jueves, 17 de febrero de 2011
VIVIR CON LO NUESTRO
Vivir con lo nuestro
Se puede decir cualquier cosa del peronismo excepto que sea anti-patria. Alguno opinará que les falta educación o valores, decencia, escrúpulos o lo que sea pero en amor a lo nuestro le pasan el trapo al más pintado.
Y ese noble sentimiento lo sembró el general promoviendo la armonía entre los argentinos, inculcando la buena práctica política en el sindicalismo, alentando la solución de los entredichos y desacuerdos con los mejores modales. Su "por uno de nosotros caerán cinco de los de ellos" fue apenas un exabrupto incomprensible, ajeno a su real sentir que un puñado de fanáticos puso en práctica de manera literal pero cuya esencia ruin traiciona el espíritu naturalmente bondadoso y tolerante de Perón.
Instalado en nuestros corazones el sano orgullo telúrico transmitido por un movimiento auténticamente nacional y popular, las modas pudieron opacarlo pero nunca murió. Un marcado indeleble quedó impreso en el alma de cada argentino.
Los malditos ´90 que, de la mano de la convertibilidad abrieron las compuertas a un sinfín de pecados, fueron la prueba de fuego. Las mudanzas al montón de countries que germinaron por esos años con el consecuente ascenso social que significaron, los viajes a Miami, las compras a rolete, el cambio de autos, departamentos y guardarropa fueron un salto cualitativo que alteró y para siempre la existencia de enorme cantidad de piojosos; sin embargo, nada consiguió borrar lo importante. Contra todos los pronósticos que indican que las bondades materiales emborrachan la carne y nublan la razón, el orgullo nacional estaba intacto debajo de tanto monograma y hoy otro gobierno peronista lo eleva a su máximo esplendor.
El reciente cierre a la importación de bienes va a significar, ni más ni menos, que la vuelta a lo nuestro. La raíz indígena que cada uno de nosotros lleva adentro emergerá intacta y altiva para dejar atrás el Audi y la Moulinex.
En cada hogar argentino volverá a escucharse el sonido de una Yelmo aspirando el hollín que en dosis más que homeopáticas nos deja de recuerdo el combustible enviado por el amigo Chávez. Cuando la tarea acalore, empinaremos una Bidú haciéndole pito catalán a la multinacional Coca Cola para que entienda que no la necesitamos.
¿Unas Nike? le preguntaremos extrañados a nuestros hijos mientras revolveremos la baulera hasta encontrar las Pampero que nos acompañaron en cada travesura de la infancia.
Y ese será el momento ideal para contarles que volverán los vehículos de fabricación totalmente nacional, que los hubo una vez y de los que el nono puede dar fe; él anduvo en su auto justicialista con carrocería de plástico recorriendo el país de punta a rabo y vio motores Puma y tractores Pampa. Henchidos de gozo celebraremos el “revival”. Y sobre el pucho habrá que aprovechar esa misma charla para decirles a nuestros jóvenes infectados por la banalidad de la década infame que se preparen porque como también hubo aviones de construcción nacional, puede volver a haberlos. Cuando abran los ojos grandes de incredulidad habrá que describirles el maravilloso proyecto del Pulqui y tal vez omitir los detalles menos glamorosos sobre el fracaso de los cinco prototipos.
Así, para los que anden por ahí penando por el cierre de las importaciones tenemos un mensaje de esperanza; es hora de agradecer a Guillermo Moreno que por orden de la mismísima presidente rescatemos nuestras entrañas; dejemos rodar sin pudor alguna lágrima de emoción cuando, ante la imposibilidad de comprar un L´evis, seamos testigos de la reapertura de Eduardo Sport.
Por esos misterios de la especulación financiera y los capitales concentrados seguramente, están volviendo una a una las bandas internacionales a tocar en la Argentina como en aquellos años innombrables pero ojo, a no desanimarse. Probablemente no tengamos acceso a un equipo Bang & Olufsen para reproducir nuestros temas musicales preferidos pero la abuela se integrará aún más a nuestra vida aportando el Winco que tenía arrumbado también en la baulera junto a las Pampero.
Volvemos a nuestras raíces en formatos tradicionales. ¿No es sencillamente emocionante? Y si, hay que reconocerlo: Cristina Kirchner lo hizo.
María Zaldívar
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