domingo, 16 de enero de 2011

ARENA CALIENTE




Por Susana Merlo

Es evidente que las temperaturas extremas de este verano se hacen sentir tanto en los termómetros, como en los ánimos.

No fue un inicio de año calmo. Tampoco lo fue la despedida de 2010. Sin embargo, no era previsible la virulencia de los últimos días: falta de billetes, de combustibles, cortes de luz y calores extremos, entre otras cosas, constituyeron un cóctel de altísimo impacto (y costo…).

En el campo, para nada ajeno a esta situación, se agregó el más que previsible conflicto por el trigo, tanto más agudo cuanto mayor va siendo la cosecha, y cuyo número final aún no aparece.

Así, el mantenimiento de las condiciones de venta del cereal, que se mantienen desde hace varios períodos, con la constante intervención del Estado/Gobierno en los términos de comercialización, y que cada temporada generaron los respectivos reclamos de los productores por las “pérdidas” que les genera el sistema, esta vez se vieron agudizadas por la abultada recolección que, aunque aún dista de los más de 16 millones conseguidos en la Era Menem, ahora con alrededor de 14 millones de toneladas, superan holgadamente los apenas 8 millones del ciclo anterior.

Por supuesto que la comercialización del trigo no es el único problema que debe afrontar el sector. En realidad, el campo tiene casi todos los mismos problemas que se fueron acumulando sin solución a lo largo de los últimos años: regalías, retenciones, sistema de amortizaciones de los bienes productivos, falta de créditos, alteración cuando no desaparición de los mercados; negativa política fiscal, modificación artificial de las condiciones económicas productivas que, entre otras cosas, provocó el terrible desequilibrio entre cultivos que llevó a la “sojización” del país en detrimento de otras producciones como el maíz, etc.

Sin embargo, la situación del trigo, como cultivo emblemático y justo en el arranque del año, tiene un peso estratégico adicional. De hecho, hacía varios años que los dirigentes gremiales no estaban activos en la primera semana del año, como ocurrió ahora, y con medidas de fuerza directas (paro) que, aunque no serán de gran impacto efectivo, tendrán la contundencia del mensaje político que, seguramente, no tardarán en tomar los líderes opositores, aun los que nunca se habían ocupado de la producción agropecuaria hasta ahora.

Pero tal vez, lo más importante de este escenario no sea la cantidad de plata que pierden los productores trigueros con un esquema en el que prácticamente se le “asigna” a exportadores y molineros la cantidad que pueden comprar (y hasta el precio al que deben hacerlo) haciendo así desaparecer, de hecho, el mercado al neutralizar la puja por la mercadería, sino el peso político que adquiere.

Y en este sentido, surgen claramente dos frentes: el del propio gobierno, y el que sugiere cual va a ser la relación entre el campo y la Casa de Gobierno durante este 2011. A un mes y medio del tercer aniversario de la Resolución 125, hoy ya sinónimo del primer fracaso político de los Kirchner, parece bastante claro que nuevamente, como en 2008, el eje Agro-Poder Ejecutivo no parece que vaya a pasar por buenos momentos. Ni siquiera por cierta estabilidad, muy buscada por el Ministro de Agricultura Julián Domínguez.

Pero es justamente la aparente interna en el seno del gabinete lo que impide lograr esta preciada meta (al menos, para Domínguez).

El panorama, de todos modos, es confuso. Queda claro que el discurso de Agricultura tiene poco que ver con el accionar del Secretario de Comercio Guillermo Moreno, y de la ONCCA, la poderosa oficina de control comercial que, indirectamente, sigue manejando el equipo del titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Lo que no se sabe, dado que estos dos últimos funcionarios siempre fueron bastante “autónomos” o, mejor dicho, absolutamente verticalistas a Néstor Kirchner, si ahora actúan por su cuenta, o lo hacen bajo las órdenes directas de Cristina Fernández.

En todo caso, las contradicciones están a la vista. Domínguez dice que “hay una sola palabra: la de la Presidenta (SIC)”, pero resulta que hay dos accionares distintos. ¿quién miente?. Si es Domínguez, el hecho habla de su debilidad política, y si no es así, entonces la debilidad está en la Presidencia. De malo se pasa a peor.

Y, para sumar desconcierto, queda por saber por qué, en un año de elecciones, el Poder Ejecutivo que está evidentemente devaluado y que aún no digiere la pérdida de su líder, elegiría volver a recrear un conflicto con el campo que, prácticamente, es sinónimo de interior, cuando sería fácilmente evitable…

¿O será para evitar que aparezca otro adversario, tal vez más poderoso, o menos gobernable?

En cualquier caso, la arena está muy caliente…

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