viernes, 23 de abril de 2010
MAL HUMOR
MAL HUMOR DE EXPORTACIÓN
Por Susana Merlo (*)
Cuando parecía que internamente las aguas comenzaban a aquietarse, y no por la solución de los problemas sino, más vale, por alguna especie de resignación, comenzó a complicarse el frente externo.
Hay que convenir que carne, leche y trigo, hace tiempo que estaban en la grilla, aunque últimamente comenzaron a sumarse otro tipo de presiones.
Sin embargo, el tema de la soja con China se convirtió en la novedad de la temporada 2010, y en el eje de inquietud, ahora para el Gobierno.
Es que con bastante ingenuidad, y no poco desconocimiento, varios funcionarios de la Administración Kirchner parecen haber pensado que en las relaciones comerciales con el mundo, y con los clientes del exterior, se podían adoptar las mismas arbitrariedades que en el plano interno.
Y así como empresarios, productores, gobernadores y hasta jueces, admiten sin mayores protestas manoseos y presiones de parte de algunos funcionarios del Gobierno Nacional, daría la impresión que se esperaba una actitud similar del exterior, es decir, una “no” actitud.
La evidente sorpresa por la reacción china parece una muestra cabal. La propia presidente pidió disculpas, intentó concretar el viaje a Beijing que había suspendido abruptamente a mediados de enero (para no dejar al vicepresidente Julio Cleto Cobos al frente del Gobierno), se negaron los hechos denunciados por China, luego se prometieron correcciones, y aún así, el gigante asiático se sigue mostrando reticente a reiniciar las relaciones tal cual estaban.
Es obvio que los “hexanos” del aceite de soja son acaso apenas un argumento para justificar un enojo que tiene raíces mucho más profundas. ¿O es que alguien creía que uno de los principales países del mundo, el comprador de alimentos más codiciado en el frente internacional, la economía que más creció en los últimos 30 años, iba a permitir que arbitraria y unilateralmente alguien le restrinja las operaciones comerciales?.
¿Realmente se puede creer que los chinos van a aceptar graciosamente que le limiten sus ventas a la Argentina porque de forma unilateral el país “decidió” no gastar una sola divisa en importación?.
¿No es demasiado ingenuo, o soberbio, creer que la balanza comercial con China va a depender del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, o de la ahora Ministra de Industria, la devaluada Débora Giorgi?.
¿Qué estimación, y cual fue el informe sobre el tema que pasó la Cancillería?. Es que al encargado de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradía, no se lo escuchó pronunciarse…
Pero lo más grave es que el caso de la soja a China es solo el último de una larga lista que incluye a Alemania, Brasil, la Unión Europea o, por caso, alguno de los 64 destinos que llegó a tener el trigo argentino, y que ahora califican al país como “no confiable”, en su condición de proveedor.
¿O acaso no se dejó a Alemania sin carne en pleno mundial de fútbol?.
Ni siquiera se está cumpliendo con la codiciada Cuota Hilton de cortes vacunos seleccionados para Europa. Y es el tercer año consecutivo que ocurre, aunque esta vez se teme que quede más del 50% de ese cupo sin cumplir.
Los capitales brasileños que adquirieron importantes frigoríficos locales, siguen acumulando pérdidas y su Gobierno, que ya había planteado la falta de abastecimiento de trigo (que ahora debe comprar en EEUU, o Canadá), va camino de adoptar la misma reacción china.
Con la leche ocurre lo mismo y, aunque las exportaciones podrían ser una alternativa interesante para varias de las más importantes usinas que están muy complicadas financieramente, lo real es que no pueden, seriamente, concretar negocios de ventas al exterior pues la materia prima ya no alcanza…
Pero hasta ahora, tampoco los consumidores se vieron beneficiados (aunque, teóricamente, toda la política apuntaba a defender “la mesa de los argentinos”), ya que ante la escasez de producción, fruto de la inestabilidad en las políticas para el sector, los precios internos también se dispararon y ya ni las amenazas, ni las extorsiones alcanzan para frenarlos.
Triste epílogo, previsible, de un país que a mediados del siglo pasado se autocalificaba de “granero del mundo” y que, mucho más cerca, en la década de los ’90, acariciaba la idea de convertirse en “una góndola mundial”.
Crónica y Análisis publica el presente artículo la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.
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