miércoles, 16 de febrero de 2011

BRADÉN O PERÓN


Un nuevo “Braden o Perón”

por Hugo E. Grimaldi

“Braden o Perón” fue una genialidad del marketing político de los años ’40 del siglo pasado para polarizar al electorado de la Argentina entre dos proyectos, y para pegar a la oposición de entonces a lo que ya se consideraba la maldad intrínseca de los Estados Unidos.

El mote de “vendepatrias” que bullía en el peronismo fundacional para describir a la Unión Democrática o el “cipayismo” que también acuñó por entonces Arturo Jauretche, a quien ahora se reivindica, valieron su peso en oro para polarizar al electorado de entonces.

Es claro que las genialidades no siempre se repiten, porque aquella de 1946 fue amasada por el mismísimo coronel Perón y hoy parece que no existen las mismas condiciones -ni estaturas políticas- para intentar una movida similar.

Como pistas de contexto que permiten barruntar algunos porqués de esta jugada de hoy, casi como un grotesco vía Twitter de aquella otra que fue ganadora en las urnas “con la tiza y el carbón”, pueden visualizarse un par de elementos de fácil descripción.

Número uno, el sentimiento antiestadounidense actual es el más alto de América Latina. Amplios sectores ven muy bien y aplauden una eventual epopeya del Gobierno contra tamaños molinos de viento, aunque todo sea finalmente demasiado contradictorio: el “yankees go home” de estas horas se contrapone al berrinche oído cuando se supo que el presidente Barack Obama no iba a pasar por casa.

Número dos, el efecto cortina de humo de una situación diplomática en progreso con la aún primera potencia de la Tierra sirve a todos los efectos para desplazar otros temas muy pesados, políticos (colectoras) y judiciales (medicamentos), que son lastres difíciles de sobrellevar para la administración en un año electoral.

En otra cuestión, que hace más al mundo de la comunicación pero que entra en la esfera de las libertades, la creciente virulencia del llamado periodismo militante contra aquellos comunicadores que no se avienen a pregonar lo que ellos sostienen como verdad revelada, como por ejemplo no prestarse a decir alegremente y porque sí que el caso del avión con mercadería no declarada resulta ser una intromisión severa de los Estados Unidos es una lamentable y agresiva novedad que se viene manifestando a diario.

En todo caso, hay también algunos elementos que vale la pena marcar, no para justificar sino para poner ciertos puntos sobre las íes.

Número uno, que el hombre de prensa, desconfiado por naturaleza, no tiene en este caso suficientes garantías de obtener información imparcial de ninguna de las dos partes. Los Estados Unidos porque prefieren manejar el caso por sus canales diplomáticos que -salvo WikiLeaks-no son fáciles de vulnerar, mientras que el Gobierno tiene fama ganada de ser un fabulador serial.

Número dos, que los documentos oficiales que podrían probar la posición argentina por ahora sólo están en manos de los periodistas amigos del poder, lo que conspira contra el propio Gobierno, ya que sus espacios de información se le achican a mínimas audiencias. Todo un problema para hacer periodismo y esto último es una contradicción más, ya que se busca que haya una voz uniforme y se critica a quienes no tocan la partitura oficial, pero no se difunden o, lo que es lo mismo, se esconden los datos básicos del problema.

Parafraseando a don Arturo, no son únicamente los malos de esta película aquellos loros que se la pasan repitiendo sus “puerilidades” en inglés.

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