lunes, 25 de agosto de 2008

KK PERFORADA

El poder "K" ha sido perforado

Autor: Eugenio Paillet

La autoridad y el poder de los Kirchner han sido puestos en cuestión como nunca antes en la semana que termina. Voces del propio oficialismo reconocen que aquellos factores ejercidos por el matrimonio santacruceño han sido dañados por la realidad política que ellos mismos, con la suma de errores y desaciertos de los últimos meses, ayudaron --seguro que involuntariamente-- a florecer en el interior del kirchnerismo.

El gobierno de Cristina Fernández quedó expuesto a nuevas muestras de debilidad institucional y de flaquezas políticas no exentas de arrugues inimaginables hasta hace un puñado de meses. Lo que acaba de ocurrir en el Congreso con la media sanción de la ley de reestatización de Aerolíneas es tal vez el mejor símbolo, aunque no el único, del nuevo escenario.

Lo que queda en la superficie es un gobierno que, a contramano de lo sucedido con el proyecto de las retenciones móviles, enviado como palabra santa y por lo tanto inmodificable hasta que después todo se desbarrancó, aparece dispuesto ahora a modificar pelos y señales hasta convertir la ley que sancionó Diputados en un instrumento que dio vuelta como una media al proyecto original de la Casa Rosada.

Hay un dato clave para entender lo ocurrido y sostener con fundamentos aquella suerte de "perforación" del poder del matrimonio gobernante. Es la reunión que, a comienzos de semana, mantuvo Agustín Rossi, el paciente e infatigable jefe de la bancada kirchnerista de la Cámara Baja, con Cristina Fernández.

El legislador se presentó con todas y cada una de las objeciones que su propio bloque, amén de los aliados y desde ya de la oposición en pleno, tenían contra el proyecto anunciado con bombos y platillos y que otra vez el gobierno, como si no hubiese aprendido nada de la lección del conflicto rural, pretendía que se sancionara a libro cerrado.

"Esto así como está no sale, y yo comparto, junto a mi bloque, la mayoría de las objeciones", se habría despachado el leal legislador santafesino. En un rápido trámite, la presidenta aceptó cada uno de los cambios que sugirió Rossi, y éste se fue con la sensación de una sanción por amplia mayoría --tal cual sucedería--, como fuerte impresión de quien ha jugado mil batallas y le ha tocado perder unas cuantas.

El dato no es menor. Se trata de la misma escena, con matices de decorado y vestimenta, que aquella en la cual Rossi se presentó una noche en Olivos ante Néstor y Cristina para rogarles que aceptaran cambiar algunos aspectos de la ley de retenciones móviles; caso contrario, podrían exponerse a un estrepitoso fracaso. Lo que siguió se recuerda y todavía pesa en el ánimo del jefe de los diputados "K":

Rossi fue poco menos que echado de la residencia presidencial con la orden de no tocar una coma del proyecto de retenciones, so pena de ser considerados todos los que se opusieran simples traidores a la Patria. Eran tiempos, todavía, en los que, para un irascible y desencajado Néstor Kirchner, la sola mención de la palabra "negociación" era vinculada a claudicación o derrota frente al enemigo.

Estamos en presencia de un nuevo escenario, impensado hasta hace un par de meses. De hecho, se acabó para siempre aquello de convertir el Congreso en una mera escribanía de Néstor Kirchner.

Veamos otro caso. La reunión que mantuvo Cristina con un grupo de gobernadores, entre ellos algunos díscolos durante la pelea con el campo, ha sido, antes que nada, más allá del barniz que le quiera dar la Casa Rosada a la hora de presentarla, una claudicación de la postura de no retorno que la presidenta y su marido planteaban, por ejemplo, contra Juan Schiaretti.

Y también la tirria que les producía, sin animarlos a romper del todo lanzas, la actitud del socialista Hermes Binner. Bien podría afirmarse que, a partir de la nueva escena que las circunstancias y sus propios errores le han impuesto al gobierno, ese encuentro, del que también participó Daniel Scioli, pone fin a la lógica perversa amigo-enemigo que imperó durante el reinado --opacado, lejano, inconsistente a estas alturas-- del ex presidente.

No hay dos lecturas de ese encuentro y de otros que seguramente vendrán: Schiaretti, Binner, Scioli y el resto se llevaron millones en subsidios para sus provincias que, en el caso de los dos primeros, se les venían negando sistemáticamente durante la pelea con el campo y frente a otras urgencias de fondos nacionales como la que acarrea Schiaretti por el pago de las jubilaciones en su provincia.

Hubo una actitud de Scioli, apenas perceptible, que no dejó de llamar la atención en la cima del kirchnerismo, donde se han encendido algunas luces de alarma en torno a los más recientes movimientos del gobernador bonaerense.

Acostumbrado al ejercicio de un kirchnerismo a ultranza, Scioli hizo declaraciones, en la mañana de esa reunión, en las cuales enumeró una serie de reclamos que, dijo, llevaría al encuentro de la tarde con Cristina. ¿Ha comenzado a percibir Scioli ese desgaste político del matrimonio de Olivos y planea empinarse sobre esa pérdida de poder para empezar a plantear posiciones propias de cara al futuro? Hay funcionarios de Balcarce 50 encargados de fisgonear todo lo que sucede en la provincia y, en especial, en el entorno de Scioli.

