viernes, 2 de abril de 2010

INFLACIÓN


El Ágora - 02-Abr-10 - Editorial

Inflación: la negación de lo obvio

por Héctor B. Trillo

Asistimos por estas horas a una verdadera orgía de declaraciones de parte de funcionarios y adherentes al gobierno respecto de la cuestión de la inflación. Pero el asunto no es para nada nuevo.

Cuando a comienzos de 2007 el ex presidente Néstor Kirchner decidió intervenir el Instituto de Estadísticas y Censos por medio de un secretario de comercio de más que triste celebridad estaba bien claro de qué se trataba: adulterar los índices como sea porque de esa manera se ahorraba mucho dinero por el ajuste de los títulos indexados emitidos por el Banco Central. De este tema nos hemos ocupado muchas veces. Hemos dicho también que ese ahorro (en realidad un nuevo default, en este caso encubierto) implicaría un costo adicional en tasas de interés corrientes y una mayor pérdida de confianza concomitante para lograr financiación voluntaria.

Así fue que poco después el Estado Nacional colocó bonos en Venezuela a la tasa escalofriante de un 15% anual en dólares. Y así fue que poco después se vio obligado, el gobierno sucesor, a intentar arreglar las cuentas con el Club de París (al que se le prometió el pago inmediato hace un año y medio) y también se reflotó la cuestión de los acreedores que no habían ingresado al canje de 2005, que habían sido literalmente borrados de la cifra de deuda del Estado argentino. Y hasta se suspendió por un año la ley que simplemente extirpaba a esos acreedores, que como se recordará fue reiteradamente ratificada en innumerables discursos presidenciales y de distintos funcionarios, incluyendo al otrora todopoderoso ministro Lavagna.

Estas acciones no fueron obra de personas que actúan con honestidad intelectual o moral, está muy claro. Acá se mintió y se miente de una manera descarada. Se aplicó una quita exorbitante obligando a los acreedores a aceptar lo que fuera y hasta se los cargó con argumentos del tipo de "si le prestaron a un país a las tasas a las que le prestaban, sabían los riesgos que corrían". Y se les aplicó, hay que decirlo una vez más, el proverbial "pelito para la vieja".

Ahora, con el caballo cansado, nuestros insignes funcionarios vuelven para atrás, intentan contactarnos con el mundo y pretenden obtener financiación a tasas razonables por parte de aquellos que se sintieron con razón estafados por la Nación Argentina, que es lo que en definitiva cuenta.

En el medio de esta tristísima historia reciente, ministros y secretarios parece que se hay puesto de acuerdo en resaltar que en la Argentina no hay inflación, sino cualquier otra cosa.

Allí aparece Boudou hablando de reacomodamientos o tensiones en los precios. Y por enésima vez el eterno argumento de que algunos empresarios pícaros son los culpables por subir los precios injustificadamente.

En verdad, utilizan argumentos infantiles y falsos, tan falsos como los índices de inflación, desmentidos por sus propios "socios", tal como es el notorio caso del sindicalista Hugo Moyano. Esos argumentos han sido utilizados por décadas por todos estos vergonzosos y vergonzantes políticos intentando desviar el foco de atención de los desprevenidos y de los necios.

El creador del "movimiento", Juan Perón, enviaba a la cárcel de Devoto a los "agiotistas" y a los "comerciantes deshonestos" al tiempo que se preguntaba si alguien había visto alguna vez un dólar. Lo cierto es que la moneda argentina, el peso moneda nacional perdió 13 ceros en cuarenta años. Y lo cierto es que si la cantidad de moneda no varía ningún aumento de precios es inflacionario, porque donde suben unos precios han de bajar otros, a menos que un mayor circulante monetario convalide el nuevo escalón.

Si baja la cantidad de bienes y no lo hace la cantidad de moneda, estamos ante un incremento del costo de vida. Pero la cantidad de bienes debería haber llegado a cero hace rato si no se hubiera corroborado un aumento espeluznante de la cantidad de moneda en circulación, especialmente durante todos estos años en los que el Estado ha salido a comprar dólares caros con emisión.

Ahora, personajes como el ministro del Interior, salen nuevamente a culpar a empresarios aprovechados y vivos, al tiempo que les piden inversiones. Esta gente supone que todos nosotros saldremos a pagar lo que nos pidan por los productos que nos venden. Porque los precios son tales si son pagados por los consumidores, si no, no lo son.

Y la realidad es que si un producto sube mucho su precio, hay quienes dejan de comprarlo para pasarse a sustitutos. Entonces el producto en cuestión tiende a bajar de precio mientras los sustitutos tienden a subir por el cambio de la demanda. Se arriba a un nuevo punto de equilibrio que se acomoda según la oferta, que habrá de crecer para aquellos bienes que ahora cuestan un poco más caros, tendiendo entonces a bajar en su conjunto, a menos que, como decimos y repetimos, aumente la cantidad de dinero en circulación.

En la Argentina se emite moneda espuria desde hace varios años. Se paga caro el dólar que podría pagarse más barato. Se cierran importaciones con lo cual aumentan los precios de los productos que no tienen que competir con el Exterior. Se cierran exportaciones con lo que se deteriora la oferta (por ejemplo carnes). Se aplican retenciones a las exportaciones para hablar entonces de superávit primario y ese dinero se gasta en obras, ayudas y subsidios, que entre otras cosas crean la ilusión de que ciertos precios no suben, cuando en realidad sí lo hacen solo que la diferencia se abona con un subsidio.

Lo más lamentable es que el discurso según el cual acá hay buenos y malos y los buenos son los gobernantes y los malos los empresarios, está destruyéndolo todo. Enfrentando a la gente miserablemente. Y esto es hecho a propósito, porque acá hay muchos economistas, como Boudou o Marcó del Pont, que saben perfectamente cómo se genera inflación.

Porque en todo caso habría que preguntarse por qué razón en los años 90 dejó de haber inflación en la Argentina. Y no estamos hablando de política. ¿Es que los empresarios dejaron de ser pícaros, vivos, pillos y demás? ¿O es que al atarse al dólar hubo una moneda confiable aunque se tratara de un artilugio?

Nuestro país no tiene una moneda confiable. Las operaciones importantes se hacen en dólares y la gente anda con los billetes verdes de acá para allá para comprar o vender una casa o un departamento o un auto. Acá no hay seguridad jurídica y los bancos aparecen como los malos de la película porque deben entre otras cosas aplicar retenciones de todo tipo y especie fijados por los estados provinciales y por la Nación.

Esto no es nuevo, claro está. Es una larga historia. Pero el manejo monetario es responsabilidad del gobierno nacional, y no del almacenero de la esquina. Ni del supermercado ni del productor de vacas. Reemplácese la moneda local por una moneda fuerte o por ninguna moneda, y se verá de inmediato cómo se acaba la inflación. Ojalá mucha gente pueda comprender cómo funciona esto, porque los funcionarios hacen lo imposible porque no se comprenda. Y el ciudadano común no tiene por qué entender de economía, así como nosotros no entendemos de astrofísica.

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