lunes, 5 de abril de 2010

NEO QUÉ ?


La Caja de Pandora - 05-Abr-10 - Opinión

http://www.lacajadepandoraonline.com/Editoriales2/98.html

¿Neo qué?

por Malú Kikuchi

Se ha puesto de moda hablar del "neoliberalismo". Nadie sabe exactamente qué es el neoliberalismo, ni siquiera se lo puede definir, pero lo que se puede hacer y se hace, es demonizarlo.

El neoliberalismo no se define económicamente, es más bien un término político/ideológico, que en principio, le permitiría al liberalismo ortodoxo la intervención del estado, en crisis graves, como prestamista de última instancia. Y eso es todo.

Lo cierto es que el neoliberalismo no existe, como no existe el neonazismo o el neocomunismo; existen si, el liberalismo, el nazismo y el comunismo. En todo caso, existirán liberales nuevos, nazis nuevos o comunistas nuevos.

A pesar de la mala prensa "progre" sobre el liberalismo, tanto la palabra como la filosofía del mismo, provienen de "libertad". Y no queda bien hablar mal de la libertad, entendiendo por libertad el poder actuar sin coerción dentro de las alternativas posibles, regidas por un estado de derecho. Entonces se cuelgan de la palabreja: neoliberalismo.

Que lo haga la progresía vernácula latinoamericana, populista y demagógica, se entiende, es razonable dentro del pensamiento que la guía. Pero que políticos cultos, bien intencionados e indiscutiblemente democráticos, la usen, como cuando se amenaza a un chico con un castigo por portarse mal, es alarmante.

Y la referencia es a un respetabilísimo político del arco opositor, precandidato, entre otros de su partido, a la presidencia de la nación. Entonces el profundo error de concepto, preocupa y mucho.

El jueves 1º de abril, en el programa "Código político", Julio Blanck y Eduardo Van del Kooy, entrevistaron a Ricardo Alfonsín, hasta donde se sabe un bellísima persona, amable, lleno de bonhomía y absolutamente honesto intelectualmente (la otra honestidad, se descuenta).

Durante la entrevista, Alfonsín (h), defendiendo a su padre por el llamado "Pacto de Olivos" (14/11/1993/Menem/Alfonsín), aseguró que la reforma de la Constitución Nacional (CN) salía de todas maneras, con o sin pacto. Los periodistas le aclararon que la reforma sólo hubiera sido posible si algunos diputados radicales "se vendían" (sic). Alfonsín (h) no lo refutó, lo dejó pasar.

Ricardo Alfonsín basó su defensa para explicar porqué la UCR hizo posible la reforma de la CN en 1994, diciendo que de no hacerlo y considerando las políticas de los 90, la reformada CN, hubiera sido una CN "neoliberal".

Y así fue que, gracias al aporte del socialismo, le desaparecieron a la CN de 1853 el Colegio Electoral, que equilibraba las provincias grandes con las más chicas, haciendo del país una nación más federal. Desde el 94, la Matanza puede decidir una elección nacional.

Argentina nació república, por lo tanto tiene congreso. Los países parlamentarios, los que tienen o vienen de regímenes monárquicos, tienen parlamento y un primer ministro. A imagen y semejanza de esos países, se creó la figura del Jefe de Gabinete de Ministros, absolutamente inútil en el sistema argentino.

Tenemos un engendro llamado Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que tiene rango de provincia pero no puede ni siquiera cambiar el recorrido de los colectivos, porque pertenecen a la Secretaría de Transporte de la Nación. La lista de aberraciones es larga.

Lo inverosímil, viniendo de un político de la talla de Alfonsín (h), es que no tenga en cuenta que la maravillosa CN de 1853, fue total, completa y absolutamente liberal.

CN que permitió el vertiginoso crecimiento de Argentina, que en 50 años pasó de ser un desierto situado en el Finisterre del planeta, a estar entre los 10 primeros países del mundo y ser esperanza de progreso para millones de personas. Entre ellas, los antepasados inmigrantes de Alfonsín.

Porque la gente (ayer y hoy y seguramente mañana también), vota con los pies. Emigra allí donde cree que va a vivir mejor, donde piensa que sus hijos tendrán las oportunidades que ellos no tuvieron. Eso era lo que ofreció Argentina desde 1853 hasta que irrumpieron los golpes militares de neto corte fascista, y el estado se arrogó derechos para dirigir la vida de las personas.

Argentina fue grande gracias a su CN liberal. Fue grande y permitió el progreso real (no la progresía hipócrita y clientelista, eximia fabricante de pobres) porque dio libertad "de trabajar y ejercer toda industria lícita, de navegar y comerciar; de peticionar ante las autoridades, de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa, de usar y disponer de su propiedad, de asociarse con fines útiles, de profesar libremente su culto, de enseñar y aprender".

¿Cómo podría hacerse una reforma neoliberal a una CN tan liberal?

Si la UCR, o por lo menos uno de sus hombres más representativos, tiene esta clase de pensamientos, que no tienen nada que ver con nuestro nacimiento como nación y se asusta tanto ante el liberalismo, que lo califica de neoliberalismo, y lo supone hijo de una derecha extrema y recalcitrante, intranquiliza.

Argentina, la de verdad, está mal. El gobierno que vive en una Argentina virtual, no lo ve así y empuja al país hacia el abismo. El arco opositor es difícil de unir, está sostenido por alfileres de plástico. El partido que ha hecho de la defensa de las instituciones su estandarte, cree que la CN debía ser reformada bajo el signo del socialismo.

Es obvio que el bicentenario no tendrá ni el brillo, ni la libertad (con los K y Moreno, difícil), ni la esperanza que sobrevolaron en 1910.

Reutemann no va a ser candidato. De Narváez no puede serlo. El Acuerdo Cívico se rompe, Lilita no va a asociarse con Cobos. Parte de la UCR exige la renuncia del vicepresidente. Finalmente el poder judicial le permite al ejecutivo el uso de las reservas del BCRA. La inflación roe los bolsillos y desdibuja el futuro.

Disculpe las pálidas. Como dice Alejandro Almendros, "perdón por la realidad". "Y la realidad, es la única verdad".
¡Felices Pascuas! La casa no está en orden y parece que no lo estará por algún tiempo.

¿No habrá llegado el momento de preguntarnos en qué medida los argentinos somos responsables de lo que nos sucede?

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