jueves, 8 de enero de 2009

REALIDAD

El pensamiento abierto, única ruta hacia el futuro

Por Carlos Berro Madero

www.notiar.com.ar


“La única manera que tiene el ser humano para aproximarse al conocimiento completo de un asunto, es oír todo lo que puedan decir sobre él personas de diferente opinión, estudiando en profundidad todas las formas en que sea visto por ellos antes de adoptar un juicio definitivo. Obstaculizar este derecho es constituirse en único juez de la verdad, sin tener en cuenta la opinión de los demás.”
- John Stuart Mill





Si hay un estilo nocivo puesto de manifiesto por el gobierno de los Kirchner, lo ha sido el promover enfrentamientos de toda índole entre los ciudadanos, constantemente y por cualquier motivo.

Los fundamentos de la ecuación política como un ámbito de debate entre amigos/enemigos, siguiendo principios sostenidos por el pensamiento agonal de Carl Schmidt (que desarrolló el nazismo y desató la horrible tragedia que precedió a la Segunda Guerra mundial y a quien probablemente los Kirchner no deben ni haber leído), se han instalado para provocar una de las fracturas sociales más profundas que puedan recordarse en años de democracia representativa de nuestro país.

Quizá porque el héroe más peligroso es el que sabe que no lo es, en su fuero íntimo, y promueve constantemente acciones para lograrlo, sin éxito. La pareja gobernante –que se identifica como tal-, ha diseminado factores de discordia por doquier, dejando sin resolver el núcleo central de nuestros problemas: la pobreza y el atraso en el que vive la mayor parte de la población.

El deber de un político consiste siempre en pensar la sociedad hacia el futuro. Los Kirchner, maestros en el arte de chapotear siempre en la coyuntura, resuelven todo de la noche a la mañana. Y si las circunstancias apremian, recurren al mismo método apresurado para volver hacia atrás, invocando falsos pretextos de pragmatismo (Massa dixit), que es algo completamente diferente. El hombre pragmático tiene SIEMPRE como punto de partida una hoja de ruta planificada, que no está sujeta a compulsiones. No es pues, su caso.

Salvo que se persiga el caos y la disolución social como último fin, en provecho de oscuros intereses personales.

Hemos vivido cinco años en los que se nos ha llevado por la fuerza -y sin que lo advirtiéramos-, a un escenario de una alarmante proliferación de refutaciones, agravios, descalificaciones y cursos de acción constituidos por venganzas “ejemplarizadoras”, que HAN VACIADO TODA IDEA DE REFLEXIÓN, PENSAMIENTO RACIONAL Y OBJETIVOS.

Estamos sumergidos en una pelea que no provocamos, pero en la que hemos quedado atrapados por la necesidad de responder, a veces instintivamente, a los continuos ataques de un estilo de gobernar que siempre nos está amenazando con “escarmentarnos”. Estilo que toma por verdades absolutas algunas ideas gestadas en la soledad del poder, desechando totalmente la posibilidad de que otros pudieran objetarlas y asumiéndose como juez de la verdad, SIN TENER NUNCA EN CUENTA LA OPINIÓN DE LOS DEMÁS.

Debemos tener en claro que si no conseguimos salir de esta encerrona, continuaremos haciendo el juego que sostiene el único poder de los Kirchner, mediante su estilo autoritario y arrogante.

No hay más que observar su rostro y sus gestos cuando hablan y nos anuncian ciertas disposiciones de su gobierno –aun las más triviales desde el punto de vista administrativo-, para comprender que son “dictadas”, literalmente, como si fueran ucases.

Los ámbitos académicos de reflexión y consulta han quedado así abrumados y sepultados por la avalancha de una praxis supuestamente “revolucionaria” que nos asfixia y nos desprecia cada vez más en nuestro rol de ciudadanos, adornando sus filípicas con un insoportable estilo burlón y chabacano.

Algunas voces de la oposición han caído en el juego de esta dialéctica corrosiva y responden casi “golpe por golpe”; hecho que si bien les atrae cierta popularidad de imagen pública, no deja de servirles en bandeja a los dueños del poder político el monopolio de un estilo de confrontación que no construye absolutamente nada.

Vivimos una etapa de espasmos, o como dijo alguna vez el inolvidable Gudiño Kieffer: nos hemos constituido en consumidores de la “cultura del braguetazo”.

Es imprescindible detener este enfrentamiento continuo. Los debates sobre la hora que nos toca vivir exigen serenidad, profundidad de razonamientos, planificación, búsqueda de la excelencia y respeto a las jerarquías de todo orden. Atributos de los que deberá rodearse el cambio que la sociedad necesita imperiosamente, para poder resurgir de su postración.

Dice el historiador mexicano Enrique Krauze: “La explicación de la tenaz resistencia del mito revolucionario es la intolerancia a la crítica y la falta de autocrítica. Tras la liberación de Europa del Este, la desaparición de la Unión Soviética y el ascenso, no menos sorprendente, de la economía de mercado en China, la izquierda radical latinoamericana -y las fuerzas políticas en general, agregamos nosotros-, se han rehusado a debatir la inmensa significación que tienen esos hechos.”

Está en nuestras manos tomar conciencia de esta realidad y comenzar rápidamente un debate social para enriquecerla y reubicarnos conceptualmente en consecuencia.

Una sociedad exasperada, no puede pensarse como país.

carlosberro@arnet.com.ar

Gentileza en exclusiva para NOTIAR

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