jueves, 10 de febrero de 2011

TINELLI PRESIDENTE


¡Ahhhh, las vacaciones! La temporada literalmente explotó y el verano no pudo presentarse más promisorio. Las rutas apenas si tuvieron respiro: la agencia nacional de tránsito no contabilizó menos de 1400 autos por hora cruzando a la altura de Samborombón en las fechas más flojas. El Operativo Sol fue un éxito rotundo, según afirmaciones del mismísimo Gobernador Scioli que informaba cual un movilero a veces desde la ruta, a veces desde el escenario donde cantantes populares alegraron las noches marplatenses a costo cero para los veraneantes y desconocido para los contribuyentes; las terminales de colectivos reventaban de público; las empresas de transporte de larga distancia hicieron malabares para satisfacer los requerimientos de pasajes hacia y desde todos lados.

Sacando los días en que algún reclamo sindical paralizó el movimiento de aviones, el resto del tiempo fueron y vinieron repletos. Extranjeros y argentinos pugnaban por subirse a las aeronaves de la empresa comandada por el joven Recalde y recalar en los más variados destinos. Y así lo hicieron.

Los teatros peleaban la "pole position" en recaudación mientras que la oferta de espectáculos se multiplicó para todo tipo de públicos y la concurrencia de espectadores conformó a los productores de los más diversos géneros.

Con tal afluencia de compras, desplazamientos y consumo lo lógico ocurrió y se produjo un cuello de botella estrictamente coyuntural, estacional y "bueno" según se nos explicó desde los ámbitos de la conducción económica porque no fue producto de la imprevisión sino de la abundancia. El calor agobiante trajo consigo cortes de luz porque la electricidad acumulada no es que fuera escasa sino que simplemente no alcanzó para mantener andando la parva de equipos de aire acondicionado que se compraron durante estos años de expansión económica. Y como ni las altísimas temperaturas acobardaron a una población súbitamente enriquecida producto de la aplicación a pleno del modelo K, los millones de automóviles vendidos en igual período desabastecieron las estaciones de servicio. Entonces durante una o dos semanas apenas, justo antes de las fiestas de fin de año, faltó nafta.

A eso se sumaron los "abuelos" lanzados a gastar el oportuno obsequio que la presidente les concedió cerca de Navidad en un claro esfuerzo oficial por no olvidar a los más vulnerables del sistema, aunque los malintencionados sostienen que el reparto se hizo con dinero de los propios jubilados. Lo cierto es que esa inyección adicional produjo una sed de billetes que tuvimos que saciar con la ayuda de los vecinos. ¡Cómo ha cambiado el consumo argentino que antes de Brasil importábamos toallas y ojotas, y ahora billetes con la cara de Roca!

Nadie supuso tamaño crecimiento y sería de una mezquindad negarle a la administración Kirchner la autoría de todo lo ocurrido en los últimos siete años. El punto no es ese porque el florecimiento económico argentino está tan a la vista como la inflación. Simultáneamente se produjeron otras modificaciones que exceden lo meramente económico y cuyos efectos sobrevivirán al kirchnerismo tanto como las deudas adquiridas por las familias argentinas tras una política que consistió en alentar el consumo lo que elevó el promedio de endeudamiento privado a su máximo esplendor, obviamente a costa del ahorro.

Mientras tanto, se nos taladraba con la necesidad de caminar hacia una sociedad "más igualitaria" y como el kirchnerismo aseguró tener la fórmula para alcanzarla, puso manos a la obra. Pero la receta terminó siendo apenas una expresión de deseo que choca de frente no con la ideología sino con la misma naturaleza, esencialmente diversa. Para imponer por ley la igualdad de cosas diferentes hubo que escribir muchas normas y, por supuesto, crear a su alrededor un poderoso aparato cuasi policial dispuesto a castigar a quien discrepe con la versión oficial del mundo.

