viernes, 16 de abril de 2010

ESTAMOS BIEN , PERO VAMOS MAL




Por Susuna Merlo (*)

Se espera una cosecha récord de soja, y sensiblemente mayor a la prevista en maíz. Los productores de leche están recibiendo precios 20% y hasta 30% superiores a los de hace unos meses atrás. La hacienda en pié más que duplicó sus valores desde diciembre pasado y no afloja. El clima, ahora húmedo, además de haber “regalado” millones de toneladas extra de granos en esta campaña, hasta ahora permitió avanzar con la cosecha sin problemas.

¿Por qué, entonces, el malestar creciente y hasta la amenaza de medidas de fuerza que vuelven a sonar desde el interior?. ¿Es razonable?.

Aunque en apariencia no, el escenario merece un análisis mucho más profundo pues, simultáneamente con esta “foto” de hoy, se supo que oficialmente desaparecieron más de 60.000 productores agropecuarios en los últimos años, que el stock ganadero perdió casi 9 millones de cabezas al reducirse cerca del 15% desde 2007 hasta ahora; que desaparecieron más de 6.000 tambos en 4 años; que hace meses que no hay mercados de referencia para los granos; que los productores no pueden vender el poco trigo que se logró en la última campaña; que nuestros compradores del exterior se quejan y nos declaran “no confiables” como proveedores; que nuevamente se va a incumplir la codiciada Cuota Hilton y esta vez en un tonelaje que podría superar el 50% de su volumen total; que el deterioro de la infraestructura es geométrico y con él aumenta el costo argentino mientras el país sigue perdiendo competitividad, etc., etc., etc.

También es inocultable la brutal tendencia a la concentración, no ya por la búsqueda de eficiencia de cierta escala, sino directamente por la imposibilidad de chicos y medianos de aguantar ante la falta de políticas coherentes y estables.

Porque todos los días saltan escándalos de corrupción y arbitrariedades, propias de los esquemas dirigistas de Gobierno en los que los funcionarios, hombres al fin, tienen facultades extraordinarias por las que pasan a ser dueños de los destinos de empresas, hombres y bestias, aunque luego ninguno de ellos se hace cargo de los desaguisados que generan, y los costos debe afrontarlos el conjunto de la sociedad...

Porque tampoco nadie se animaría a firmar hoy que esta “foto” sea perdurable en el tiempo, y que con el argumento de “cuidar la mesa de los argentinos”, o algún otro del mismo tenor, el Gobierno no vaya a volver a “meter mano” en los mercados y producciones, forzando a malvender como si los productores agropecuarios fueran Hermanas de la Caridad obligadas a trabajar gratis o, peor aún, a pérdida.

Después de todo, la mala experiencia del cierre de las exportaciones de carne de 2006 se volvió a repetir hace un mes atrás; el desastre de la política trigueña (o de la “no” política) no solo determinó una de las menores producciones históricas del cultivo, sino que según se dijo en la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados, va representar ingresos por retenciones de alrededor de U$S 50 millones, mientras que el Gobierno deberá pagar compensaciones por U$S 160 millones. Pero, semejante “negocio”, además, no representa ningún beneficio para los productores, cada vez más desalentados, y si para otros eslabones de la cadena comercial e industrial que, finalmente, aunque ahora muy beneficiados, terminarán también con quebrantos ante la falta de materia prima para procesar y para vender.

Y justamente ahí hay otra cuestión central que justifica el malhumor creciente del campo, aunque varios indicadores hayan mejorado y el panorama general aparezca sensiblemente más claro. Y es que gran parte de los beneficios (actuales y pasados) no quedan en el interior, y hasta el propio gobierno fuerza su rumbo hacia otros eslabones compuestos, en general, por grupos mucho más concentrados y, por ende, identificables y “manejables”. En síntesis, el dirigismo llevado a su máxima expresión y el capitalismo “de amigos” beneficiados artificialmente por una política que “premia” la obediencia debida, aunque se causen daños innecesarios, hasta la desaparición de sectores enteros.

De más está decir que estos grupos empresarios y dirigenciales, no tienen ningún interés real en que cambie el esquema, aunque declamen todo lo contrario.

No es difícil, entonces, entender la inquietud y la alarma de los productores ya que, en definitiva, el campo necesita estabilidad y previsibilidad. Ninguna de las dos están hoy presentes, y tampoco hay garantías de que se vayan a hacer las correcciones para evitar las arbitrariedades que determinaron que sólo algunos se llevaran hasta ahora el grueso de los beneficios que le hubiera correspondido al conjunto.

Crónica y Análisis publica el presente artículo la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.

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