miércoles, 15 de agosto de 2007

ARGENTINA : UN REALITY

Política Nacional / Gabriela Pousa
Vivir en la Argentina: un reality más…

La inseguridad constante y la convivencia diaria con el delito hacen que la sociedad argentina se encuentre inmersa en una especie de programa televisivo de supervivencia en el que la ley de la selva es la única norma y sólo sobrevive el más apto… o el que tiene más suerte.
Dos años atrás, para los argentinos la preocupación principal era la inseguridad. Así lo manifestaban los estudios de opinión al respecto. En los últimos 24 meses, nada cambió en materia de seguridad. Por el contrario, y a pesar de la falta de estadísticas oficiales (quizás sea preferible no tenerlas a que las manipulen como hacen con los datos de la economía), la situación tendió a agravarse en una doble faz. Por un lado, en lo que respecta a la violencia en las calles. Por otro, en la costumbre de la sociedad. Convivimos con el delito como si fuera algo natural. Estamos en una suerte de reality show de supervivencia, en el que incluso agradecemos si al ser asaltados no sufrimos daños físicos. Simultáneamente, circula una cadena de correo electrónico con un archivo adjunto que explica cómo prevenirse de asaltos, robos, secuestros o violaciones. Tristemente, puede decirse que la política de Estado en materia de seguridad es la autoayuda que nos viene del ciberespacio, no de la autoridad. Falta que brinden un 0800 para que los damnificados cuenten sus pesadillas y formen grupos de apoyo mutuo como única alternativa.

Posiblemente no sea reprochable que, en época electoral, el debate se centre en torno a las candidaturas y a escandalosos hechos de corrupción que, si bien ahora quedaron grotescamente expuestos, no resultan novedad. Pero mientras se debate de dónde salió la plata de la bolsa de Felisa Miceli o para qué eran los dólares de la valija no declarada, siguen cayendo víctimas y nadie dice nada. Está claro que, para el Gobierno, sólo cuenta encarcelar a quienes detentaron algún cargo en los setenta y no existe un mínimo interés en sacar del medio a los delincuentes que acechan en las calles (menos aún a aquellos que se roban el presente). El llamado “progresismo” centra el debate en un sofisma más que en la realidad y se ufana de proclamar que la delincuencia es causa de la marginalidad. Lo sea o no, con esa conclusión no se soluciona nada. Además, paradójicamente, al mismo tiempo que la miseria –según los datos oficiales– retrocede, el delito avanza. Por ende, la relación de variables está trastocada.

El pase de Juan Carlos Blumberg a la arenga política parece haber dejado vacante el espacio de alguien capaz de oficiar como vocero de los demás, denunciando lo que pasa. El Estado no se ocupa de una de sus funciones indelegables. Vale aclarar que la irrupción de la seguridad privada no le resta responsabilidad y que hoy está más preocupado por desarmar a los ciudadanos honestos que a quienes a diario cometen asaltos comando con artillería pesada. El titular del Ministerio del Interior, que debería dar alguna suerte de respuesta, habla de todo y se mete en todo, menos en lo que es su función específica: la seguridad. Hay un rol consolador cuando familiares de víctimas acuden a pedir justicia, pero no hay prevención. No la habrá mientras a la inseguridad se la considere una “sensación” y nada más.

Recientemente, la gravísima situación en la provincia de Mendoza logró alguna suerte de reacción ciudadana. Sin embargo, el alcance de las marchas que se realizaron en aquella ciudad puede ser efímero y hasta banal si el gobierno provincial (a cargo de quien pretende ser vicepresidente de la Argentina) sigue negando la realidad. ¿Cómo explica Julio Cobos nueve asesinatos en sólo un mes? La respuesta fue un informe oficial donde se informaba que, en el primer semestre de este año respecto del mismo período de 2006, disminuyó la cantidad de homicidios un 47,4% (de 76 casos a 40); los hurtos, un 9,1%; y los robos de autos, un 53,9%. ¿Alcanzan estos números para tranquilizar a las familias de las nueve víctimas? La Legislatura provincial sancionó una ley que faculta pedir ayuda a las fuerzas federales, veremos qué puede hacer al respecto la Gendarmería.

Al unísono, las últimas semanas en Buenos Aires se caracterizaron por una cantidad de hechos violentos que en un país en serio generarían, al menos, una señal de alarma y despertarían –más allá del reclamo social– un razonable actuar oficial. No obstante, nadie se hace eco de lo que pasa hasta que no es una víctima. Las “Madres del Dolor” van camino a convertirse en un gueto más que en emblemas o radiografías vivientes de una realidad que no ha hallado respuesta concreta en los últimos años. No hay ninguna política de Estado tendiente a disminuir el delito. Las marchas de Blumberg se disiparon tras un posiblemente legítimo interés político particular. En simultáneo, la violencia sigue cobrándose víctimas en la sociedad.

Los hechos son, incluso, de un absurdo total: ¿Cómo se explica que puedan robarse dos tractores de la puerta de la Sociedad Rural a plena luz del día? Tampoco hay reacción frente a asaltos comandos que revisten características especiales por demás. Para mal de males, volvieron los “boqueteros” y los “secuestros express” (o no tan “express”) están a la orden del día, aunque no deriven siquiera en noticia. Mientras estas situaciones caracterizan la cotidianeidad, bajo la excusa de la crisis energética se abren rejas para liberar a delincuentes puesto que no puede mantenérselos cautivos sin luz y sin gas. Derechos Humanos de un gobierno “populista” muy peculiar.

Como decíamos, es probable que en época proselitista de la inseguridad no se pueda hablar. Menos aún de la droga, porque –para el Ministro del Interior– al consumidor particular no se lo puede penalizar. Así, la relación entre droga e inseguridad se estudia en el mundo entero, menos acá. Lo cierto es que hoy la Argentina ha dejado de ser un país de tránsito para pasar a ser productor de droga. Se han multiplicado las “cocinas” de pasta base en el conurbano bonaerense. El “paco”, droga consumida preferentemente en clases bajas, llegó a las clases medias. Un año de consumo de esta droga quema el cerebro y lleva a una muerte segura. En los últimos tres años, su consumo aumentó un 500%. Cada cigarrillo cuesta $1. El 2crash”, que es una droga más sofisticada, aumentó un 300% en los últimos tres años. En contrapartida, tenemos una publicidad oficial que difunde un número de teléfono para aquellos que quieran comentar su flagelo… Nada más.

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