Son los que le calentaron el oído en las últimas horas a la presidenta con aquel inusual reclamo mediático y con otros datos. Dicen, por caso, que Pepe Scioli, hermano del gobernador, lo instaría a que produzca un mayor despegue de la Casa Rosada y de los Kirchner, para posicionarse frente a las elecciones legislativas de 2009 y luego ante las presidenciales de 2011.

En el entorno del mandatario provincial --cabe decir que es un pensamiento que abunda en segundas líneas del kirchnerismo y en no pocos dirigentes del peronismo disidente-- se tiene la certeza de que, tal como están las cosas, habrá un repliegue inexorable de Cristina y Néstor cuando llegue el siguiente turno presidencial. Y que, en todo caso, el matrimonio podría intentar nominar a quien ellos aspiran a que los suceda en el sillón de Rivadavia. Aquella postura de Pepe Scioli no es compartida por Alberto Pérez, jefe de Gabinete de la Gobernación y brazo derecho del mandatario, quien sostiene que debe mantenerse el alineamiento con los Kirchner y aspirar a mayores escenarios con ellos, pero nunca contra ellos, cuando lleguen turnos claves en las urnas como los que se avecinan.

Hay también reflejos de aquella pérdida de autoridad política del ex presidente y del matrimonio en su conjunto, en el plano estrictamente partidario. Es evidente que los indicios de rebelión o de reposicionamiento en el peronismo no se vinculan sólo con la nueva postura o el nuevo rol del Congreso. Hay en danza varias corrientes que dicen que se arman para enfrentar a Kirchner desde adentro del peronismo para 2009.

El propio santacruceño, en un gesto reconocido por fuentes gubernamentales, trabaja en reuniones como las que ha empezado a tener con intendentes bonaerenses, convencido de que Eduardo Duhalde le va a presentar algún tipo de batalla. No cree Kirchner --dicen sus confidentes-- que el caudillo de Lomas de Zamora vaya a subirse a una candidatura.

Y tiene razón en pensar así: en el entorno del ex presidente provisional se asegura una y mil veces que Duhalde nunca más volverá a ser candidato. Pero es seguro que apoyará una corriente disidente que pueda presentarse en las legislativas del año que viene. Duhalde se ha animado por primera vez a decir en público que, a su juicio, Kirchner padece problemas de tipo psicológico. Es un comentario que se repite también por lo bajo en otros sectores críticos del peronismo y hasta dentro del kirchnerismo que no se refugia en las carpas patagónicas, donde la incondicionalidad hacia su jefe no ha cambiado un gramo.

Si se mira atrás, se verá que Kirchner ha sido sucesivamente un presidente partidario que ha ido y vuelto entre el amor y el desprecio por el partido y sus hombres, según las circunstancias y sus conveniencias.

Se ha movido por espasmos. Primero se abrazó a la causa de la unión con el movimiento transversal desde aquellas oficinas prestadas en Puerto Madero. Después se lanzó al seno del justicialismo cuando las papas comenzaban a quemar y advertía acechanzas y desestabilizadores por todos los rincones y desembarcó en las oficinas del PJ de la calle Matheu, donde alumbró tal vez la etapa más folklórica de esos movimientos espasmódicos.

Le duró lo que un suspiro: tras el estrepitoso fracaso en el Congreso y el voto no positivo de Julio Cobos, se recluyó en Olivos, donde ha establecido su último cuartel general para intentar, en esta nueva etapa, atraer la voluntad de intendentes y jefes partidarios territoriales. ¿Será el último refugio o Kirchner se replegará pronto, como pronostican en sus cercanías, en el chalet de El Calafate? Pregunta con respuesta por ahora absolutamente abierta.

¿Y Cristina? En medio de ese fárrago, hay quienes dicen en el gobierno que la presidenta se fue haciendo de algunos espacios independientes dentro del esquema matrimonial de poder. Como si ella hubiese entendido finalmente a quienes le advertían que Kirchner era un pelotazo en contra para moldear una gestión con perfil propio.

Un indicio concreto fue su decisión de esta semana de armar una suerte de gabinete de crisis o equipo de funcionarios responsables de la política económica, que integran el ministro de Economía, Carlos Fernández; el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa; el titular del Banco Central, Martín Redrado, y la presidenta del Banco Nación, Mercedes Marcó del Pont.

Todos bajo el paraguas político de Sergio Massa, quien, de a poco y pese a algunos tropiezos internos, se va convirtiendo en el verdadero factor de decisión en la cima de la administración. ¿Cuál sería la novedad? Juran sobre la Biblia quienes conocen de estos enjuagues que NK no tiene ninguna influencia en ese grupo y, por lo tanto, ha dejado de meter mano en todo lo relacionado con la marcha de la economía. ¿Habrá que creerles, o sólo se trata de un retiro táctico del ex, siempre listo para volver a las andadas?

Lo último: la decisión de Cristina de ratificar a todo el gabinete, pero especialmente al impresentable Guillermo Moreno, con estudiada foto incluida en el despacho presidencial, puede contener dosis de entendimiento entre ella y su marido. Pero es, antes que nada --aseguran en sus cercanías--, una muestra de autoridad interna, antes que externa, frente a los cuestionamientos desembozados y públicos que venía recibiendo el funcionario desde el propio gobierno, desde el Parlamento y hasta desde sectores del peronismo aliado o disidente.

"Ella siente ahora que puede ir de a poco construyendo un gobierno con identidad propia", se entusiasman a su alrededor. Kirchner se debate, mientras tanto, en la soledad de Olivos entre aquella pérdida de autoridad y de poder político y la búsqueda de algún pase de magia que le permita tornar menos oscuro el panorama hacia el futuro.

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