gualeguaychuenses se encargaran de manejar la política nacional para con Uruguay, pero convendría que su esposa se animara a devolverla a la Cancillería.

De todos modos, se informa que los uruguayos, alentados por la rapidez con la que la planta de UPM se puso en marcha y el desarrollo que ya ha estimulado en Fray Bentos y zonas adyacentes, esperan que pronto se construyan otras pasteras de dimensiones similares y hasta mayores, de las que una, la propuesta por un consorcio sueco-chileno, se erigiría cerca de Colonia. Advertidos por el fallo de La Haya, en esta ocasión los uruguayos no caerán en la tentación de pasar por alto todos los trámites previstos por el Tratado del río Uruguay. ¿Cuál será la actitud de nuestro gobierno? Si sigue anteponiendo su voluntad de complacer a militantes ecológicos a los intereses diplomáticos y económicos nacionales, habrá más choques, pero sería deseable que optara por una postura menos conflictiva, ya que nuestro país también podría aprovechar mejor sus riquezas forestales, incorporando las tecnologías escandinavas más avanzadas para que, a diferencia de algunas pasteras viejas que operan en distintos lugares del territorio nacional, no sea negativo su impacto en el medio ambiente. Por supuesto que las perspectivas así abiertas no serían del agrado de quienes han hecho del "No a las papeleras" su grito de batalla y han conseguido convencerse de que el negocio así supuesto es el más sucio de todos, de suerte que permitirlo tendría consecuencias ambientales devastadoras, pero en vista de que la alternativa consistiría en aferrarnos al subdesarrollo supuestamente virtuoso, convendría que el gobierno de los Kirchner dejara de subordinar todo a sus prioridades políticas coyunturales.

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