miércoles, 2 de febrero de 2011

RATAS Y LANGOSTAS





RATAS Y LANGOSTAS



Flota en el aire un pesado vapor de inestabilidad social.



Curiosamente, los servicios de inteligencia, en casi todos sus documentos confidenciales, le han advertido al gobierno sobre la probable aparición de varios focos de conmoción interna, protestas sociales e instigación a la violencia por parte de grupos de acción directa.



En las conclusiones módicas y complacientes de esos informes, se concentran todas las culpas en la “instigación preelectoral de elementos empeñados en la desestabilización del gobierno”.



El gabinete también percibe… ese feo clima… en sus propias entrañas.



El desaforamiento salvaje de los Moyano (padre e hijo), la inseguridad pública ya completamente salida de madres, la inflación galopante, las mentiras oficiales y la gran incertidumbre social, son factores más que suficientes para imaginar… muy fácil… un escenario de agitación social.



Las características de algunas colectividades zoológicas, consideradas plagas, sirven hoy para entender lo que ocurre, con analogías simples.



La rata parda (“rattus norvegicus”) tiene una capacidad de proliferación de tan formidable magnitud, que, en los llamados territorios “propicios”, se puede desarrollar en una proporción de 15 a 1 con el ser humano.



La Argentina es un territorio muy propicio para ella… de cabo a rabo.



Cuando desaparece o muere el jefe de una manada de ratas, no solamente se produce una pelea terrible entre los aspirantes al poder, sino que además, se desata una gran de conmoción interna entre los grupos subalternos de estos roedores.



Las peleas, entonces…replican hasta en los niveles más bajos. La manada de ratas entra, entonces, en un escenario de caos.



En la Inglaterra del siglo XIX, las peleas o riñas de ratas estaban a la orden del día, de un modo tan popular que habían hecho casi desaparecer las famosas riñas de gallos



La rata es una aventurera irresponsable, depredadora, agresiva y también un ejemplo de criminalidad animal: Sale a depredar sin un rumbo, y su característica más singular - entre todas las especies - es que fagocita cualquier cosa (es omnívora). Pero suele depredar sin necesidad.



Aún peor que eso, como tal, es zoológicamente caníbal… y lo es, sin ninguna distinción de rango familiar o parentesco.



En el extravagante e inútil viaje a Kuwait de la presidente con la comitiva oficial y con el grupo de 96 empresarios (encabezados por Eurnekian y Bulgheroni), tuvo desarrollo, el inicio de una guerra de roedores en gran escala.



La familia del poder, desde sus orígenes, tuvo todas estas “virtudes”.



Ha sido y es, primariamente depredadora, omnívora, caníbal y por cierto, antes que nada, aventurera.



En este desgraciado momento de la República , en el que todavía nadie ha advertido la impresionante acumulación de cuentas pendientes con la realidad que se ha venido acumulando… y que son imposibles de saldar sin sufrimiento para el pueblo… todos en el poder central, son eso: Depredadores, caníbales y… básicamente, aventureros.



La vocación de la rata aventurera… es paradójica: Es la vocación de “no tener vocación”.



Es la vida a salto de trinchera, una trayectoria compuesta solamente de episodios fragmentados. Son hilos zigzagueantes de existencia que no forman finalmente una trama concreta.



La mujer que dirige nuestros destinos tiene, además de aquellas “virtudes” otras dos que son particularmente peligrosas: La hipocresía y la inescrupulosidad.



Para ella,… si hay que destrozar una gran parte de la institucionalidad del país… para lograr sus fines, mintiendo y arrastrándonos a todos hacia la peor aventura… cualquier herramienta le resulta buena.



No tendría, por ejemplo, el menor cargo de conciencia, en retirarse de la candidatura un día antes… permaneciendo en ella en modo ficcional, sólo para evitar el síndrome del “pato rengo”. Mentir y falsear, es una necesidad casi fisiológica en su conciencia.



Para ella… casi a diario, se está muriendo a una vida, para renacer en otra.



La presencia cruda del futuro, con todos sus peligros y sus dificultades, nos crea frenos que moderan y retienen el automatismo de nuestros impulsos. Más aún: esos impulsos no funcionarían habitualmente si no son incitados por un trabajo que nuestra fantasía ha premeditado y ha puesto a su servicio.



Pero las ratas aventureras, en realidad, son seres que nacen y viven casi totalmente “desregladas”.



El aventurero viene al mundo con una fantasía anómalamente atrofiada, y en eso consiste todo su infame destino.



Es incapaz de representarse su propio futuro. Mira al porvenir… aún al más inmediato… y no ve nada. Por eso carece de vocación.



La vocación, el argumento de nuestra existencia, es… en verdad… una trama tejida por la imaginación. Si el aventurero fuera solamente esto, no haría nada.



Su vida sería paralítica. Pero esa misma incapacidad para representarse el porvenir, impide que se desarrollen los frenos a su compulsividad, la cual, abandonada a sí misma… crece.

Esto sí que es el aventurero: un compulsivo… y sobre todo frente al vicio. La luz de la virtud, lo deja ciego.



Es fotofóbico a la virtud, al mérito, a la nobleza y a la dignidad humana. No reflexiona, por cuanto reflexionar no es sino imaginar con detalle el futuro… vivir de antemano.



La inescrupulosidad del aventurero procede, en buena medida, de que no logra representarse los peligros y, muy especialmente, su propia suerte del día siguiente. Y en ese viaje hacia la nada, nos lleva tragados a todos.



La compulsividad es, pues, el factor que crea mecánicamente los destinos del aventurero. Su vida es una serie espasmódica de disparos automáticos que sus impulsos van ejecutando.



Hace un tiempo he dicho en estas líneas, que nuestra “viuda compulsiva” es una mezcla de roedor y langosta:



La langosta, - también terrible aventurera - actúa sola o en grupo. Una infeliz. Un personaje realmente impredecible. Un ejemplo perfecto de ser viviente… sin plan.



Un día cualquiera, se halla en un lugar de la pradera sin designio alguno, pero, de pronto, no sabe lo que le pasa y se le dispara el resorte loco de la sinrazón del salto.



Y allá va por los aires… sin saber a donde va, hasta caer en un paraje totalmente imprevisto.



Y una vez allí…, no tiene más remedio que afrontar su “nueva” realidad y su “no buscada” situación desconocida.



Del mismo modo, el aventurero, comienza por ejecutar cualquier acción impremeditada, no importa cuál. Esta acción lo pone en un brete y entonces… afronta el brete. Nada más.



Y así sucesivamente... En ella, lo primero no es reflexionar, sino al revés, hacer algo, (sea lo que sea). Luego (y sólo luego) averigua qué es lo que le ha acontecido.



El ejemplo de la langosta es tal vez injusto, porque no se conoce que, ninguna de ellas, salte por los aires y caiga como una idiota en medio de las llamas de un incendio…. o en la boca de algún reptil.



Es como si supieran exactamente hacia qué lugar pueden saltar sin correr ningún peligro.



Nuestros aventureros, en cambio, saltan absolutamente a la bartola.



Faltan sólo nueve meses para octubre… y hay una mala noticia: Va a ser muy difícil combatir dos plagas en tan poco tiempo



Lic Gustavo Adolfo Bunse




"Sufro la ontológica agonía de la inservible existencia en este mundo, la alienación de los que me rodean, la incomodidad por su mediocre caminar a mi lado por las calles que transito". Onetti

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