jueves, 1 de abril de 2010

INFLACIÓN VERBAL


http://www.rionegro.com.ar/diario/opinion/editorial.aspx?idcat=9542&tipo=8

EDITORIAL
Inflación verbal

Voceros del gobierno kirchnerista y sus simpatizantes están procurando convencer al resto del país de que la inflación es un problema meramente semántico y que por lo tanto no debería preocuparnos. Así, pues, el ministro de Economía, Amado Boudou, y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, se han dedicado últimamente a buscar sinónimos que a su juicio servirán para hacer menos peligroso el fenómeno. A Fernández, le parece que llamarla "reacomodamiento" es suficiente como para tranquilizar a los demás, mientras que Boudou espera que hablar de "alguna tensión en los precios" tenga efectos balsámicos. Y por si a pesar de tales esfuerzos la gente sigue creyendo que la inflación constituye una amenaza realmente grave, teóricos como el camionero Hugo Moyano nos informan que la inflación dista de ser tan mala como muchos suponen. Luego de admitir que el aumento sostenido de precios que está registrándose es algo más que un invento neoliberal, el mandamás de la CGT afirmó que "la inflación controlada es muchísimo mejor que la pérdida de puestos de trabajo" y que, de todos modos, es "algo normal" en un "país que crece".

La razón por la que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Aníbal Fernández, Boudou y Moyano quisieran minimizar la importancia de una tasa de inflación anual que tal y como están las cosas pronto podría superar el 40% es muy sencilla. Como tantos otros gobiernos aprendieron, luchar contra ella o, si se prefiere, "controlarla" es sumamente difícil, pero a menos que lo haga el de turno, continuará cobrando fuerza hasta dar pie a un estallido hiperinflacionario. El gobierno del presidente Raúl Alfonsín trató de convivir con la inflación -lo mismo que Moyano, su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun, la creía un mal menor-, pero terminó provocando una conflagración monetaria que puso un fin prematuro a su gestión.

¿Se han propuesto los Kirchner reeditar dicha experiencia? Es poco probable. Antes bien, parecería que lo que tienen en mente es permitir que la inflación siga su curso natural pero, a la vez, acusar a la oposición de impulsarla con miras a obligarlos a "ajustar", de esta manera ahorrándose los inevitables costos políticos que les supondría un programa de austeridad. Según un dirigente de PRO, Federico Pinedo, "el gobierno de los Kirchner piensa financiarse con inflación, algo que es dramático para el país". ¿Está en lo cierto? Por desgracia abundan los motivos para creer que Pinedo tiene razón, ya que además de negarse explícitamente a "ajustar", los Kirchner han dejado saber que en los meses próximos irán a virtualmente cualquier extremo para fomentar el consumo, es decir para recalentar la economía, emprendiendo así una carrera alocada contra la inflación que, debería ser innecesario señalarlo, ésta ganará por un margen muy amplio.

Los Kirchner se imaginan en condiciones de aprovechar la crisis económica que ellos mismos están preparando, de ahí sus intentos de hacer pensar que lo que más quieren las distintas facciones opositoras es someter al pueblo argentino a un ajuste despiadado. Para líderes sindicales como Moyano, la inflación "no es tan mala" como las eventuales alternativas porque les brinda pretextos para reclamar aumentos salariales con frecuencia creciente, lo que les permite desempeñar un papel protagónico en la política nacional. Muchos sindicatos ya están pidiendo aumentos del 30% o más, guarismo que toman por el mínimo aceptable; los más combativos no tardarán en reclamar el 40 o el 50% aseverando, sin equivocarse, que para sus afiliados a partir del aumento más reciente la suba del costo de vida ha sido mayor. Puede que por ahora la tasa de inflación sea tolerable para todos salvo los diez millones o más que viven al borde de la pobreza extrema pero, si nuestra historia nos ha enseñado algo, esto es que a menos que el gobierno tome medidas destinadas a frenarla la inflación seguirá acelerándose hasta alcanzar niveles tan alucinantes como los registrados a finales de la gestión de Alfonsín y la fase inicial de la de Carlos Menem. Aunque todavía hay tiempo en que reaccionar antes de que resulte totalmente inmanejable, la negativa oficial de enfrentarla plantea el riesgo de que, una vez más, la economía nacional se vea devastada por una conflagración hiperinflacionaria.

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