De esa manera la actual administración ha conseguido, por ejemplo, que los hombres que así lo deseen puedan votar en mesas femeninas, usen los baños públicos de mujeres y porten documentos que contradigan su verdadera identidad, esa que llevan impresa en sus físicos. Lo malo no es permitir a ciertos hombres compartir mesas y baños otrora exclusivos, ni siquiera imponer a las mujeres esas presencias haciendo temblequear el límite entre el derecho propio y el derecho ajeno; tampoco es lo peor el intento de contradecir la naturaleza. Lo profundamente dañino es instalar en la sociedad el concepto erróneo de que una ley puede cambiar, ocultar, torcer o ignorar la verdad. El populismo hace creer a la gente que desde el poder cualquier cosa es posible y que el poder está precisamente para eso: para alterar la naturaleza en el sentido que el burócrata prefiera.

Claro que no todos “compran” semejante absurdo. Sin embargo, esa promesa de torcerle el brazo a la realidad sumada a la comprobación empírica de que cualquiera llega a la política harapiento y sale millonario son dos importantes motivos por los cuales en los países iletrados los ámbitos políticos están atestados de gente sin preparación, intelectualmente inferior y moralmente carenciada que reconoce en el estado la vía de acceso a lo que nunca tuvo. Y ese es el “relato” que tan bien cuenta Cristina frente al micrófono, relato que oficia de selección natural de torpes y arribistas que, ante la abundancia de candidatos, luego desborda el peronismo y puebla todas las opciones partidarias porque cada vez son más los que se avivaron de que la política en el subdesarrollo es sinónimo de privilegio.

En este fluir de impresentables, la farándula ha venido a poner su granito de arena en el mamarracho colectivo y así como en tiempos pasados los artistas que se asomaban a la acción política fueron casos aislados hoy, como son objeto de veneración por parte de la sociedad, se los disputan los partidos políticos en cuyo seno solía darse la producción natural de dirigentes, cosa que hace décadas se abortó.

El caso de Morgado es sumamente ilustrativo. De co-conductor de programas cómicos pasó a burócrata del régimen ocupando una silla en la radio estatal. Cuando por bendición de la lista sábana que lo envolvía recaló en el Congreso Nacional, olvidó renunciar al trabajo anterior y así se aguantó no con las dos responsabilidades pero sí con ambos sueldos hasta que una denuncia lo dejó expuesto y se vio obligado a optar. Así fue como se quedó con la banca hasta el final del mandato. Hoy es el policía antidiscriminación, ese que por imperio del miedo, logra el aplauso y endiosamiento de las minorías ruidosas.

Irma Roy, Zulma Faiad, Moria Casán, Nacha Guevara, Luis Brandoni, Pinky ya hicieron lo suyo. Nito Artaza está en eso; ahora se aprontan Florencia Peña, la Telpuk y Miguel del Sel. Pero pará! quién dice que el kirchnerismo logre convencer a Andrea del Boca, Fontova y Gastón Pauls o al mismísimo Pablo Echarri y podamos deleitarnos con sus presencias en el ámbito legislativo. ¡Sería un sueño! El Congreso parecería la casa de Gran Hermano. Deberíamos hacer una “vaca” para juntar lo suficiente o tal vez crear un impuesto que reuniera una cantidad tentadora para que Jorge Rial aceptara presidir las sesiones. Hasta trabajaría mucho menos que actualmente ya que suelen ser una vez a la semana, con suerte. ¡O Tinelli! En ese caso nos aseguraríamos un gabinete estelar porque es sabido que Ideas del Sur no repara en gastos tratándose de súper producciones.

Pensándolo mejor, esta descripción bochornosa de la Argentina que suena a tragedia no lo sea tanto y asegurar a esa gente un sueldo inmerecido como invitados de honor al magnánimo banquete de la política, haría lugar en la televisión para personas que valga la pena escuchar hoy, en el ostracismo más absoluto.

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